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El repunte de agresiones y altercados obliga a los taxistas a evitar puntos ‘calientes’ en Zaragoza

Las denuncias por ‘simpas’, lesiones e incluso raptos han llegado a traducirse en penas de cárcel.
La instalación de cámaras se ha generalizado y ha permitido aclarar hasta algún caso de abusos.

La cámara instalada en el taxi grabó al individuo que coge una barra de hierro con la que segundos después rompería la ventanilla del copiloto del vehículo.
La cámara instalada en un taxi grabó al individuo que coge una barra de hierro con la que segundos después rompería la ventanilla del copiloto del vehículo.
Heraldo

El de noche ha sido siempre un turno bastante ingrato para la mayoría de los taxistas de Zaragoza, a los que históricamente les ha tocado capear con beodos y confiar en su instinto para no subir al coche a la persona indebida. Pero el colectivo reconoce que en los últimos dos o tres años, coincidiendo con la pandemia y sus restricciones, la situación se ha agravado sobremanera. Hasta el punto de que las agresiones, los altercados y los ‘simpas’ se han convertido si no en el pan de cada día, sí en algo demasiado frecuente.

Y una de las víctimas de este rebrote de la violencia recuerda a HERALDO algo importante: "Antes, sabías de quién no fiarte. Ahora, te la puede liar cualquiera. Desde un chaval o chavala de 20 años a un matrimonio de 50". 

Los taxistas zaragozanos, gremio que aglutina a casi 1.800 profesionales del volante, no solo perciben sino que han empezado a sufrir lo que definen como una "normalización de la violencia". Un fenómeno que les ha obligado a recurrir a la instalación de algo más de 450 cámaras de seguridad y a evitar puntos ‘calientes’ para poder trabajar de madrugada. Prefieren no identificar dichas zonas para no estigmatizar, pero admiten que se ubican en torno a varios locales de ocio nocturno. 

El gremio ha optado también por la vía judicial para frenar el notorio incremento de los impagos y las denuncias por estafa alcanzan ya cada año el centenar. "Se trata de delitos leves, pero la reincidencia ha hecho que algún mal llamado cliente acabe en prisión", señala el abogado de Asociación Provincial de Autotaxi Zaragoza, Marco Antonio Navarro.

Así le ocurrió a Javier L. B, un vecino de La Puebla de Alfindén que se vio obligado a pasar un mes entre rejas por no abonar un viaje de ida y vuelta en taxi a Zaragoza. El encausado, de 40 años, podía haber evitado su encarcelamiento pagando la multa de 360 euros a la que fue condenado. Sin embargo, el hombre ni siquiera se presentó al juicio. Y como después tampoco dio señales de vida, la titular del Juzgado de Instrucción número 4 dictó una orden irrevocable de ingreso en prisión.

Pero ni siquiera la privación de libertad parece haber servido de escarmiento a esta persona, a la que se ha imputado ya varias veces por estafas similares. De hecho, tiene abiertas unas nuevas diligencias por otro ‘simpa’ de 81,50 euros perpetrado el pasado 10 de julio. Para engañar al taxista, esta última vez el estafador se identificó como guardia civil.

La inseguridad se agrava cuando el perjuicio no es solo económico, sino también físico. Como ejemplo reciente, lo ocurrido en la madrugada del pasado 15 de octubre, en plenas Fiestas del Pilar, a un veterano taxista. Sobre las 6.30 recogió a una pareja de mediana edad en la céntrica calle del Carmen. Como explicó en su denuncia ante la Policía, querían ir al Arrabal, pero durante el trayecto el varón empezó a insultarle diciéndole que no iba por el recorrido correcto.

Parecía bebido y se inventaba hasta el nombre de las calle, así que el conductor decidió parar y pedirles que se apearan. No les exigió ningún dinero, pero tampoco pudo evitar recriminar al cliente el portazo que dio al bajarse. Acto seguido, la pareja se abalanzó sobre el taxista y empezó a darle golpes y patadas. La agresión acabó con la intervención de la Policía Nacional.

Y este ataque no es ningún hecho aislado. También a finales de octubre, un juzgado de Zaragoza condenó a Sergio G. G. por conducir a otro taxista hasta un callejón sin salida de Oliver, donde le obligó a bajarse de forma violenta marchándose con el vehículo. Le pedían hasta cinco años de cárcel, pero terminó condenado a un año de internamiento en un centro psiquiátrico.

El Juzgado de lo Penal 4 condenó también el año pasado a tres jóvenes por ‘secuestrar’ a un taxista para ir a comprar cocaína. El conductor pasó miedo, ya que le obligaron a hacer giros prohibidos y amenazaron con tirarlo al Ebro.

Como explica el presidente de la Asociación Provincial de Autotaxi, Miguel Ángel Perdiguero, ha aumentado la violencia "gratuita", física y verbal. "La falta de educación, los insultos y las amenazas están a la orden del día", afirma. Aún recientes las Fiestas del Pilar, recuerda lo "difícil" que fue trabajar en zonas como Valdespartera y el recinto Ferial, donde a los conductores que no iban libres los recibían con patadas y escupitajos.

Por todo ello, los taxistas se están viendo obligados a desarrollar otras habilidades no relacionadas con el volante, como es la "psicología". "Vamos solos y en un habitáculo pequeño. Afortunadamente, las cámaras que muchos llevamos y las pegatinas de advertencias de que todo queda grabado, dentro y fuera, están funcionando muy bien y más de uno se lo piensa y se corta", manifiesta.

Las cámaras no solo sirven para proteger a los taxistas, sino también a los pasajeros. Así ocurrió con los abusos sexuales que un joven de 20 años cometió contra una amiga que había bebido y se quedó medio dormida. Las imágenes sirvieron para que la Audiencia lo condenara a tres años de prisión.

"Me rompieron la ventanilla del taxi con una barra de hierro cuando llevaba a una pasajera"

No se le olvidará fácilmente. Pedro –prefiere dar este nombre, aunque no es el suyo– circulaba este verano de madrugada por la calle de Mariano Barbasán cuando, al llegar a la altura de Latassa, se encontró con un grupo de jóvenes y unas vallas de obra en medio de la calzada. "Tuve que bajarme para quitarlas, pero lo peor vino segundos después, cuando me rompieron una ventanilla con una barra de hierro", cuenta. Tanto él como la pasajera que llevaba se llevaron un susto tremendo. "Si en lugar de darle al cristal del copiloto le dan a la ventanilla de atrás, no quiero pensar que le hubiera ocurrido a esta clienta", dice el taxista, con más de 30 años de experiencia al volante.

Pedro ha notado un cambio sustancial en el comportamiento de los jóvenes como clientes. "Beben hasta que se caen, chicos y chicas. Y como se monten cuatro juntos, ya la has liado, porque se multiplican las actitudes violenta", dice.

"Ya no hay distinción entre el tardeo y la noche"

"Desde la pandemia me he quitado la noche porque ya no me gusta, aunque creo que, de un tiempo a esta parte, tampoco difiere mucho del tardeo". El taxista que afirma esto sabe perfectamente lo que es tener "malos rollos" con los clientes, pues un altercado que tuvo con uno, al que no le gustó que le dijera que se pusiera la mascarilla, le costó la fractura de un dedo y 30 días de baja. El caso se juzgó en julio y el agresor fue condenado por lesiones a 1.440 euros de multa y 1.800 de indemnización. "Qué todavía no he cobrado", señala.

El profesional cuenta que antes de la pandemia había "mucho borracho" por la noche. Pero ahora el consumo de alcohol se nota todo el fin de semana. El último incidente que sufrió fue hace dos semanas con una pareja de unos 50 años que lo paró n domingo e hizo una carrera de 4 euros. "Me costó mucho cobrar (más tiempo que el servicio) porque no les funcionaban las tarjetas y cuando dieron con la que sí, me pidieron un recibo. Al llamarles la atención se pusieron bravos y tuve la suerte de que presenció todo un joven que era policía y evitó algo peor".

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