FIESTAS DEL PILAR

Carteles del Pilar: de las medias de garbanzo a la mala experiencia del 'televoto'

Los iconos del cartel anunciador de las fiestas han cambiado mucho en los últimos años por la necesidad de su adaptación a las redes sociales.

Carteles de las Fiestas del Pilar en una exposición del Centro de Historias de Zaragoza.
Carteles de las Fiestas del Pilar en una exposición del Centro de Historias de Zaragoza.
José Miguel Marco

Es una imagen de la ciudad. Se ve en ‘muppis’ gigantes y en las estaciones de tren de media España. La elección del cartel anunciador de las fiestas del Pilar nunca está exenta de polémica ni deja indiferente a nadie. Con ‘Espiral de tradición’ tampoco se va a romper esta costumbre: a unos les parece que reúne todos los elementos pilaristas en una composición innovadora y otros lo tachan de infantiloide con cabezudos que parecen Gumball.

Las reglas de la convocatoria y los criterios del jurado han variado bastante a lo largo de la última década. ¿Un ejemplo? Ya no es obligatorio poner ‘Fiestas en Honor a Nuestra Señora del Pilar’ y hoy en día se ha abierto más el abanico a todo tipo de artistas: al certamen concurren diseñadores gráficos, pintores, ilustradores, fotógrafos e -incluso- escultores o ceramistas, aunque deben acreditar -eso sí- su condición profesional.

Antes se valoraba más que el cartel fuese icónico y reconocible desde lejos, pero ahora el jurado parece que prioriza que el diseño tenga elementos con los que poder jugar en diversas adaptaciones, sobre todo, para programación ‘online’ y para las redes sociales.

“Las decisiones que se toman no simplemente estéticas, dan respuesta a unas necesidades de comunicación y las imágenes tienen que ser adaptables y flexibles”, opina el diseñador Miguel Frago, que desarrolló junto a Inés Marco la propuesta ganadora del año pasado.

Esto significa que el cartel no es ajeno a la evolución de la cultura aragonesa ni a los cambios sociales: si en 2014 aquel ‘Besico’ baturro incluso inspiró un ‘flashmob’ al inicio de las fiestas en la plaza del Pilar, es de suponer que hoy es deseable que el cartel pueda tener una versión ‘tiktokera’ y que luzca bonito también en las ‘stories’ de Instagram.

Los autores del cartel 'Bestial', que fue tan celebrado como criticado en 2017.
Los autores del cartel 'Bestial', que fue tan celebrado como criticado en 2013.
Heraldo

Fuentes del área de Cultura recuerdan que el diseño que finalmente resulta agraciado debe tener "posibilidades para el ‘merchandising’". "Es interesante que el cartel lo podamos utilizar después para hacer todo tipo de productos", apuntan, dando a entender que se fijan -y mucho- en los pequeños detalles de cuyo hilo puedan tirar. En el presente de 2022 tienen un torrente de posibilidades, pues Jorge 'Gecko' Ramón Pellejero no ha dejado prácticamente fuera ni un solo elemento.

Un caso complicado, recuerdan, se dio en 2013 con el cartel ‘Bestial’, que era una inmensa cabeza de león a cargo de Cristina Castán y Jorge Martorell. Parecía que esa composición podía dar poco juego y, sin embargo, junto a las letras de la ciudad descubrieron unos rombos de colores que sintetizaban el cachirulo y que fueron útiles para las redes y los programas de mano.

El cartel más antiguo que se conserva es de 1890 y está parcialmente realizado en sedas

Aquella propuesta de hace ahora nueve años fue de las más rupturistas (era un montaje fotográfico), si bien recordaba en parte al cartel con el que Alberto Aragón ganó el concurso en 2007. Una suerte de billete de tranvía con una gran P -cuando los Urbos aún no estaban en marcha- marcó un antes y un después en la selección, dado que se priorizaba el diseño gráfico más crudo sobre cualquier composición con dibujos o ilustraciones.

¿Cuáles son los reclamos más repetidos en los ya 92 años de concurso de cartel? Conviene aclarar que antes de que existiera el certamen en sí, ya se hacían carteles para las fiestas, aunque pero por encargo. De hecho, una de las joyas municipales es el más antiguo que se conserva: una obra de 1890 de Unceta y Portabella y, entre otros materiales, está hecho en seda. En sus distintas escenas aparece el Rosario de Cristal o la feria de ganado pero no hay guiños a la jota, a pesar de que antaño se abusaba -y mucho- de las estampas baturras a orillas del Ebro.

Miguel Frago e Inés Marco, junto a la obra premiada el año pasado.
Miguel Frago e Inés Marco, junto a la obra premiada el año pasado.
Heraldo

Al margen del baile tradicional, si hubiera que hacer un ranquin, no cabe duda de que la Virgen es el icono más representado, seguido de cerca de los cabezudos y la silueta del Pilar. En el tercer cajón del podio se asentarían los muchos guiños al ‘baturrismo’, las flores de la Ofrenda y, sobre todo, por la explotación del traje regional entre los años 40 y 50. En aquellas décadas el costumbrismo estaba a la orden del día e, incluso, se diseñaron carteles protagonizados por César Augusto, Goya y los Reyes Católicos. El circo y la música en directo tiraron de la renovación estética que llegó en los años de la Movida y en los que desapareció la feria taurina que tanto protagonismo había tenido en los 60.

Hace cinco años se pudo ver en Independencia una exposición de carteles antiguos.
Hace unos años se pudo ver en Independencia una exposición de carteles antiguos.
Heraldo

Harina de otro costal es el tema de las grafías y la introducción de nuevas técnicas: la caricatura, la fotografía, los aerógrafos y las posibilidades infinitas de los diseños con ordenador. “Siempre se valora la calidad técnica y artística pero también que el cartel genere un fuerte primer impacto visual”, esto es, “una imagen contundente con una tipografía acertada”, afirma Federico Contín, que ha sido portavoz del jurado de este año. El pintor apunta también que el rojo es el color predominante -más o menos- en la mitad de las creaciones y que rara vez se ha visto un fondo en azul como el de este 2022.

Otro clásico de estos procesos de selección es que habitualmente suelen gustar más los accésit que los ganadores. Esto se comprueba con la consuetudinaria exposición de los finalistas que se hace en el Torreón Fortea, donde se escuchan lamentos como “oportunidad perdida” o “qué lástima que nunca acierten”.

Cabe recordar que para que el jurado profesional se quitara este peso de encima en los años 2014 y 2015 se probó una fórmula que resultó fallida y no se ha vuelto a repetir. El Ayuntamiento seleccionó entonces cinco finalistas y habilitó una votación popular para elegir al ganador. El exconcejal Jerónimo Blasco esperaba unas 30.000 opiniones y tuvo que conformarse con poco más de 1.300. Para colmo de males, se detectaron irregularidades en el plebiscito, dadas las pocas garantías que daban las votaciones por internet en las que era condición ‘sine qua non’ disponer de la tarjeta ciudadana para poder participar.

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