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Estimulación jotera frente al alzhéimer: "Me acuerdo de mi tierra, Muniesa, y me emociono mucho"

La residencia Ballesol Mariana Pineda de Zaragoza ha puesto en marcha unos talleres en los que se estimula la memoria de los ancianos a través de la jota como hilo conductor. 

Estimulación jotera frente al alzhéimer: "Me acuerdo de mi tierra, Muniesa, y me emociono mucho"
Estimulación jotera frente al alzhéimer: "Me acuerdo de mi tierra, Muniesa, y me emociono mucho"
Toni Galan

Es escuchar una jota y a Lorenza Berges, de 90 años y de El Frago, se le remueve "todo lo antiguo". Su madre que cantaba muy bien e iba todos los domingos a misa con un pañuelo "muy bonito" bordado por ella misma, sus sábanas de hilo y con puntillas a bolillos cuando se casó, su padre Manuel Berges -alcalde del municipio "durante 40 años"-, los mozos que iban de casa en casa cortejando a las muchachas cantando jotas...

La estimulación a través de la música forma parte del día a día en la residencia Ballesol Mariana Pineda de Zaragoza, en la que Lorenza vive, y de la que se benefician todos sus residentes (incluidos los que están en cama con demencias muy avanzadas). Son muchos sus buenos resultados, tal y como apunta Silvia Madurga, psicóloga del centro: a nivel físico (a través del baile), social (como punto de encuentro), psicológico y emocional (con una canción consiguen revivir momentos muy importantes para ellos). "Hace unos días a una residente que había sufrido un ictus, que le afectó al lenguaje y a la memoria, se le iluminó la cara al oírnos cantar una jota y dijo: 'Esta sí la recuerdo'. Y se sumó a nosotros", comenta como ejemplo de sus beneficios.

También a Alfredo Gracia, de 87 años y con una demencia avanzada, la música le reporta bienestar y tranquilidad. Es mucho el tiempo que pasa encamado en su habitación y con los ojos cerrados, pero es ponerle canciones y la cosa cambia. "Abre los ojitos y me aprieta la mano; es la forma que tiene de comunicarse", señala su esposa Pilar Galán, quien ha acudido a Ballesol Mariana Pineda a visitarle.

En dicha residencia cuentan con el taller 'música para recordar' (para personas sin demencias o muy leves), 'música para despertar' (dirigido a residentes con demencias avanzadas), bailes y gimnasia (con música). Y desde hace un par de semanas con talleres de 'estimulación jotera', en los que se trabaja la memoria frente al alzhéimer. Se celebran una vez a la semana y en ellos participan 70 ancianos (con o sin deterioro cognitivo). Su implantación surgió a raíz del éxito que tuvo en otro centro del grupo, en Valencia, un taller de fallas. "Lo compartieron con nosotros con la idea de introducirlo con las jotas", destaca Madurga.

A través de este género musical como hilo conductor, en esos talleres se trabajan todos los niveles. Por ejemplo, manipulan instrumentos (castañuelas, triángulos, maracas, panderetas...) o se hace estimulación cognitiva con sopas de letras (relacionadas con la jota, fechas...). "También crean sus propios instrumentos con chapas-cartón. Sobre todo lo que buscamos es su bienestar. A ellos les da tranquilidad, alegría y sorpresa el ser capaz de cantar una jota cuando creían que lo tenían todo olvidado", dice la psicóloga.

Por su parte, Raúl Font, terapeuta ocupacional de la residencia, cuenta que muchas veces en el transcurso de uno de estos talleres le toca improvisar. "Cuando empezamos nos marcamos una estructura, pero lo mejor es no esperarte nada. Vas dejando que surjan las cosas, que es lo bonito que tiene la estimulación con música. Residentes que de normal igual no suelen participar tanto, comienzan a cantar una jota", asegura. Al mismo tiempo, sostiene que las raíces de Aragón influyen para que broten esos sentimientos positivos. "E incluso cuando no estás preparando un taller específico de la jota, ellos lo reconducen hacia este género; es lo que realmente les emociona y motiva".

Una réplica de la Virgen del Pilar, con cachirulo, no falta en los talleres de estimulación jotera.
Una réplica de la Virgen del Pilar, con cachirulo, no falta en los talleres de estimulación jotera. En el centro, el terapeuta ocupacional Raúl Font.
Toni Galan

Por Sierra de Luna

Este jueves por la mañana, un grupo de residentes (sin demencia o con alzhéimer en estadio temprano) participan en uno de estos talleres, que preside una réplica de la Virgen del Pilar, a la que no le falta el cachirulo. "A los residentes les gusta recitar a la Virgen una poesía", explica Silvia Madurga. En la mesa central, múltiples instrumentos musicales, y una de las jotas preferidas por la que se arrancan los asistentes, Sierra de Luna. 

A Nieves Berné, zaragozana de 86 años, le gustan todas las jotas. También le traen recuerdos familiares: sus padres, sus abuelos... "A mi madre le encantaban. Son recuerdos que me hacen estar alegre y contenta. Este taller me entretiene, lo que no toco son instrumentos", cuenta. A su lado, Ángeles Enríquez, de 93 años y nacida en Córdoba, afirma que cuando oye una jota le retrotrae a su juventud, cuando vino a Zaragoza con 20 años. "Me reuní con mi padre, que se había vuelto a casar y residía aquí. Me gusta mucho esta ciudad, en la que llevo más de 60 años. Mi marido era aragonés (murió hace 10 años), al igual que mi hija y mi nieta. No sé bailar las jotas, pero sí cantarlas y he intervenido en grupos joteros. Me gustan, son muy bonitas", relata esta mujer, a la que le entretiene participar en estos talleres. "Estamos muy animados con Raúl", subraya.

Mientras, a Avelina Iranzo, también de 93, le gusta tocar las maracas y las castañuelas. Para ella, asistir a estos talleres es pasarlo bien. Y se le saltan las lágrimas cuándo se le  pregunta qué imágenes le vienen cuando escucha una jota: "Me acuerdo de mi tierra, Muniesa, y me emociono mucho. De mi casa con mis padres, de cuando todos cantábamos jotas, cuando murieron....", contesta.

Por otro lado, la psicóloga Silvia Madurga hace hincapié en que el personal que trabaja en la residencia es 100% "vocacional" y que eso los ancianos lo perciben. "Para nosotros, son familia y queremos lograr que se sientan como en casa", afirma. A lo que la directora de Ballesol Mariana Pineda, Vanessa García, añade: "Se trata de promover su bienestar, más allá de prevenir el deterioro. Aquí se les estimula a nivel físico, social y cognitivo y es un espacio de convivencia y entretenimiento. Eso hace que la autonomía se prolongue más en el tiempo".

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