DESPUÉS DE LA OFRENDA, A LA PLAZA

Una tarde de jotas y bocatas

Los ganadores del XXIII certamen oficial de jota aragonesa mostraron su arte en el escenario instalado en la plaza del Pilar. El viento, molesto en muchos momentos, se convirtió en el protagonista de la tarde. Miles de personas hicieron largas filas en la basílica para besar el Pilar de la Virgen.

Una tarde de jotas y bocatas
Una tarde de jotas y bocatas
M. SANTONIA

Marta Pérez lleva 18 años bailando jotas, pero ayer, antes de salir al escenario de la plaza del Pilar, se sentía como un auténtico flan ante la idea de bailar delante de decenas de miles de personas. Fueron diez minutos de espera que se le hicieron eternos, pero los nervios desaparecieron en el momento en el que su grupo, ‘El Royo del Rabal’, empezó a entonar los compases de ‘Gigantes y Cabezudos’. Durante más de una hora y media, se dejó las rodillas en el escenario con sus punteados y los pequeños saltos que, a medida que evolucionaba el espectáculo, se convirtieron en alardes atléticos.


“Es una maravilla verlos bailar. Yo llevo aquí desde las cuatro de la tarde y me he dejado sin comer un trozo de manto de la Virgen por venir pronto. Pero estoy tranquila porque me lo han guardado mis hijos en la nevera”, señalaba Teresa Gimeno. Ella nunca se pierde el festival de jotas en el que participan los ganadores del certamen oficial y otros grupos.


A su lado, Daniel, un joven ingles, de Bournemouth, asentía con la cabeza, mientras su novia Cristina, de Calahorra, le explicaba las diferencias entre la jota aragonesa y la riojana. “Hemos venido a la ofrenda, y nos ha parecido una preciosidad”, asentía la joven.


Un rato antes habían pasado a besar el Pilar de la basílica, al igual que Silvia, Álvaro y Marcos, que cansados de “cargar” con el peso de los trajes desde primeras horas, se sentaron en un reclinatorio. “Este año se ve menos fila que el año pasado, pero ya me he quedado sin cintas rojas, la gente se las lleva como rosquillas”, apuntaba Ana Sinusía, al salir de la sacristía. Para compensar, se llevó a su casa una cinta amarilla para su amigo Pedro, que acaba de estrenar coche.


Ana había bajado a la plaza acompañada de sus padres para besar a la Virgen, ver las flores y comprar un décimo de lotería, que les vendió Pilar Pérez una lotera malagueña que lleva 18 años viniendo al Pilar a repartir suerte. “Lo que más me ha llamado la atención es el enorme centro de Zaragoza Capital Europea de la Cultura. Se ve nada más entrar”, señaló Ana, mientras observaba el espectáculo de dos mimos, uno vestido de monstruo futurista y otro de cortesana del siglo XVIII.

En un carrito, ajenos al espectáculo de los mimos y los joteros, Emilio y Adrián disfrutaban de su merienda. “Los hemos vestido desde chiquititos, incluso los bautizamos de baturros. Es un honor”, repetía su abuela.


Durante unos minutos, los gemelos perdieron de vista los bocadillos y dirigieron su mirada hacia el cielo, lugar al que volaba un globo de Bob Esponja. El viento, que ayer levantó faldas, enaguas y revolvió muchos pelos, se convirtió en protagonista de la tarde y en el culpable del sofocón del propietario del hinchable que se perdió en el horizonte.