comercio y personas mayores

Detallista del Mercado Central: “Hacemos casi de psicólogos con nuestros clientes”

Los comercios de cercanía llevan décadas como lugar de encuentro entre vecinos y se convierten casi en una terapia para combatir la soledad no deseada en las personas mayores.

Personas mayores conversan con un detallista del Mercado Central de Zaragoza.
Personas mayores conversan con un detallista del Mercado Central de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Las prisas, la falta de tiempo y el estrés del día a día se traslada también a la forma que tenemos de hacer la compra. Los supermercados lo saben y desde hace años han implementado maneras más eficientes para pagar, entre ellas, las cajas rápidas, y más recientemente, las cajas auto-cobro que ya proliferan en muchas grandes superficies. En contra de tal vorágine de inmediatez, hace unos días conocíamos la noticia de que Jumbo, una cadena de supermercados holandesa, había creado una caja lenta para pagar.

Se trata de una caja dirigida especialmente a personas que quieren tomarse su tiempo para comprar y tener una conversación. Desde la compañía han explicado que con esta iniciativa pretenden "ayudar, sobre todo, a las personas mayores que pueden sentirse solas". Estas cajas lentas han tenido tanto éxito que las han instalado ya en 200 de sus tiendas. En la actualidad no existen en nuestro país iniciativas de este tipo en los supermercados, sin embargo, la alternativa española a la caja lenta es más antigua que cualquier gran superficie: hablamos del comercio de cercanía.

La alternativa a la caja lenta es más antigua que cualquier superficie: el comercio de cercanía.

“La gente mayor siempre ha acudido al pequeño comercio porque les damos un trato personalizado”, dice José Carlos Gran, detallista del Mercado Central de Zaragoza. “Nosotros tenemos con nuestros clientes una comunicación directa en la que hablamos de muchas cosas, nos cuentan sus problemas personales, sus enfermedades, cuestiones que afectan a sus hijos… hacemos casi de psicólogos”, explica Gran.

Tras más de 45 años detrás de su puesto, que ya pertenecía antes a sus padres, este detallista sabe detectar la soledad no deseada en las personas mayores. “Cada día vemos más personas de entre 65 y 75 años, que son perfectamente válidas, pero que están solas y vienen a comprar para adquirir sus productos, pero también para hablar”, apunta Gran. “Notamos que quieren tener un rato en el que compartir sus experiencias y tener contacto con otras personas”, añade. “Acuden a nosotros con sus problemas por la relación de confianza que existe después de años viniendo a comprar al mismo puesto”, asevera el detallista.

"Te cuentan que padecen cáncer o alzhéimer y ves su deterioro con el paso de los meses".

 “Algunos de mis clientes ya lo eran de mi madre y me han visto crecer en el puesto. Hace 45 años mi madre me traía al mercado y yo dormía bajo el mostrador mientras ella atendía”, recuerda Gran. Por eso, sus clientes le hacen confidente de sus enfermedades. “Te cuentan que padecen cáncer o alzhéimer y ves su deterioro con el paso de los meses. Te identificas con ellos también por nuestras experiencias personales”, afirma. “Te acuerdas de cosas que te han pasado, el estómago te da un vuelco y te sientes mal. Te toca la vena sensible”, concluye el detallista.

Un vínculo familiar

La soledad no deseada afecta al 22% de los aragoneses según los datos del Gobierno de Aragón. Esto significa que uno de cada cinco aragoneses no tiene familia ni una red cercana de contactos con los que compartir una charla o hacer partícipe de sus preocupaciones. Muchos de ellos aprovechan sus pequeñas compras diarias para hacerlo y testigo de ello son los comerciantes de pequeños negocios y quienes están detrás de los mostradores de los diferentes mercados de Zaragoza. 

Los detallistas conocen a los clientes por su nombre y establecen un vínculo con ellos que va más allá del comercial”, dice Fernando Benito, gerente del Mercado Central de Zaragoza. “Muchos de ellos llevan 30 años comprando en el mismo puesto y la relación que tienen con el detallista es casi de familia”, explica Benito. “Los ven más que a sus hijos”, añade. “Por ese motivo el trato es tan cercano. El detallista les pregunta cómo están, se interesa por su estado de salud y por la familia”, continúa el gerente. 

También se alarman si tardan en venir varios días. “Preguntan a otros clientes para saber si le ha pasado algo o incluso llaman a su casa para interesarse por ellos si han sabido que se encuentran enfermos”, explica Benito. “Si alguno fallece, te llevas un disgusto porque la relación que se establece es muy cercana”, afirma. En pandemia, además, “muchos compañeros llevaban la compra hasta la puerta de los pisos de ancianos que se encontraban con covid y no podían salir. Dejaban el cobro para más adelante, cuando se hubiesen recuperado, porque muchos no se entendían con las nuevas tecnologías para pagar”, recuerda el gerente.

Sabemos que hay gente mayor que viene solo a tener una conversación, como cuando se suben en un taxi. Es un acto social para ellos”, apunta Benito. “Hay quienes se arreglan solo para acudir al mercado y ‘coger capazo’. No solo con el detallista, sino con otros clientes, porque muchos se conocen entre sí de venir todos los días o porque son vecinos y se van parando con unos y otros para conversar”, concluye el gerente.

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