zaragoza

La churrería La Bola de Plata celebra su centenario en el Arrabal

Aunque cumplieron 100 años en 2020, la pandemia les arrebató la posibilidad de celebrarlo como merecía. Dos años después han decidido tomarle la revancha a la pandemia.

La churrería La Bola de Plata ha celebrado sus cien años de historia.
La churrería La Bola de Plata ha celebrado sus cien años de historia.
C.I.

Pocos establecimientos en Aragón pueden presumir de haber alcanzado la friolera de 100 años desde su apertura. Es el caso de la popular churrería La Bola de Plata, asentada en el número 38 de la calle Sobrarbe desde el año 2012, en concreto en un solar ubicado a escasos metros del puente de Piedra y en una de las calles más comerciales del Arrabal. Regentada por Mari Carmen Martínez y su marido Juan Cruz, encarnan la tercera generación de una familia de churreros "de los de toda la vida".

Haga frío o calor, sea festivo o día de labor, La Bola de Plata jamás falta a su cita con los clientes de casa. Por eso, no ha sorprendido a nadie que con la llegada del calor hayan decidido homenajear a vecinos y vecinas con el reparto de centenares de churros y vasos de chocolate casero, al ritmo de la charanga del barrio y con la presencia de la comparsa de cabezudos. Y es que, 100 años no se cumplen todos los días. “Teníamos muchas ganas de hacer algo para la gente del barrio”, reivindica ella. De ahí el lema elegido, que corona la pancarta: “100 años a vuestro servicio”.

Hasta el solar, ataviado con varios globos de colores con el número 100, se acercaban vecinos del barrio de todas las edades que, con motivo de las fiestas, no dudaban en pasarse a felicitar a los churreros: “Para nosotros es un honor y una alegría, sobre todo después de lo duro que ha sido todo por la pandemia. Seguir aquí es un milagro y es todo gracias a que la gente nos ha apoyado siempre”.

La Bola de Plata celebró su centenario con los vecinos del barrio.
La Bola de Plata celebró su centenario con los vecinos del barrio.
C.I.

La historia de este negocio zaragozano se remonta a 1920, cuando Carlos Martínez, abuelo de Mari Carmen, decidió dedicarse a este oficio, sin saber, por aquel entonces, que iniciaría una larga saga de maestros churreros. Naturales de San Vicente de Sonsierra, en La Rioja, al quedarse sin trabajo en La Bola de Oro -una churrería local-, decidió intentarlo por su cuenta, esta vez en tierras aragonesas, y eligiendo el nuevo nombre a modo de homenaje. “Mientras mi abuelo preparaba la masa y freía en casa, mi bisabuela, Rosario, salía a venderlos por la calle”, rememora.

La estampa se ha venido repitiendo año tras año pues hoy es Juan quien se afana en preparar churros, buñuelos y porras sin descanso, mientras Mari Carmen ha dedicado toda su vida al trato con la clientela del barrio. “Somos como de la familia”, admite.

Tras adquirir su primer puesto ambulante, el fundador de la saga, junto a su mujer Luisa Picón, comenzó a recorrer pueblos y ciudades de la zona. Así fue hasta que llegaron a Zaragoza, donde antes de instalar su primera churrería de obra en Paseo María Agustín, visitaron varios rincones y barrios como la plaza de Castelar o el recinto ferial de Gran Vía, entre otros.

"Es algo que se lleva dentro, no te lo sé explicar. Ojalá la saga continúe unas cuantas generaciones más"

“En 1953 cogió las riendas del negocio mi padre, Carlos Martínez, junto a mi madre Carmen Lairado, y siguieron en el paseo de María Agustín hasta 1977, cuando se trasladaron al Tubo y a la plaza Salamero”, rememora la churrera, que reconoce que ha vivido debajo del mostrador de la churrería toda su vida. “Es algo que se lleva dentro, no te lo sé explicar. Ojalá la saga continúe unas cuantas generaciones más”, afirma, orgullosa, mirando a una de sus nietas que juega con una bola de masa sobre la mesa y una cesta de mimbre cargada de churros.

Aragón, tierra de churros, durante todo el año

Y es que, aunque se trata de un negocio estacional, Martínez asegura que “el zaragozano es, y ha sido siempre, muy churrero”, independientemente de la época del año. De hecho, de septiembre a mayo abren todos los días, mañana y tarde, mientras que en verano tan solo atienden los fines de semana por la mañana. Y, aun así, el churro se sigue vendiendo. “Es verdad que con el calor bajan mucho las ventas, algo que no ocurre en otros lugares como Andalucía, pero se sigue vendiendo”, explica.

Y es que, este dulce que se hace solo con tres ingredientes, agua, harina y sal, sigue siendo uno de los desayunos predilectos en cualquier barrio. “La forma de hacerlos, la experiencia y el cariño que le ponemos cada día son fundamentales, como una seña de identidad”, concluye Mari Carmen, que espera que La Bola de Plata cumpla, al menos, 100 años más. 

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