patrimonio

"Sobre los bancos de la iglesia cae polvillo azul que se desprende de las pinturas"

La DGA y el Gobierno de España vuelven a mostrar su intención, sin concretar plazos ni presupuesto, de restaurar las cúpulas de Claudio Coello de la Mantería.

Mal estado de la iglesia de La Mantería
La cúpula central muestra escenas de la vida de Santo Tomás de Villanueva.
José Miguel Marco

De momento es un anuncio tibio, pero esperanzador. La que llaman 'la Capilla Sixtina de Aragón' está un poco más cerca de restaurarse y volver a brillar como merece. El Gobierno de España y el de Aragón se han comprometido a actuar en las bóvedas de la iglesia de la Mantería, que contienen frescos de gran valor que el artista barroco Claudio Coello pintó en el siglo XVII. La comunidad escolapia ha recibido la noticia con ilusión y precaución, dado que durante años se han prometido intervenciones que no han llegado a fructificar y el deterioro del templo ha seguido progresando.

"Es una pena que los frescos, poco a poco, vayan desapareciendo. Por las mañanas, cuando recorremos los bancos del pasillo, vemos sobre ellos un polvillo azul que procede de las pinturas que se van desprendiendo. Son pigmentos caídos de la decoración de los techos. Hay que hacer algo para que no se pierdan definitivamente", apunta el sacerdote Fernando Vallejo, que oficia las misas en la iglesia de la plaza de San Roque, también conocida como de Santo Tomás de Villanueva.

La Mantería es una joya desconocida para muchos zaragozanos, dado que no hay un régimen de visitas como tal, pero sí oportunidad de verla en bodas, comuniones o actos -por ejemplo- de la cofradía del Prendimiento. "No puede estar abierta de forma permanente porque la comunidad no tiene medios para ello", justifican, a pesar de que la han tratado de dar a conocer este patrimonio mediante actividades como grabaciones televisivas o un ciclo poético que se dio en llamar ‘El canto de la alondra’.

Son muchos los problemas que se han ido sucediendo y que han demorado más de lo deseable el arreglo de las pinturas: inestabilidad de las cúpulas, mal estado de las cubiertas, inadecuados repintes en la década de los 50, humedades excesivas… No en vano, hay expertos que consideran la Mantería es como una ‘joya maldita’. El culmen fue el derrumbe de una de las cúpulas, ubicada a la derecha del altar, en mayo de 2001. No causó víctimas mortales, pero sí hubo dos heridos de gravedad y se perdió también un mural que cayó al suelo y se fracturó en más de 14.000 fragmentos. Este puzzle complicadísimo de rehacer se guardó numerado y documentado a buen recaudo en las dependencias de la Universidad Laboral, que ahora se están desalojando. Habrá que ver qué destino le aguarda y si en un futuro técnicamente puede reconstruirse.

Lo más importante, no obstante, es asegurar las pinturas que quedan en las cúpulas y que podrían perderse si no se actúa pronto. La decoración de los techos es la única que se conserva después de que la de los muros se perdiese casi en su totalidad debido a que la iglesia fue usada antaño como almacén de madera y para alojar soldados. "Existe un proyecto para una ambiciosa intervención en toda la iglesia que depende de la Fundación", explican, al tiempo que comentan que la bóveda principal presenta un estado delicado, dado que en 2008 consiguieron estabilizarse las cúpulas elípticas, que tenían problemas de construcción (apoyos inestables) y habían sufrido el efecto de las filtraciones de agua de lluvia. No obstante, el rosario de problemas ya venía de atrás, pues hay documentación que muestra cómo en 1884 hubo de hacer una faja alrededor del templo para que no se hundiera la cúpula central.

En principio, según las buenas intenciones expresadas este martes por Javier Lambán y el ministro Miquel Iceta, el Ejecutivo central se encargaría de restaurar los frescos, mientras que el autonómico abordaría "las cuestiones relacionadas con humedades que han provocado el deterioro de las pinturas" en un templo que es BIC desde 2001. Ya hace unos años se llevaron a cabo algunas intervenciones para tratar de luchar contra esta humedad y se colocaron rejillas de transpiración en el suelo, que -en parte- han aliviado la situación. La humedad ascendía por los muros por capilaridad y era visible, incluso, en la pared exterior que da a la calle de Palomeque. Los especialistas en Patrimonio debaten sobre crear canales a lo largo del muro o aumentar la ventilación de la iglesia para frenar esta humedad, que -parece- se beneficia de que el templo no esté abierto a las visitas. Tampoco ayudan las sales -derivadas de la disolución de los guanos de paloma-, que se acumulan en los morteros que sirven de base a las pinturas.

Aunque no hay una cálculo ‘oficial’, en su momento, se cifró en unos 1.700.000 euros lo que costarían los trabajos para arreglar los frescos. Miguel Pérez, arquitecto técnico de Patrimonio de la DGA, en un foro en 2018 arrojó esta cantidad, si bien algunos expertos creen que con 700.000 ya podrían hacerse una intervención resolutiva. De los 1.500 metros cuadrados totales de superficie de las techumbres decoradas, lo realizado por Coello serían unos 750, que coincidirían con los 300 días que pasó en la capital del Ebro entre 1683 y 1684. El resto se atribuye a su discípulo Sebastián Muñoz, que se autorrretrató de rodillas junto a su maestro en una zona del presbiterio.

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