El lagar rupestre de Rueda de Jalón, una excepción al sur del Ebro

La llamada 'piedra de Catraca', un gran bloque de caliza de ocho metros de largo, unos cuatro de ancho y más de dos de alto, sirvió para obtener vino, y es de los pocos hallados en estas latitudes.

El lagar rupestre de Rueda de Jalón.
El lagar se encuentra en una zona rica en yacimientos
Macipe

Entre Rueda de Jalón y Épila emerge un gran bloque de caliza que salta a la vista: son cerca de ocho metros de largo, cuatro de ancho y más de dos de alto. Se le conoce popularmente como la 'piedra de Catraca' y hasta hace poco permanecía oculta debajo de una marabunta de zarzas. De ella se tenían muy pocas certezas, entre ellas que llegó allí por un presumible desprendimiento de los cercanos riscos por los que hoy pululan las cabras y corzos. Desde hace pocos días, se ha podido esclarecer que fue utilizado a modo de lagar rupestre, lo que le convierte en una excepción al sur del Ebro.

"Es el primero que se ha podido documentar en esta margen del río. Al norte, en la Litera, Somontano y en Cinco Villas, sí que hemos podido registrar entre 210 y 230 ejemplares, algunos de época romana por los restos cerámicos cercanos, pero no en esta parte", argumenta Eugenio Monesma. Para realizar esta afirmación, este reconocido documentalista etnográfico y experto en patrimonio y tradiciones comprobó sobre el terreno lo que las primeras impresiones daban a entender. "José Alfredo Polo, a través de Manuel Ballarín, me hizo llegar unas fotografías y vi que podía haber algo", cuenta.

Esas imágenes recogían la parte superior de esa gran masa de piedra, más o menos llana. Se puede comprobar que en ese nivel se encuentra lo que se denomina como 'pisadero' -donde se aplastaban las uvas con los pies- y aprovechando la inclinación natural se conducía el jugo hacia un 'laco'. Para llegar a él, se talló un pequeño canal en el que se colocaba, explica Monesma, "un filtro con ramillas finas, haciendo un 'fajé', de tal modo que al pisar solo pasa el caldo y el hollejo se queda para una segunda prensa".

Ese 'laco' tiene unas dimensiones de un metro por 1,20 y unos 70 centímetros de profundidad. Allí se podían llegar a almacenar hasta unos 1.000 litros de mosto, según estima Monesma, que tendrían la posibilidad de fermentar allí o ser trasladados en botijos hasta una bodega. En el fondo han encontrado un 'pocillo', de unos 20 centímetros de diámetro y unos cuatro de hondo, que servía para que los pocos restos sólidos que hubieran traspasado el filtro –pepitas- no enturbiasen el propio líquido.

Sobre a qué época perteneció, Monesma explica que cerca han encontrado en buen estado una piedra que sería el contrapeso de libra y dibuja una posibilidad, aunque remarca que no hay certezas. "Son lagares que se empiezan a fomentar desde la Reconquista, con el cultivo del viñedo para la función alimentaria y religiosa", argumenta.

"Este es un lagar muy sencillo, con pisadera y laco. Hay otros con cubo de fermentación, pero este es muy sencillo, como los que se pueden ver en Galicia, Portugal, en Salamanca o en La Rioja. En esta zona, según publicó Margarita Contreras, se da la misma circunstancia: centenares al norte del Ebro y apenas una decena al otro lado del cauce.

En este caso, Monesma indica que "en la zona de Alcañiz y Caspe tenemos que revisar unas estructuras que posiblemente sean, pero el de Rueda es el primero documentado al sur del Ebro". También recuerda que junto a Benito Báguena intentaron encontrar algún lagar de este tipo en la zona de Cariñena pero que "no había, porque hablamos de conglomerado que no se presta a este sistema".

Un enclave rico en vestigios

Manuel Ballarín, historiador, participó hace más de tres décadas en unas prospecciones realizadas por el equipo del arqueólogo Jesús Ángel Pérez Casas, ante el alto valor que se le presuponía a la zona. En esas labores se encontraron restos, en el mismo entorno, de una villa romana y dos necrópolis, una de mayor tamaño y otra en la zona del risco del que pudo caer la piedra. "Entonces ya vimos la piedra, pero no supimos encontrarle una explicación. Hasta que hace dos años se lo comenté a José, por si podía acercarse y hacer unas fotos", comenta el propio Ballarín.

Su ubicación exacta está a orillas de la carretera, a un paso. Pero se encuentra dentro de una finca agrícola en cultivo y de propiedad privada, por lo que el acceso ha de hacerse bordeando el terreno con cuidado de no dañar lo plantado. Semejante volumen de piedra hoy se hace evidente ante un simple vistazo, pero hasta hace poco estaba tapado por la maleza. Entre aquella vegetación se fue abriendo paso José Alfredo Polo, vecino de Épila y amante del patrimonio de la zona: "Me vine con una pala y dos azadas, y fui despejando el camino como pude".

Ballarín, por su parte, relata un episodio "sorprendente" y traba con una conjetura sobre el mismo lugar. "Hace un tiempo, mientras trabajaba con el archivo de Épila encontré un documento del siglo XIX que transcribía uno del siglo XVI en el que se citaba 'el cantón de la viña de los celtas", cuenta. Lo curioso, según él, es que "lo habitual, especialmente en Aragón, es que las cosas antiguas se relacionen con los moros" y subraya que "en el siglo XIX apenas se sabía algo sobre los celtas, ya que las primeras excavaciones arqueológicas son de principios de ese siglo".

Observando algunos detalles que aparecen en ese escrito, Ballarín plantea una hipótesis con el lagar: "Es algo que no puedo asegurar, pero por los topónimos de ese documento deduje que podría estar por esa zona o tener algún vínculo", sopesa, remarcando que no cuenta con argumentos más contundentes.

En puntos como Luna, en las Cinco Villas, se han recuperado, por la iniciativa de una asociación local como Banzo Azcón, distintas estructuras rupestres relacionadas con el cultivo de la vid. Para ensalzarlas se ha trazado una ruta que discurre por nueve lagares de la zona de de La Paul, a lo que se añaden otros en Las Barreras y Val de Sodarbe.

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