Las Cuerlas, el pueblo de 40 habitantes que se resiste a quedarse sin bar

El Ayuntamiento da empleo y casa a una persona que ejerce las funciones de alguacil y que, al mismo tiempo, lleva este establecimiento.

Eva Ríos es de San Sebastián y llegó a Las Cuerlas en enero para llevar el bar.
Eva Ríos es de San Sebastián y llegó a Las Cuerlas en enero para llevar el bar.
Heraldo.es

Las Cuerlas llevaba nueve meses con el bar cerrado y ya se había perdido la esperanza cuando apareció en el Ayuntamiento el currículum de Eva Ríos. Para este pequeño pueblo de la comarca Campo de Daroca, donde están censadas 40 personas pero apenas viven doce, el bar lo es todo. Por eso, cuando la persona que lo llevaba anteriormente dijo que lo dejaba, desde el Consistorio se empezó a buscar sustituto rápidamente.

La fórmula que desde el equipo municipal de Gobierno se ha elegido para mantener con vida este negocio que no siempre es rentable es combinar las labores de alguacil con las de gestor del bar. Además, la persona en cuestión no paga en concepto de alquiler del local, que es del Ayuntamiento y está totalmente equipado, ni tampoco la cuota de autónomos, que también corre a cargo de las arcas municipales. Para mayores facilidades, también se le proporciona una casa donde vivir. “Valoramos mucho la apertura del bar y procuramos que quien esté, esté lo mejor posible porque sabemos que si a esa persona no le compensa, no va a estar ahí”, explica Ana Felisa Torrijo, alcaldesa de Las Cuerlas.

A principios de año, Eva Ríos mostró su interés en quedarse con el puesto y, desde el primer momento vieron que su perfil encajaba con lo que necesitaba el pueblo. “Tenía experiencia en el sector y las características de una persona a la que nada le viene grande, tanto en el puesto de alguacila como para llevar el bar, dos facetas que había que compensar. A ambas partes nos encajó y desde enero está viviendo en el pueblo”, resume Torrijo.

Eva tiene 52 años y nació en San Sebastián. Confiesa que desde siempre había soñado con irse al sur pero una oferta de trabajo en un bar de Huesca la trajo hasta tierras aragonesas. Después de dos años se planteó volver a casa, donde está su familia pero las cuentas no le salían. “La vida es muy cara allí y, además, me resulta muy agobiante la ciudad. No me gustan las multitudes”, asegura. Así, mientras buscaba posibles alternativas laborales dio con la del bar de Las Cuerlas y apostó por ello.

Antes de llegar a este pequeño pueblo zaragozano, Eva había trabajado como extra en hoteles y también ha estado en cocinas de varios restaurantes. Ahora, es una más en Las Cuerlas y sus vecinos no dudan en echar una mano siempre que pueden. “Como saben que estoy sola me ayudan mucho. Siempre se acercan a la barra a por las cosas y están pendientes de si necesito cualquier cosa”, explica. Esta es, probablemente, su manera de agradecerle que haya devuelto la vida al pueblo, reabriendo el bar. Su oferta gastronómica no puede ser muy extensa y cocina mucho por encargo pero Eva procura siempre tener verdura y ensaladas, sobre todo de cara al verano, así como pastas y arroces.

También elabora tapas y pinchos de tortilla, así como carnes y pescados. “Por aquí son muy típicos los almuerzos, que se fundamentan en huevos, chorizo, longaniza etc.”, explica. Los comerciales de la zona también han puesto de su parte para que el negocio saliera adelante y, según comenta Eva, van incluso cuando tienen el día libre, si hace falta. Además, se han repuesto vasos de todo tipo, así como otros utensilios y mesas y sillas nuevas para todo el pueblo.

En sus planes a corto plazo está que una amiga se mude al pueblo para ayudarle con el bar, sobre todo con vistas a los meses de vacaciones, cuando suele haber más vecinos en Las Cuerlas. Por el momento, tanto ella como la alcaldesa están contentas con cómo están yendo las cosas porque, además de haber anunciado en diversos canales de información que el bar estaba de nuevo abierto, el boca a boca también está funcionando muy bien. “La gente que pasa por el bar nunca se va descontenta. A veces incluso tengo que recordarle a Eva que está aquí para ganar dinero pero lo de cuidar al cliente a cambio de nada lo lleva en la sangre”, asegura la edil.

Todos se reúnen en el bar, se toman un café, charlan un rato. El bar es el único servicio que queda abierto en el pueblo. No hay ninguna tienda y, por suerte, el panadero de Bello les lleva el pan. “Viene pase lo que pase, aunque esté nevando. Es más una labor social que un negocio”, reconoce Torrijo. Por otro lado, el médico pasa una vez a la semana y también tienen recogida de residuos y atención a personas con dependencia, prestados ambos por la comarca. “Un bar en un pueblo es vida. En él los vecinos no solo se toman un café o una cerveza sino que es su lugar de reunión”, defiende la alcaldesa.

Torrijo lleva en el cargo solo una legislatura y ahora se vuelve a presentar, aunque dice que ya será la última. “Lo hago porque me gustaría dejar todo lo que hemos empezado algo más encarrilado”, explica. Uno de sus principales proyectos de futuro es, como ya se está haciendo en muchos otros pueblos del medio rural, apostar por la rehabilitación de viviendas para ofrecerlas a nuevos pobladores que quieran, como ha hecho Eva, asentarse en Las Cuerlas.

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