Zaragoza

Crimen en Zaragoza: el hombre que quiso evitar un robo y cazó a sus asesinos

La titular del Juzgado de número 2 de Zaragoza acaba de levantar el secreto del crimen de Javier Gómez, al que un ciclista encontró muerto en su coche el pasado mes de octubre con un cartuchazo en la espalda. 

Coche de la víctima del crimen de Pleitas.
Coche de la víctima del crimen de Pleitas.
G. Civil

Nuestros actos tienen consecuencias en vida. Y como ha revelado el sumario del crimen de la localidad zaragozana de Pleitas, al que ha tenido acceso HERALDO tras permanecer secreto durante casi siete meses, incluso más allá de nuestra muerte. Porque cuando Javier Gómez Teruel saboteó las dos furgonetas de los ladrones a los que sorprendió robando la cosecha de cáñamo que custodiaba para dificultarles la huida no era consciente de que su actuación iba a terminar costándole la vida. Tampoco podía imaginar entonces que al colocar una tabla con clavos delante de uno de los vehículos y al llevarse los tres teléfonos móviles que halló dentro del otro estaba cazando a sus asesinos. El vigilante, de 43 años y nacido en Gandía (Valencia), solo pretendía abortar un robo, pero de forma inconsciente terminó ayudando a resolver su propio y trágico homicidio.

La autopsia determinó que fue entre la 1.00 y las 2.00 del 2 de octubre de 2021 cuando Javier Gómez recibió el cartuchazo que puso fin a sus días. No cabía otro resultado: le colocaron el cañón de la escopeta apoyado sobre la escápula derecha y apretaron el gatillo. Se hallaron perdigones en el corazón, los pulmones y el hígado. Pero no fue hasta el amanecer cuando un ciclista se topó con su Citroën C-2 dentro de una acequia, a unos 200 metros del casco urbano del pequeño municipio de Pleitas, en la Ribera Alta del Ebro. El deportista que lo encontró creyó estar ante un accidente de tráfico, pero solo había dado con la primera pieza de un puzzle que a la Guardia Civil le llevó meses dar forma.

Los casi 2.000 folios que suman las diligencias del Juzgado de Instrucción número 2 de Zaragoza, con decenas de informes periciales y cientos de horas de pinchazos telefónicos en más de una veintena de líneas, hablan de la minuciosa y profesional labor de los investigadores de la Benemérita. Cierto es que la trampa que el propio fallecido tendió a sus asesinos, en la creencia de que eran un simples ladrones, le ayudó a tirar del hilo. Tampoco les fue mal que uno de los presuntos homicidas perdiera la cartera con su DNI en el escenario del crimen. Pero el mérito de identificar y detener a las 11 personas finalmente implicadas en los hechos (Miguel C. G., Oussama E. C., Sofiane B., Issa D. S., Rubén C. M., Sergio M. P., Adan D. M., Miguel Ángel H. O., Juan Antonio S. J., Luis L. B. y Carlos L. H.) resulta incuestionable.

Coche de la víctima del crimen de Pleitas.

El cadáver de la víctima, en su coche dentro de una acequia

Un ciclista se topó con el vehículo a unos 200 metros de las últimas casas de Pleitas. Parecía un accidente de tráfico, pero Javier Gómez llevaba un tiro en la espalda.

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Crimen de Pleitas

El vigilante preparó una trampa para que sus homicidas pincharan

Trató de evitar la huida de los ladrones que estaban robando en la finca de cáñamo que custodiaba, para lo que colocó una tabla con clavos delante de las ruedas de sus furgonetas. 

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crimen pleitas

Les quitó tres teléfonos móviles, una prueba que resultó decisiva

Los terminales estaban en una de las  furgonetas que abandonaron los delincuentes. Al averiguar el nombre de los titulares de la líneas, la Guardia Civil empezó a acorralar a los homicidas.

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¿Por qué fue clave la trampa?

La Guardia Civil lo dejaba claro desde el principio: el móvil de lo sucedido era el robo de las plantas de cáñamo secas que se guardaban en un almacén de Pleitas. Parecía marihuana y olía como tal, pero se trataba de una plantación legal de cáñamo industrial. "Vamos, que después de todo, esa maría ni colocaba", llegaron a escuchar los agentes que alguien le decía por teléfono a uno de los implicados con cierta sorna. Pero no le faltaba razón.

El intento de robo se produjo sobre las 20.30 del 1 de octubre, pero como el citado almacén se encuentra en pleno centro del pueblo, varios vecinos vieron merodear a los ladrones y los espantaron. Un testigo reveló después a la Benemérita que había visto a ocho hombres huyendo. Los agentes hicieron una batida por los campos, pero solo hallaron las dos furgonetas abandonadas: una Ford Transit y una Xsara Picasso, las mismas que el vigilante "desvalijó" más tarde para impedir que se las llevaran.

Las antenas de varias compañías telefónicas probarían después que los ladrones siguieron agazapados por la zona. Conscientes de que dentro de los vehículos iban a dejar demasiadas pruebas incriminatorias –desde su documentación a huellas–, volvieron a por ellos. Y pese al sabotaje, llegaron a moverlos. Pero les faltaban sus teléfonos. «La furgoneta blanca –Ford Transit– está dentro del almacén», le contaba Javier Gómez al dueño de la plantación a las 00.48 del día 1 de octubre en la que habría de ser su última llamada. Porque el hombre volvió a llamar después a su empleado y amigo, pero ya no le cogió el teléfono. Preocupado, avisó a la Guardia Civil y se acercó a la finca, sin encontrar allí a nadie.

Se presume que fue en ese intervalo de apenas una hora en el que los asesinos dieron muerte al valenciano. Pero la trampa que este les había tendido antes funcionó: la Ford Transit pinchó –se le clavaron los clavos que puso delante de su rueda– y se encontró al día siguiente incendiada en una campo de Urrea de Jalón. La otra furgoneta fue hallada abandona en un cultivo de maíz, a 300 metros del lugar donde localizaron el cadáver. Y dentro había también pruebas de gran valor. Sin embargo, la Guardia Civil dio con las más importantes en la guantera del C-2 del fallecido. Ese fue el lugar donde Javier Gómez guardó su particular tesoro: los tres móviles arrebatados a sus verdugos.

"He pillado a unos aquí, les estoy desvalijando los coches"

La Guardia Civil averiguó que la víctima del crimen de Pleitas, Javier Gómez, tendió una trampa a los asaltantes de la finca de cáñamo gracias a un testigo protegido. Esta persona acudió a la Sección de Investigación Criminal dispuesta a ofrecer información útil. Y en realidad lo fue, aunque llama la atención que tuvieran que pasar dos meses desde el homicidio para que se decidiera a colaborar.

Según refleja el sumario, lo que facilitó el testigo fue la conversación que mantuvo con la víctima a través de Whatsapp la noche de los hechos. Sobre las 22.24, Javier le envió una foto de las dos furgonetas de los delincuentes. Acto seguido, escribía: "Aquí de movidas"; "He pillado a unos aquí"; "De momento les estoy desvalijando los coches". Esta persona le preguntó entonces qué quería decir, si pretendía pincharles las ruedas, reventarles las lunas... "Cómo lo sabes", le contestó. Tras pasarle una foto de los tres móviles de los que se apoderó, Javier escribía a las 23.54: "Se quedan sin móviles".

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