¿En qué rincón de Zaragoza siempre hay una mujer que duerme la siesta?

La capital aragonesa está salpicada de esculturas que constituyen todo un museo al aire libre. Algunas llaman poderosamente la atención. Otras, sin embargo, pasan más desapercibidas.

Escultura 'La Siesta' en Zaragoza.
Escultura 'La Siesta' en Zaragoza.
C.Ripollès

Paseando por Zaragoza encontramos esculturas que, por su ubicación y/o gran tamaño, no pasan desapercibidas. Véase el caso del emperador César Augusto, fundador de Zaragoza, emplazado entre las murallas romanas y el mercado central. Otras resaltan por su singularidad como el caso del niño sentado en la Plaza de San Felipe que enfoca su mirada a lo que fue la Torre Nueva. Sin embargo, otras, por su emplazamiento, pasan más desapercibidas.

La escultura de la que hablamos se encuentra en una las principales vías de la ciudad pero es cierto que muchos zaragozanos quizá no se hayan dado cuenta de que al inicio del Paseo de Sagasta descansa una muchacha sobre un pedestal. Se trata de ‘La siesta’, donada a la ciudad por el artista turolense Enrique Galcerá en 1964 tras ser galardonada por la Diputación de Zaragoza con la medalla de plata en la Bienal de Pintura y Escultura ‘Premio Zaragoza’ de 1963.

La obra, de corte clasicista y realizada en piedra caliza, representa a una muchacha acurrucada en el suelo, con pañuelo en la cabeza y sucinto vestido que deja sus brazos y piernas al descubierto, descansando sobre un haz de mieses con los ojos cerrados.

Permaneció en el Paseo de la Constitución hasta 1989, fecha en la que se trasladó a su actual ubicación en el Paseo de Sagasta. En agosto de 2018 fue retirada para su restauración para “devolverle su esplendor original y volver a colocarla en el mismo lugar que ocupaba”, trasladaron desde el Consistorio zaragozano. Y así ocurrió un año después. Los trabajos, realizados por la Unidad de Patrimonio Cultural, consistieron en una limpieza superficial, la retirada de morteros añadidos y líquenes, el relleno de grietas y fisuras y el soldado a la base. Desde entonces, la muchacha continúa disfrutando de un sueño reparador, siendo un testigo mudo de la vida zaragozana.

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