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Condenado a 26 años de prisión por abusar de sus tres hijas desde que tenían 8 años en Zaragoza

La Audiencia de Zaragoza declara probado que el acusado se prevalió de su superioridad para someter a las menores a sus abusos sexuales. 

El acusado, durante el juicio que ha comenzado este martes en la Audiencia de Zaragoza.
El acusado, durante el juicio que ha comenzado este martes en la Audiencia de Zaragoza.
José Miguel Marco

La Audiencia Provincial de Zaragoza ha condenado a un hombre de 42 años por abusar de sus tres hijas (una biológica y las otras dos de su pareja) desde que tenían 8 años hasta prácticamente la mayoría de edad. El tribunal de la Sección Primera no ha tenido ninguna duda de la versión que ofrecieron las menores y cree que está firmemente corroborada por sus testimonios, que califica de coherentes y sin contradicciones, y sin atisbos de que tuvieran un móvil espurio

Los magistrados no ven atisbos de que las jóvenes (dos tienen ahora 18 años y la tercera, 17) tuvieran resentimiento contra su padre o un móvil espurio para acusarle de tales hechos. Es más, la sentencia recoge la preocupación que mostró una de las adolescentes cuando formalizó la denuncia por lo que pudiera pasarle al progenitor. En ese instante, la joven declaró que su padre "no era un hombre malo" y que, aunque le había hecho "mucho daño", "necesitaba ayuda". Una dijo que, junto a su hermana, se plantearon mentir cuando fueron a la Policía para darle una "oportunidad".

El tribunal considera probado que el acusado (cuya identidad se omite para proteger a las menores) es padre biológico de una de las niñas, nacida en 2003, y convivió con su pareja y las dos hijas de esta, una nacida también en 2003 y otra en 2004. La familia vivía fuera de España, hasta que se trasladó a Zaragoza en 2018.

Siempre de noche en el sofá

El fallo señala que las niñas tenían aproximadamente 8 años cuando el acusado, con ánimo libidinoso, comenzó a hacerles habitualmente tocamientos en sus órganos genitales, incluidos frotamientos del pene sobre sus vaginas, hasta eyacular -en ocasiones en el preservativo que utilizaba-. Los abusos los cometía siempre por la noche y a dos de las víctimas las llegó a penetrar vaginalmente, sin llegar a traspasar el himen. Las agresiones continuaron cuando la familia llegó a España.

Según el tribunal, los abusos los perpetraba en el sofá-cama del salón de la casa, pues hacía años que no compartía dormitorio con su mujer. Esta es la razón de que ella no se enterara de lo que ocurría cuando por las noches, de manera frecuente, se llevaba  una u otra niña a dormir con él. "Las víctimas accedían a acompañarlo cuando él se lo solicitaba por el temor que tenían de que pudiera ponerse agresivo si se negaban", recoge el fallo

La terrible situación que estaban viviendo las menores se prolongó hasta abril de 2020, cuando una de ellas se lo contó a la psicóloga que la empezó a tratar durante la pandemia y la profesional presentó la denuncia. En el caso de otra las chicas, las agresiones cesaron en junio de 2019, cuando comenzó a dormir con su madre a causa de la depresión que padecía precisamente por estar siendo abusada por su padre.

Las tres víctimas, como destacó su abogado, Rafael Ariza, declararon que si no comentaron entre ellas o con la madre lo que les estaba ocurriendo fue por miedo a la reacción violenta que el procesado pudiera tener con ellas o con la progenitora, actitud que se explica por el temor que reconocieron tener hacia él, dado el trato autoritario y controlador que les dispensaba. 

El procesado negó las acusaciones y mantuvo que todo se trataba de un montaje urdido por su mujer. Para los magistrados esta afirmación no se sostiene, sobre todo si se tiene en cuenta que no fue su esposa la que denunció

Relatos coherentes y fiables

En cuanto a la credibilidad de las menores, que fue puesta en duda por las psicólogas del IMLA, el tribunal se inclina por los testimonios de la profesional que atendía a una de las chicas y una psiquiatra del Salud que asiste a otras dos. Para ellas, los relatos eran coherentes, espontáneos, fiables y consistentes.

Por todo ello, el tribunal condena al acusado a dos penas de diez años de cárcel por sendos delitos continuados de abuso sexual con penetración y a seis años por el abuso sufrido por la tercera. En los tres casos aplica la agravante de parentesco, porque resulta evidente que esa relación, unida a la corta edad de las víctimas, confería al procesado una clara situación de superioridad, de la que se valió para cometer sus "reiterados y perversos" actos desde que tenían entre 6 y 9 años de edad.

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