De tú a tú con el Morico

Domingo Carrillo cumple 25 años bajo la piel de uno de los cabezudos más populares. Y no se cansa

Domingo, minutos antes de salir a escena. Un cafecito en El Serrablo y su álter ego, el Morico, bien cerca. Como siempre.
De tú a tú con el Morico
JOSÉ MIGUEL MARCO

Clark Kent se cambiaba en cabinas de teléfono. A Domingo le ha tocado hacerlo en muchos lugares. Pero ambos comparten algo: se tornan en otros para hacer felices a los demás. Clark, en Supermán. Y Domingo Carrillo, en el Morico, una de las grandes estrellas del Pilar. "Para superhéroe, él, no yo", afirma rotundo.

 

Pero algo de heroicidad tiene llevar 25 años portando al famoso cabezudo. Porque bonito es, y querido. "Es muy majo. Y de eso se trata, de que la gente lo quiera. Yo lo quiero mucho", apunta su álter ego. Pero pesa lo suyo. "Sí pesa, sí, pero solo físicamente. A mí, después de tantos años, me sigue pareciendo extraordinario poder llevarlo -cuenta Domingo-. Lo nuestro es como una unión". Y sin el como. Porque estos dos han llegado a un punto en el que hasta hablan, se cuentan cosas. Son casi uno. Y así seguirá, mientras Domingo pueda. "A él se lo digo al primero: me tendrá que aguantar aunque vaya en silla de ruedas", bromea.

 

Y es que lo suyo se remonta muy atrás. Este año, cumple las bodas de plata bajo el Morico. Pero, de pequeño, ya iba a ver los cabezudos. Solo que entonces no sabía que sería el inicio de una bonita amistad? En 1985, Domingo entró al Ayuntamiento como funcionario, pidieron voluntarios y se apuntó con otros compañeros. Quería ser el Morico. Y hasta hoy. "Solo falté unas fiestas porque estuve escayolado. Pero bueno, al año siguiente, fue más emocionante".

 

En este tiempo, le ha pasado de todo: desde tropezones, a niños que le saludaban y ahora tienen veintitodos o abuelos que también portaron el cabezudo y le cuentan sus historias. "Me he llegado a caer en una piscina", se ríe Domingo. Pero lo que más ilusión le hace es cuando algún pequeño del Hospital Infantil, la primera parada de los cabezudos en todas las fiestas, puede unirse al recorrido. "Es una alegría para los críos y más para nosotros, ver cómo disfrutan. Cuando a alguno le dan el alta y me lo encuentro por la calle, me pongo contentísimo", afirma.

 

Sentados uno frente al otro, es fácil adivinar el cariño que la persona siente por el personaje. "Me gustaría tenerlo en casa, lo sacaría en enero o en marzo, por los colegios, igual que lo he llevado en Bélgica, Alemania o Francia. Y me gustaría que algún recorrido pillara al lado del colegio en el que trabajo, el Andrés Manjón, en Delicias", cuenta. Aun así, Domingo está contento, porque este año su amigo tiene muy buen color. "Aunque hay crisis, los han retocado mucho, que ya se quejaban. Y míralo ahí sentado. Está impecable. Yo estoy más cascado", lamenta. Eso sí, el ánimo lo mantiene intacto. "Para hacer de cabezudo hay que sentirlo, tener ilusión, un latiguillo dentro. Yo, en cada recorrido, echo hasta la última gota de energía". Y, claro, con tanta carrera, luego el cuerpo no está para fiestas. "Si quieres hacerlo bien, te pegas una paliza y, al tercer o cuarto día, estás reventado. Siempre salgo a dar una vuelta, pero cansadete", desvela. Es lo que tiene sufrir de doble personalidad. Al menos, una semana al año. "Y en 2010, más -augura-. Serán 26 años. Y esperemos que igual de bien". Pues esperémoslo.