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La postal clásica de Zaragoza va introduciendo sutiles cambios

Las vistas del Ebro y el Pilar se han modificado en los últimos años con construcciones como el Aura o Torre Europa, que también ofrecen nuevas terrazas sobre la ribera.

Imágenes de distintas épocas con el puente de Piedra y la basílica del Pilar.
Imágenes de distintas épocas con el puente de Piedra y la basílica del Pilar.
Heraldo

El Pilar, la Seo, la Aljafería y para de contar. Las postales de Zaragoza tienen los tres citados puntos de atención, a los que apenas se suma uno más: la clásica e icónica vista del puente de Piedra sobre el río con la basílica al fondo.

Se trata de una imagen tan fundacional que aparece, incluso, en los primeros dibujos que recogen la morfología de la ciudad. Los cuadros de los siglos XVI y XVII de Anton van der Wyngaerde y Juan Bautista del Mazo son el principal ejemplo, pero el puente medieval delante del Pilar también se muestra en las primeras litografías y en una de las fotografías germinal que se conocen de la ciudad: la que hizo Charles Clifford, retratista de la reina de Inglaterra, durante las fiestas de 1860. Esta estampa pertenece a la colección de Francisco Palá, constituida por 8.000 tarjetas de tema aragonés (impresas entre 1897 y 1960), en las que cerca de 300 retratan el emblemático puente de Piedra desde lo que hoy sería el balcón de San Lázaro.

Precisamente por eso, al ser una vista casi sagrada para los zaragozanos, siempre que se ha intervenido en la ribera se discute si se está modificando algo más que el paisaje. ¿Afecta al imaginario colectivo? ¿Existe una Zaragoza sentimental?

“Desde hace décadas se ha debatido en los plenos municipales sobre la inconveniencia de permitir construir edificios a la sombra de monumentos o, en el caso del Ebro, sobre la altura idónea que deberían tener los bloques de pisos de las riberas”, explican desde el área de Urbanismo. Hasta poco antes de la Expo no se superaban las ocho alturas, pero el Plan General abrió algo más la mano con la muestra internacional y permitió hasta once pisos en la zona del balcón de San Lázaro. “No está justificado. Se provoca un gran impacto visual en la fachada del Ebro”, se decía entonces en acalorados enfrentamientos políticos.

Hace ahora justo diez años, en mayo de 2012, se rompió otro tabú. La construcción del Aura generó una inmensa polémica por “robar” una vista clásica del Pilar junto al Ebro. Es cierto que desde la pasarela del Voluntariado hay un punto en el que la basílica queda tapada por el vanguardista edificio junto a Helios, pero no deja de serlo también que sus terrazas ofrecen uno de los balcones más espectaculares sobre el río.

Las obras de construcción del Aura, en mayo de 2012.
Las obras de construcción del Aura, en mayo de 2012.
José Miguel Marco

Pocos recuerdan ya aquella polémica, que forzó incluso un plan para “proteger el río y sus vistas como parte del conjunto histórico”, diluido después en una ordenanza del Casco Histórico. Poco después llegarían otros proyectos a los que también se daría el visto bueno como las 900 viviendas entre Marqués de la Cadena y la calle de Cosuenda (respetando la nave de Paquita Ors que queda engullida entre el cemento) o la nueva gran torre de la plaza de Europa, que alcanza los 20 pisos y que causa algunos recelos entre los vecinos de la Almozara.

Aunque el anguloso perfil del edificio no interfiere en exceso en la vista del Pilar, sí cambia la morfología de la ribera de forma sustancial. “También hay otro nuevo gigante a muchos metros de distancia, la torre de la avenida de Navarra, que puede torpedear la vista a los vecinos de los barrios del este”, comenta la proyectista María Rosa Sanz. “En Santa Isabel, por ejemplo, antes gozaban de un ‘skyline’ en el que adivinaban las torres de la Seo y el Pilar, pero hoy se cuela la de la avenida de Navarra entre medio”.

Vista general de Zaragoza desde Altabás, a finales del siglo XIX.
Vista general de Zaragoza desde Altabás, a finales del siglo XIX.
Heraldo

‘Zaragoza, un recorrido por la iconografía de la ciudad’ es la muestra que se hasta hace unos meses se pudo ver en el palacio de Montemuzo y donde se repasaban las vistas de la Inmortal a través de los siglos. El arquitecto Alejandro Rincón comisariaba una exposición donde podían verse desde óleos del siglo XVII hasta modernas perspectivas curvilíneas esféricas como propuesta por el francés Philippe Laffont, con el punto de vista situado -una vez más- en una de las torres del Pilar.

En las distintas representaciones se percibe la ciudad como un ente vivo y, sobre todo, se ve el cambio fundamental que supuso la Expo de 2008 en la recuperación urbana del río. Desde entonces se ha ganado una gran plataforma peatonal en la margen izquierda (sobre todo, en el balcón de San Lázaro) y el parque de Macanaz, “otra de las zonas de referencia que convendría no tocar nunca”, opina Luis Bes, vecino del entorno, que conserva algunas fotos antiguas de bañistas en este espacio y recuerda que en su fosa hay defensores de los Sitios. “Esta sigue siendo la zona preferida por las parejas de novios para fotografiarse en su boda”, asegura, antes de que le entre la duda de si se harán más fotos junto al paño mudéjar de la Seo.

Una vista de la calle Alfonso cuando aún estaba en pie la Torre Nueva.
Una vista de la calle Alfonso cuando aún estaba en pie la Torre Nueva.
Heraldo

Ni nuevo ni exclusivo del centro

El debate sobre las vistas sagradas, los perfiles duros y los edificios ‘mamotreto’ tampoco es nuevo, pues ya en los años 90 hubo quejas por la construcción de un bloque en la avenida de los Pirineos, que privaba de la vista del Pilar a los vecinos del parque del Tío Jorge y a quienes accedían por la carretera de Huesca. También fue muy sonado en su época la construcción del 'transformer' del Pablo Serrano y de apartamentos casi adosados a la iglesia de San Pablo e, incluso, se llegó a pedir la paralización de las obras del Cubo de la Seo por su gran impacto visual. Hoy en día podría considerarse una suerte de pirámide de Louvre en versión zaragozana. ¿Fuera de contexto? Es posible. ¿Icónico y fotografiado?

Recuerdan los especialistas que al igual que Zaragoza va ganando algunas torres, otras se han perdido. Alejandro Rincón pone el acento en la Torre Nueva que fue antaño, "uno de los monumentos de visita obligada en la ciudad ya que se conocía por estar difundido en todo tipo de publicaciones, quizá incluso antes que el Pilar o la Seo". Aquel edificio exento de la plazuela de San Felipe encuadran la mayoría de las estampas de época (las de H. Locker, P. Blanchard o F. J. Parcerisa) o las fotos de J. Laurent y más tarde el zaragozano Coyne. De aquel monumento hoy apenas queda el recuerdo y el gran reloj custodiado en Montal.

Y de vuelta a la ribera y al ‘material sensible’ que supone el río y el Pilar hay que recordar que solo hubo una ‘ensoñación’ en los años previos a la Expo que no se llegó a convertir en realidad. Cuando se diseñó todo el plan de riberas desde Ranillas y hasta Cantalobos, arquitectos y urbanistas como Javier Monclús y Enric Batle lanzaron una idea que finalmente cayó en saco roto. Se trataba de soterrar un tramo del paseo de Echegaray y Caballero para extender la parte trasera de la plaza de las Catedrales hasta el río. Así los edificios centrales (la basílica, el Ayuntamiento y la Lonja) quedarían en el centro de una enorme plaza con un remate natural. “Esto nos permitiría recobrar un nuevo espacio en el lugar de siempre: un balcón que se asoma al Ebro y recupera la vieja imagen de una ciudad que se asoma al río”, decían. Finalmente sí se hizo el azud, sí se armonizaron las riberas, pero el soterramiento de Echegaray y el deseo de peatonalizar 100% el puente de Piedra quedaron pendientes.

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