medio ambiente

Proliferación de conejos 'urbanitas': "Están a gusto porque es de lo poco verde que pueden comer"

La sequía, entre otros factores, condiciona la fauna urbana, que ha experimentado un notable crecimiento en glorietas, parques y jardines de Zaragoza.

Los conejos toman la glorieta de Echegaray y Caballero, junto al puente de Hierro.
Los conejos toman la glorieta de Echegaray y Caballero, junto al puente de Hierro.
P. B.

La concurrencia de factores naturales y de cambios sociológicos en el ámbito rural y en los usos agrícolas ha propiciado en los últimos años la creciente densidad de conejos que hay en Zaragoza, y la previsión es que siga aumentando. Así lo advierte el investigador aragonés Carlos Calvete, quien descarta no obstante que se pueda hablar de "plaga" por la connotación negativa que tiene este término. 

"Plaga es cuando hace daño, que no es el caso de estos animales. A lo mejor a las palomas torcaces, que tienen enfermedad transmisible, se les podría calificar en zonas de mucha concentración como tal, pero no por el hecho de estar. Lo que pasa es que no estamos acostumbrados a su presencia", indica en relación a los conejos 'urbanitas' este investigador de la Unidad de Producción y Sanidad Animal del CITA.

Así, en las últimas semanas, influenciados según otras fuentes consultadas por la sequía, los conejos han migrado tomando glorietas, jardines y otros espacios verdes donde encuentran fácilmente alimento.

"El conejo se siente protegido en nuestro entorno. La estepa alrededor de Zaragoza está muy seca, hay muy poca comida, y hay cierta tendencia a que estos animales estén más agusto cerca de zonas donde se riega. Un conejo ve una pradera verde o una glorieta y se le tiene que abrir el mundo, porque pocas veces se ha visto la estepa tan seca. Los animales están a gusto porque es de lo poco verde que pueden comer", explica el divulgador y educador ambiental Ismael Sanz, que no calificaría tampoco de "plaga" esta proliferación de conejos, pero sí que constanta un aumento de ellos en la ciudad de Zaragoza.

Sorprende, no obstante, que en emplazamientos rodeados de tráfico, como la glorieta del paseo de Echegaray y Caballero, junto al puente de Hierro, hayan encontrado el "edén" estos animales, que bien podrían haberse jugado la vida como si fueran los protagonistas de un videojuego sorteando buses, coches, bicis y patinetes hasta llegar a su madriguera, en medio de esta rotonda. 

"Un conejo ve una pradera verde o una glorieta y se le tiene que abrir el mundo, porque pocas veces se ha visto la estepa tan seca"
Un conejo en la rotonda de Echegaray y Caballero, a la altura del Coso Bajo.
Un conejo en la rotonda de Echegaray y Caballero, a la altura del Coso Bajo.
P. B. P.

A juicio del naturalista Isamel Sanz, el hecho de que estas zonas verdes de la ciudad se rieguen más y sean más húmedas puede ser un atractivo para los conejos, ya que actualmente el monte, en tema de hierbas y de pastos, "está seco como en pleno mes de agosto", alerta. 

"Como no ha llovido, escasez de comida para conejos tiene que haber por fuerza. Y aunque son animales adaptados a las sequías, una cosa es una cosa y otra que lleve cuatro meses sin llover", apostilla este ecologista. 

Influye también en esta proliferación urbana el hecho de que "hay poca depredación" por parte de aves rapaces

"Nuestras rapaces están muriendo por muchas causas: desde molinos de viento, que ha aumentado el número de rapaces muertas al año a la electrocución con líneas eléctricas... De esta forma, si faltan depradadores, animales tan abundandes como los conejos -que se reproducen muchísimo- pueden llegar a disparar su población", advierte. 

La sequía, entre otros factores, condiciona la fauna urbana, que ha experimentado un notable crecimiento en glorietas, parques y jardines de Zaragoza

No obstante, Sanz niega que esto pueda suponer una amenaza para la ciudadanía o que puedan traer enfermedades. "No es algo grave, ni hay peligro de que nos puedan hacer daño de ninguna manera. La gente le echa la culpa a las garrapatas de que hay muchos conejos, y eso tampoco está del todo demostrado. Cualquier mamífero puede llevar garrapatas, incluso los perros", afirma este ecologista. 

¿Qué pasa con las garzas?

Curiosamente, y de forma paralela a la proliferación de conejos 'urbanitas', ha aumentado también en la ciudad la presencia de otras especies, como las garcillas (un ave blanca pequeña de menor tamaño que la garza) que abunda en la ribera del Ebro. 

"La garcilla, igual que la garza, está perfectamente en el río, pero puede salir a zonas limítrofes a alimentarse", explica Sanz, al indicar que esta ave zancuda se puede encontrar tanto en el río como en un campo de alfalfa que esté al lado e incluso en un parque urbano que haya cerca. "En ningún momento son plagas ni producen ningún daño al ser humano. Todo lo contrario, ayudan a equilibrar el ecosistema. Muchas aves zancudas quitan de los campos y de nuestro entorno gran cantidad de roedores; comen mucho topillo, mucho ratón y mucho insecto, que en esta época del año son abudantes, y si hay animales que se los coman es bueno", recalca este educador ambiental.

Conejos dispersantes, y acostumbrados a la ciudad

Al contrario de lo que ocurre en el campo, donde la fauna salvaje suele huir y esconderse ante la presencia del hombre, en la ciudad los animales se han acostumbrado a ella. "Los animales funcionan de la siguiente manera: si ven que el hombre no es una amenaza se dejan acercar y no nos tienen miedo. Estos conejos ven que están pasando coches y gente todo el día, y que no les atacan ni les amenazan. Pasa lo mismo con la fauna urbana en el Ebro, pero luego vas a un entorno más natural e igual se espantan. La fauna, cuando sales al campo, nos tiene mucho más miedo porque llevamos años persiguiéndola, pero si no se siente amenazada, los animales no tienen ningún miedo a nosotros", asegura Sanz. 

Y a la inversa, tampoco hay por qué tenerles miedo. Los expertos insisten en que no suponen una amenaza actualmente para la ciudadanía. Carlos Calvete, investigador del CITA que estudia a estos animales, explica que en estos momentos la proliferación de conejos no supone ningún riesgo para la población. A su juicio, tampoco es que estos conejos vayan buscando "el verde", sino que viven muy bien.

"Los conejos hacen su madriguera y tienen muchos números para poder vivir mucho tiempo. Un conejo asentado con su madriguera se puede mover máximo 600-700 metros cada noche para comer y beber. Aquí en el CITA, aldedor de nuestra finca, hay muchos cultivos de regadío, y este año que tienen sequía están pasando todos a comer a nuestros campos de cultivo experimentales. Pero hablamos de una escala de centenares de metro, porque los conejos aguantan si no muchísimo. Se pueden alimentar de vegetación muy basta si solo se han de mantener ellos", explica.

Calvete se refiere a estos animales que han tomado la ciudad como "conejos dispersantes", porque son ejemplares juveniles que no se van a quedar con la familia, sino que empiezan a emigrar y el radio de dispersión rondará entre los 800 metros y un kilómetro de media. 

"Esos son los que se ven en muchos sitios ahora y en Santa Isabel, por ejemplo, en esta época se ven incluso por debajo de los coches. Los conejos están criando en la zona del Gállego y como no saben dónde ir, alguno se va por donde no debe... Esto es muy normal en otras ciudades europeas. De hecho, se hace como con las palomas, donde hay mucho y estropean los jardines y demás se ponen cajas trampa. Esto es algo que tendremos que asumir porque va a ocurrir igual", vaticina.

El máximo poblacional, en primavera

En cualquier caso, es en esta época del año cuando la población de conejos alcanza su máximo exponencial para luego descender rápidamente, aunque no tanto como en épocas pasadas. "La mixomatosis redujo la población de conejo en el siglo pasado, luego vino la enfermedad hemorrágica en los años 80 que diezmó las poblaciones y nos quedamos prácticamente sin ellos en los montes. Pero es cierto que con el tiempo los conejos se van adaptando y desde hace diez años que mutó el virus hemorrágico y ya no es tan letal, hay muchas más poblaciones, porque las enfermedades ya no son el freno que eran antes", añade este investigador. 

Del mismo modo, apunta también a otro factor sociológico, el que tiene que ver con las formas de vida en el medio rural. "En esa España Vaciada, ya no tenemos los hábitos de cazar o de cautivar animales para venderlos como se hacía antes. El conejo ahora no tiene las enfermedades, no tiene una población humana que lo esté explotando y tiene una agricultura propicia para que se vayan reproduciendo y se meta en los parques a hacer tranquilos sus madrigueras en la ciudad", explica.

Además, es en esta época del año cuando más se reproduce esta especie. "Durante los meses de abril y mayo crían dentro de las madrigueras, donde dan a luz las conejas, y los gazapos no salen hasta dentro de un mes. Cuando salen lo hacen a tomar el sol y poco más", afirma Calvete. 

En cualquier caso, y más allá de algunas cepas de leishmaniosis que preocuparon en Madrid hace un par de años por las altas poblaciones de conejos que había, la densidad de población de esta especie que hay en Zaragoza no tiene por ahora ninguna implicación epidemiológica.

"Este foco de Madrid ha sido muy único. No son circunstancias normales", concluye. 

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