Fiestas del Pilar

Respeto, ilusiones, afectos...

Las riadas de personas que han participado en la Ofrenda, el acto central de las fiestas, han vuelto a poner de manifiesto el cariño y la admiración a la Virgen del Pilar.

El manto de cientos de miles de flores tejido en torno a la Virgen del Pilar ha vuelto a convertirse en el símbolo del cariño inmenso de los zaragozanos, de los aragoneses, a su Patrona. El peregrinaje de los grupos, el interminable desfile de las miles de personas ataviadas con la indumentaria aragonesa refleja el respeto, el sentimiento de cariño hacia la Virgen; una convicción que más allá de las creencias refleja el indiscutible apego que siente todo un pueblo.


El paso de los años ha consolidado la Ofrenda como el acto principal de las fiestas del Pilar. Es el 12 de octubre el día en el que los zaragozanos se vuelcan en la ilusión de colocar sus flores a los pies de la Virgen; un ramo en el que se concentran afectos, peticiones, gracias, ilusiones… Flores que visten de colores y olores la estructura que ubica a la Virgen en el centro del Pilar y en el corazón de Aragón.


Tenía también la Ofrenda otro sentido: el rechazo a la explosión ocurrida hace apenas diez días en la basílica. La riada de admiración ha ido mucho más allá, pero ha contribuido también a poner de relieve el desprecio hacia quienes convierten el sinsentido en su forma de proceder.


Zaragoza, Aragón entero, se ha volcado de nuevo para expresarle a la Virgen del Pilar su respeto y admiración. El océano de flores puestas hoy a sus pies refleja, más allá de los pensamientos y las ideas, de las creencias y la forma de concebir la vida, la querencia y el respeto de todo un pueblo hacia la figura de su Patrona.