patrimonio

El misterioso azulejo de la zaragozana 'calle de los Graneros'

Zaragoza conserva parte de los inmensos graneros de la ciudad que se construyeron en el siglo XVII. Los restos se pueden ver hoy en el colegio Concepción Arenal, frente a San Carlos.

El azulejo de la calle, lo que se adivina tras la celosía e imágenes antiguas de la instalaciones.
El azulejo de la calle, lo que se adivina tras la celosía e imágenes antiguas de la instalaciones.
Heraldo

Es una de las placas más antiguas del entramado de Zaragoza y, también, de las más misteriosas pues conduce a una calle que se topa con una puerta. La de los Graneros, junto a Santo Dominguito del Val y muy cerca del Real Seminario de San Carlos, es una de las calles con más historia de la ciudad, aunque hoy en día no se pueda recorrer. Su nombre lo debe a que en el edificio donde hoy está el centro de educación para adultos Concepción Arenal se encontraban unos inmensos graneros que se construyeron en el siglo XVII y abastecieron a toda la ciudad. Se conocían como el ‘almudí público’ y se trasladaron a esta zona colindante con el Coso desde el lugar donde aún más atrás en el tiempo estuvieron los silos, allá junto al convento de la plaza de Santo Domingo.

La calle desapareció allá por los años 1930 cuando se reordenó toda esta zona que era la antigua judería. Entonces se prolongó la calle de la Yedra (hoy San Vicente de Paúl) y se perdieron muchas otras vías, imbricadas y pequeñas, que correspondían a nombres tan pintorescos como los de Grillo, Cíngulo, Laberinto, Olivo, Sartén o la plaza de la Cebada.

La calle, en los planos de Dionisio Casañal de 1879.
La calle, en los planos de Dionisio Casañal de 1879.
Heraldo

Hoy, a simple vista, se comprueba cómo San Vicente de Paúl se despliega recta como una regla sobre un enrevesado entramado de callejuelas, muchas de las cuales se llevó por delante en distintos proyectos urbanísticos entre los siglos XIX y XX. Baste decir que hubo que demoler hasta 154 edificios en 30.000 metros cuadrados para conectar el Coso con el Ebro y que las obras se dieron por concluidas en 1939 pero ya había habido intentonas y pequeños pasos en 1869, 1887 y 1905.

En todo el entorno existe una treintena de inmuebles que cuentan con protección por su interés histórico o arquitectónico (desde el mercado municipal hasta el Conservatorio o la casa de Palafox) y uno de ellos es el que ocupa las salas de estudio de lo que antiguamente eran los graneros de la ciudad. Incluso hubo elementos patrimoniales que, ante la ola de derribos, tuvieron que ser trasladados y reubicados como sucedió con la portada del palacio de Lora: el inmueble se demolió en 1936 y la puerta coronada por ángeles se instaló entonces en la residencia de la Milagrosa, junto a la plaza del Pilar.

Esta portada se salvó del derribo de las calles y hoy está cerca de San Juan de los Panetes.
Esta portada se salvó del derribo de las calles y hoy está cerca de San Juan de los Panetes.
Ayto. Zaragoza

Según figura en los archivos municipales, el edificio de los graneros se construyó en 1650. En el Archivo Histórico Municipal se conservan los planos, que indican que se trataba en realidad de dos grande edificios y de altura considerable, el mayor de los cuales tenía 52 metros de longitud por 25 de anchura. En este almudí público, “todos cuantos introduzcan toda clase de granos para vender, se hallan obligados a llevarlo con igual objeto”, se decía. Las instalaciones se componían de “grandes y espaciosos almacenes o lonjas, en que puede colocarse cómodamente toda clase de grano”. No hay que olvidar que el abastecimiento de grano era antaño (y aún hoy, con la crisis de los cereales ucranianos) vital para las ciudades, ya que el pan era el principal componente de la dieta. Si faltaba el pan, o su precio era caro, surgían motines y revueltas populares. Por ello las autoridades construían amplísimos graneros en donde depositaban toneladas de cereales para afrontar periodos de carestía.

Las instalaciones ya reconvertidas en colegio a finales del siglo pasado.
Las instalaciones ya reconvertidas en colegio a finales del siglo pasado.
Heraldo

Hay expedientes de 1768 que urgen a hacer “reparaciones” en el edificio, lo que ya auguraba el fin de su vida útil. En la Guerra de la Independencia, el inmueble fue ocupado por los franceses y, después de los Sitios, el Ayuntamiento tuvo que demostrar que eran de su propiedad para que los reintegraran entre sus bienes. Ya entonces las placas y los azulejos resultaron fundamentales, pues en ellas se leía “Graneros de la ciudad”, acaso la predecesora de la “Calles de los graneros” que aún hoy se conserva.

El plano de 1911 con el que trabajó el arquitecto Félix Navarro.
El plano de 1911 con el que trabajó el arquitecto Félix Navarro.
Heraldo

A finales del siglo XIX el Ayuntamiento alquiló varias zonas compartimentadas, a las que otorgó distintos usos. Según ha estudiado María Rosa Domínguez, durante la Restauración, se ubicaron allí por primera vez dos escuelas elementales para ambos sexos, junto con una escuela-asilo de la organización católica La Caridad, que compartía espacio con las dependencia del almudí.

En las actuales clases de estudio aún pueden apreciarse perfectamente las altas columnas de piedra originales del edificio (hay hasta 35) y también las techumbres con troncos y listones de madera restauradas. El año fundamental para la supervivencia de este espacio fue 1911 cuando el arquitecto Félix Navarro -el autor del Mercado Central y muchos otros edificios zaragozanos- apostó por salvar gran parte de los graneros. Para entonces prácticamente amenazan ruina y todo aconsejaba su derribo, pero Navarro salvó parte del edificio principal (las siete primeras crujías), que es lo que hoy sigue en pie a pocos metros del Coso. Sí se derribó la nave más pequeña, lo que en parte también facilitó que un par de décadas después se rediseñara toda la zona, se borraran de un plumazo infinidad de callejuelas y quedara para la posteridad, casi olvidado, el letrero de ‘Calle de los graneros’, con una puerta cerrada y una celosía metálica que invitar a auparse a los más curiosos. 

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