Vecinos del edificio okupa incendiado en Zaragoza: "Tiraban sillas y piedras desde la terraza, era un sinvivir"

Los residentes aseguran que los problemas se habían multiplicado hacía dos meses y que ni siquiera se atrevían a pasar por la acera.

Expectación en torno al número 83 de Compromiso de Caspe
Expectación en torno al número 83 de Compromiso de Caspe
Heraldo

El incendio y desalojo del edificio okupa situado en el número 83 de Compromiso de Caspe ha generado una enorme expectación en Las Fuentes. Decenas de personas han seguido este jueves desde la acera de los números pares los trabajos de la Policía y los operarios del Ayuntamiento de Zaragoza, que ha ordenado tapiar por completo los accesos.

Se trata de un bloque “muy conocido” en el barrio. “Era un sinvivir. Ni siquiera se podía pasar ya por enfrente por los olores y los ruidos. Hemos llegado a ver a gente orinando desde las terrazas a la calle”, decía Raquel, una de las presentes. La situación había empeorado desde hacía dos meses, registrándose los mayores picos de tensión el pasado martes. “Estaba esperando en el banco a que abriera la frutería y empezaron a tirar sillas de la playa. También arrojaron piedras y le dieron a un hombre. Era muy peligroso”, relataba otra de las vecinas.

Ese mismo día, dos de los okupas empezaron a discutir a gritos desde el edificio con una tercera persona. “Nos temíamos que pudiera pasar algo así. En los últimos meses hemos denunciado lo que estaba pasando a través de redes sociales y hemos llamado a la Policía, al Ayuntamiento, pero nada”, lamentaba Raquel.

Laura, que okupó durante más de cinco años el 1º Izquierda, era plenamente consciente de lo sucedido. Aunque actualmente vive de alquiler en otro edificio, aún conserva las llaves y suele pasarse a menudo. “Me enteré de lo que había ocurrido y vine de inmediato, estuve hasta las 2.00. El mío es uno de los pocos pisos que estaba en condiciones”, defendía. En las últimas horas ha podido recoger parte de las pertenencias que aún conservaba, y espera que la llamen para poder volver otra vez antes de que sea demasiado tarde.

Según cuenta, los vecinos más problemáticos estaban “del segundo para arriba”. “Era imposible enfrentarse a ellos. Daba miedo hasta subir”, explicaba. El bloque estaba ya “destrozado” antes del incendio. No había luz ni agua, y los patios de luces y los ascensores estaban “llenos de basura”. La situación había llegado hasta tal punto que un vecino se había hecho su propia ‘vivienda’ en la entrada del edificio.

Nerea Rodríguez sufría las molestias a diario. Vive en la calle de Rodrigo Rebolledo y sus ventanas dan al patio. “Antes de que tapien todo deberían limpiar. Hay orines, heces, ratas y cucarachas. Los días de cierzo o mucho calor es imposible, tengo que tener las ventanas cerradas”, reconocía. Según apunta, apenas son dos los vecinos que no causaban problemas. “Del resto, mejor no hablar. Había mucho salvaje”, señalaba.

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