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"Subirse a las Murallas es una barbaridad y pone en riesgo un patrimonio milenario"

Decenas de personas se encaramaron a los sillares romanos durante la procesión del Santo Entierro. Patrimonio pide mayor protección para unos restos que son Bien de Interés Cultural.

Algunos espectadores del Santo Entierro usaron la muralla como atalaya para ver la procesión.
Algunos espectadores del Santo Entierro usaron la muralla como atalaya para ver la procesión.
Francisco Jiménez

Los turistas extranjeros no salían de su asombro. Con un ojo miraban la procesión, con el otro observaban aterrorizados cómo algunos espectadores se encaramaban a los sillares milenarios de la Muralla Romana de Zaragoza. “Es una cuestión de comportamiento cívico, de conocer el patrimonio y de procurarle una mejor protección”, opinan los expertos en arte, que recuerdan que estos restos romanos, catalogados de Interés Cultural, atraviesan horas bajas y acentúan de forma preocupante su deterioro.

De hecho, el Consistorio presentó en 2020 un proyecto para “realzar y proteger las Murallas Romanas en su conjunto”, pero poco o nada se ha hecho hasta la fecha, dado que el coste de la intervención ascendía a los 790.000 euros y no se ha conseguido una subvención ministerial que cubra la mitad del gasto. Mientras tanto, los desperfectos se van haciendo cada vez mayores, con estampas como las observadas el pasado Viernes Santo, que pueden provocar, incluso, pequeños desprendimiento de unos sillares de hace dieciocho siglos.

“Desde que se llevó a cabo la reordenación urbanística de esta zona se decidió integrar la muralla en el paisaje urbano. Se quitaron los parterres y el zócalo de hormigón que la separaban de la acera y hacían como de barrera o, al menos, disuadían de los intentos de subirse a ella. Estéticamente, que la piedra quede a ras de suelo puede ser un modelo atractivo, pero genera el problema de que convierte al espacio en fácilmente accesible”, apunta el arquitecto Alberto Sánchez, máster en Conservación del Patrimonio Histórico.

PROCESION GENERAL DEL SANTO ENTIERRO DE ZARAGOZA / 15-04-2022 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
Los pasos enfilan la plaza de Salduba, con numeroso público sobre la muralla.
Francisco Jiménez

Fuentes municipales quitan hierro al asunto y aseguran que se trata de un hecho “muy puntual”, que “no suele ocurrir”, si bien es cierto que en muchas ocasiones anteriores, incluso con las cabalgatas de Reyes cuando pasaban por César Augusto, las Murallas Romanas se han utilizado como graderío. "La Muralla Romana cuenta con el máximo grado de protección jurídica del patrimonio y escenas como la vista estos días atrás muestran una falta de conciencia cívica y patrimonial. No solo por el peligro de accidentes provocados por el posible desprendimiento de algún sillar, sino también por el deterioro y la acumulación de basura que este comportamiento provoca en los restos arqueológicos", lamentan desde el Consistorio. El Ayuntamiento estudia desde hace tiempo la posibilidad de instalar algún cerramiento respetuoso con el entorno pero que impida el acceso directo sobre los sillares. "Existe un proyecto de puesta en valor y mejora de este entorno que, por el momento, no se ha desarrollado", afirman.

El Ayuntamiento tiene desde 2020 un plan
de protección para el entorno que no se ha desarrollado por cuestiones de financiación

Está comprobado, además, que los sillares que tocan el suelo son los más vulnerables porque están formados de arenisca y con la humedad pueden saltar lajas, explican los expertos, al tiempo que advierten de que trepar la muralla "es una barbaridad que pone en riesgo el patrimonio". Organizaciones como la Asociación de Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa) lleva años pidiendo un mayor cuidado del espacio arqueológico, que -en la zona del Torreón de la Zuda- suele llenase de vegetación que puede provocar desprendimiento de sillares y de la mampostería de alabastro. "En este caso la agresión al patrimonio es consecuencia de un acto relacionado con el turismo de masas,  de la 'turistización' de la ciudad, sin pensar en los bienes. No hay conciencia de ciudad ni en los jóvenes ni por supuesto en los mayores que no han sabido enseñar lo que no conocen", dicen desde Apudepa.

Desde la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón lamentan lo sucedido pero aseguran que "en este caso corresponde al Ayuntamiento de Zaragoza la protección del bien ante la celebración de las procesiones" y, de hecho, con meses de antelación suelen reunirse la Junta Coordinadora de Cofradías con la Policía Local y los responsables de Servicios Públicos para estudiar y aprobar o modificar el itinerario de las 53 procesiones que recorren la ciudad durante la Semana Santa.

A falta de una mayor conciencia y sensibilidad con el patrimonio, ¿qué soluciones caben? Una opción que siempre se baraja es la de vallar puntualmente la muralla, pero entienden los técnicos que “no es cuestión de tapar y llenar los monumentos de rejas”. Tampoco son partidarios de intervenciones drásticas como cubrir con mamparas transparentes el lienzo de piedra, porque a la larga esas actuaciones afean y ensucian aún más la estructura.

“Esto se solventaría con algo tan sencillo como poner ese día a una pareja de policías locales advirtiendo al primero que se suba a la muralla. El problema es que si no están o no lo hacen, se genera un efecto llamada y acaba todo el mundo encaramado”, opina Sánchez.

"Esto se arreglaría poniendo a un par de
policías advirtiendo al primero que se subiera
a la muralla para evitar así el efecto llamada"

Una de las polémicas más recientes respecto al poco mimo con el que se trata la Muralla Romana se dio en febrero de 2018 con las obras de reforma del Mercado Central y la construcción de la carpa provisional. Entonces, la contratista apoyó directamente sobre el monumento una serie de vallas, tuberías y material de obras para disgusto de los especialistas en Patrimonio, que denunciaron que la estructura había sufrido en los últimos años no pocas agresiones -más o menos fortuitas- que dañaban los vestigios. A este inventario hay que sumar lo vivido el pasado Viernes Santo con público en las piedras, incluso, comiendo pipas y patatas o bebiendo algún refresco. A pesar de la sucesión de estos episodios, las Murallas siguen sin un plan de protección adecuado y sin la supervisión municipal necesaria más allá de los planes de intervención que se presentaron en el año 2020 (que incluían cubrir el tramo entre La Zuda y Echegaray) y que no han llegado a buen puerto.

Aunque hay otros espacios públicos en los que los problemas de cuidado son semejantes (véase quienes se suben a las farolas de la calle de Alfonso I o, incluso, a los porches de la plaza del Pilar durante la Ofrenda) el problema se acentúa en el entorno de la plaza de Salduba porque el daño que se produce a unos restos de casi dos mil años es casi irrecuperable.

Las Murallas han pasado siglos y siglos sufriendo un revés tras otro, pues con las obras de implantación de la línea de tranvía se detectó que los sillares estaban soportando más humedad de la conveniente y hubo que buscar una fórmula para que la piedra de la muralla transpirara de forma natural. El monumento también sufrió algún pequeño desperfecto en abril de 2013 cuando se derribaron los arcos de mármol blanco diseñados por Martín Trenor que presidían la entrada del Mercado Central. Entonces, y a pesar de que los restos se protegieron con sacos terreros, hubo que echar mano de argamasa para mantener unidos algunos sillares tanto en la parte alta de la estructura.

La provocadora propuesta de Gaviria en el año 2012.
La provocadora propuesta de Gaviria en el año 2012.
Heraldo

La muralla romana de Zaragoza, que ha marcado la configuración de la ciudad durante siglos, fue declarada Monumento Nacional en 1933, por lo que actualmente es Bien de Interés Cultural. Construida entre el siglo I y el siglo III, llegó a medir unos 3.000 metros de longitud y tuvo más de 120 torreones defensivos. De la muralla se han conservado varios tramos y el más largo y conocido, por lo monumental, es el de los  80 metros de longitud en el extremo noroeste de lo que era la ciudad romana de Caesaraugusta, al lado del Torreón de la Zuda.

Como vano consuelo, Zaragoza no es la única ciudad donde se dan estos tristes ejemplos de falta de civismo, dado que -por ejemplo- en Tarragona se generó también una intensa polémica en la que llegó a intervenir la Unesco cuando el lienzo de muralla romana apareció agujereado por decenas de lazos amarillos independentistas. Por suerte, no se han llegado a producir graves delitos contra el patrimonio como el que, "con sorna aragonesa y sin ánimo de molestar a los arqueólogos", propuso en 2012 el sociólogo Mario Gaviria para mejorar los accesos al Pilar: horadar la muralla y abrir un portillo entre los sillares para llegar del tranvía directamente a la plaza.

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