Fiestas del Pilar

Días de paseo, caminos de fiesta

El paseo, el recorrido por las arterias de la ciudad empapándose del ambiente del Pilar, permite disfrutar de la esencia de la fiesta, la que está en la calle.

Ambiente en calles de Zaragoza durante las Fiestas del Pilar
Ambiente en las Fiestas del Pilar_2
IVáN LES

Una chaqueta y un pañuelo –escondidos a veces, desplegados otras- ahuyentan el temor al frío, a un cierzo que intenta colarse por entre esas ropas que aún se resisten a hacerse abrigadas. Las fiestas del Pilar marcan el ecuador, el cambio de estación. El calor resiste aún, pero el fresco toma posiciones.


La advertencia –clásica en el conocimiento popular- no frena el flujo de paseantes que se lanzan a tomar la calle, a hacer de la salida una fiesta. Las arterias de la capital aragonesa bullen de zaragozanos empeñados en pasear, en recorrer el corazón de la ciudad, en busca de esas gotas de Pilar que jalonan las esquinas de la capital.


Grupos y parejas, carritos y madres y padres, personas mayores, jóvenes, niños… se arremolinan en torno a un espectáculo callejero, se asoman a una cafetería abarrotada, avanzan entre puestos ambulantes o, simplemente pasean. Sobre todo, pasean.


Los caminantes recorren Independencia de arriba a abajo, se hacen río por la calle Alfonso hacia el Pilar, se envuelven de los sonidos del concierto, mientras se abrigan para despreciar el frío que aumenta conforme avanza la noche.


Caminos de fiesta, deambular errante con el ánimo modesto de empaparse del ambiente que envuelve la ciudad. Felicidad sencilla, jalonada de kilómetros desgastados entre la acera y el asfalto. Almas empapadas de orgullo de su ciudad. Días festivos de paseo.