Veletas que beben los vientos en el cielo de Zaragoza
Las hay con dragones y brujas, artísticas con el sello del mismísimo Pablo Gargallo o tan singulares e identificativas que, incluso, dan nombre a sus vecindarios.

Cuentan que hace 160 años, cuando comenzaron a registrarse profesionalmente las mediciones del viento, desde Instituto de Meteorología de Madrid advirtieron a sus colegas de Zaragoza de que las veletas no les funcionaban bien. No creían que fuera posible que los registros recibidos señalaran siempre un único viento que soplaba en la misma dirección: bienvenidos al tozudo y persistente cierzo.
Ya entonces figuraban en decenas de edificios de la capital del Ebro un buen número de veletas, algunas eran decorativas (se pusieron de moda en los edificios elegantes del siglo XIX) y otras contaban con una utilidad científica. En Zaragoza aún persisten unas cuantas que se dejan mecer por el viento y que el paseante con una mirada audaz conseguirá identificar -a veces se confunden con cruces y antenas- en cuanto alce la vista.
“No soy ningún experto, simplemente soy un paseante que observa y fotografía cuanto le parece curioso”, comenta José María Sorando, autor de la web loqueveoenzaragoza.com, donde se reúne la mayor colección de fotografías de veletas de la ciudad. Sorando comenzó a documentarlas en 2009 y explica que nunca se ha encaramado a terrazas o atalayas para conseguir la ansiada instantánea, sino que “todas fotografiadas desde la calle y con buen zoom, por supuesto. Una vez localizada la veleta, daba vueltas al edificio para elegir en cada caso el mejor punto de vista”, explica.

Entre las veletas más distinguidas de Zaragoza figura la de la Cámara de Comercio, que tiene un especial atractivo por coronar una torre que es una suerte de guía ya casi al sur de la ciudad. Se trata de un león, símbolo de la ciudad, que se repintó de rojo en 2006, en la que fue la última restauración del edificio, que llevó a cabo el arquitecto José Manuel Pérez Latorre.
Esta veleta es fina, elegante y efectiva, pues a diferencia de otras que son más decorativas, cuenta con la inscripción de los puntos cardinales y está bien equilibrada para que el peso de su figura sobre la flecha no afecte al eje de giro ni desvirtúe el registro de la intensidad del aire.
Otra de las veletas que enseguida viene a la cabeza de los zaragozanos es la de la torre de la Magdalena, con un primoroso gallo que da nombre al entramado de calles que rodean al templo. Así como San Pablo es la parroquia del ‘Gancho’, la Magdalena es la del ‘Gallo’, que -según explican sus feligreses- recuerda la necesidad de estar bien despiertos para recibir el nuevo día.

Son muchos los gallos en las veletas de Aragón y de medio mundo, pues cuentan que en el siglo IX el papa Nicolás I decretó que se debía exhibir un gallo en la aguja de las iglesias europeas para simbolizar las tres negaciones de San Pedro a Jesús después de la última cena.
Pero, ¿desde cuándo existen las veletas? El afán por medir la dirección del viento ha estado presente en toda la historia de la Humanidad y los exégetas sitúan “la veleta más antigua documentada” en la Torre de los Vientos de Atenas, allá por el año 48 a. C. por obra y gracia del astrónomo Andrónico de Cirro. Antes de su existencia se usaban banderines de tejido para mostrar la dirección del viento (sobre todo eran útiles a los arqueros) y, después, ya con representación de animales o criaturas fantásticas, las veletas llegaron a formar parte incluso de los instrumentos de navegación de las naos.

De vuelta al gallo, hay otro que no está demasiado a la vista en Zaragoza pero que sí merece la pena hacer un acrobático escorzo para descubrirla. “Mi veleta preferida es la que corona el Museo Pablo Gargallo por un doble motivo: su calidad artística y lo difícil que es de ver. Reproduce una escultura obra del propio Gargallo y yo sólo logré fotografiarla en invierno desde el inicio de la calle Candalija, junto a la calle Alfonso. En otras épocas del año esa perspectiva la tapa las hojas de los árboles de la calle”, explica José María Sorando Sorando. Para quienes no tengan tanta destreza o paciencia, debe apuntarse que en el interior del museo hay unos cartones recortados en 1930 por el artista maellano con los diseños de su original veleta.

¿Otros instrumentos de este estilo en Zaragoza? Algunos ávidos paseantes han reparado en lo curiosa que es la que corona la torre de la antigua fábrica de Giesa, cuyos terrenos están ahora en ‘reinvención’. También otros oteadores advierten de la batalla entre un arcángel y un demonio en una de la campana de los perdidos, o lo que es lo mismo, la aguja de la iglesia de San Miguel. En la sede de Independencia de HERALDO, junto al palomar y aunque apenas se ve desde la calle, hay una veleta con las letras HA, mientras que en lo alto del colegio de Miraflores se acuna una misteriosa bruja. Un último detalle, para evidenciar que hoy ya las hay de todo tipo y condición, existen incluso veletas bien niveladas con el escudo del Real Zaragoza (y otros muchos equipos) a la venta en internet.