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El zaragozano que susurra a los turistas

Pedro Mendívil representa a los guías de turismo oficiosos que son los hosteleros. Desde El Real, punto de encuentro de foráneos y locales, va construyendo una visión singular y distinta de su propia ciudad. 

El hostelero Pedro Mendívil, en la plaza del Pilar de Zaragoza.
El hostelero Pedro Mendívil, en la plaza del Pilar de Zaragoza.
José Miguel Marco

Pedro Mendívil es un hostelero que ve su propia ciudad, Zaragoza, desde una doble y privilegiada posición. Físicamente, a través de las imponentes cristaleras del restaurante-cafetería El Real en la confluencia de la calle Alfonso y la plaza del Pilar. Pero también a través de las opiniones de los turistas que por allí se acercan y que, a la par, se mezclan con una parroquia local que, cada vez más, acude a disfrutar de este singular chaflán. 

"La imagen de mi propia ciudad me la han mejorado los turistas", asegura el hostelero. Incluso le han descubierto algún secretillo: "Por ejemplo, hay una tienda aquí al lado, de almoneda, cuyo propietario, si tiene tiempo, invita a los visitantes a un sótano histórico muy curioso".

Tras el golpe de la pandemia, los turistas vuelven poco a poco, aunque no tanto en grandes grupos. "Viene gente suelta", certifica Mendívil. La crisis sanitaria, no obstante, también ha tenido efectos positivos: los zaragozanos han pasado a formar parte importante de la clientela de El Real, ciudadanos que han 'descubierto' nuevas formas de disfrutar su propia ciudad que, por evidentes o por prejuicio, se pasaban por alto. De un tiempo a esta parte, con el progresivo fin de las restricciones, vuelve la mezcla de culturas. 

"Ahora hay muchos portorriqueños", comenta sorprendido Mendívil. "Vienen como siempre franceses. El otro día teníamos dos grupos, uno de zaragozanos y otro de gente de Pau que acabaron juntando mesas y tomando copas". Otros muchos visitantes vienen puntualmente por cuestiones profesionales y acaban repitiendo para conocer mejor la ciudad", se congratula.

En este sentido destaca el efecto de ferias y congresos. Pero también hay otras vías de entrada quizá menos conocidas a nivel general, como el kartódromo de Zuera. "Es curioso la de gente que viene de toda Europa por ese motivo. Hace poco tuve por aquí una familia entera británica que había conocido Zaragoza solo de paso porque el hijo vino a competir con el kart y se quedaron tan encantados que acaban de volver a pasar una semana".

Con todos se desvive Mendivil porque para él, como para muchos de sus paisanos, "mostrar Zaragoza es un orgullo".

Mendivil se precia de asomarlos a la cara B de las rutas, más allá de los monumentos más conocidos. La mayoría queda sorprendida. Y resulta que él también. "Es muy curioso cómo los demás ven tu propia ciudad con mejores ojos que los locales". "Me han llegado a decir: 'Nos han dejado más huella los zaragozanos que los monumentos'". Y es que para Pedro el carácter de sus paisanos es uno de los grandes haberes de la ciudad: "Les pregunto qué les ha gustado más y a menudo me responden que la gente".

Asegura que "muchos llegan a Zaragoza bastante sabidos, predomina últimamente un turista culto, que incluso me enseña historia de Zaragoza que no sabía". "Vienen por aquí menos turistas despistados: antes apenas solo visitaban la basílica del Pilar, pero ahora también se acercan la Seo o la Aljafería; se ha ensanchado el panorama, gracias en parte también a la labor de las oficinas de turismo, pero aún es estrecho"

"Cuando llegan a Zaragoza es cuando despiertan", constata el hostelero. Continúa: "Los edificios les llaman tanto la atención que empiezan a preguntar. Y de una pregunta surge una conversación. Por ejemplo, donde está El Real se situaba el palacio del Marqués de Torrellas. Bajan al baño o al restaurante, que está en la parte de abajo y van descubriendo. Yo les explico que aquí antes hubo una prisión, cómo era la plaza antes, hasta les saco postales o recetas antiguas de la cocina del restaurante. Muchas veces acabamos sentados en una mesa hablando".

Tampoco tiene inconveniente en salir del bar con ellos y acompañarles a ver el paño mudéjar de la Seo o en llevarlos hasta la oficina de turismo de al lado del bar. Ni se resiste a acercarlos hasta otros puntos no marcados en el 'mapa turístico'.

"Una de las cosas que más les llama la atención es todo lo relativo a Los Sitios, les despierta un interés tremendo. Creo que es algo que debería estar más potenciado. Los llevo a ver los agujeros que dejaron las bombas y se quedan alucinados. Unos australianos me escribieron un correo diciendo que a la vuelta a su país habían estado indagando en Internet sobre el tema".

Mendívil tampoco deja de recomendar encarecidamente los palacios. "Les digo que a Zaragoza le decían la Florencia de España y alucinan". A menudo, conduce a los foráneos hasta la plaza de Santa Cruz, donde coinciden hasta tres palacios. "Lástima que algunos no se pueden ver por dentro, pero por ejemplo, del de la Maestranza, que solo abre los domingos, han llegado a venir de vuelta para darme las gracias por el consejo". Lo mismo pasa con el Museo Alma Mater: "Les parece una joya".

Otra cosa que puede resultar chocante es que muchos turistas "se van con la idea de que Zaragoza es una ciudad limpia". "Unos visitantes me dijeron que el recuerdo con el que se iban era el de un señor que se había apagado el cigarro en la suela del zapato y había tirado la colilla a la papelera". "Es curioso -apostilla Mendívil- porque yo creo que los zaragozanos ven la ciudad más sucia que los de fuera, por eso creo que aún se debería profundizar más, limpiando grafitis y fachadas".

De hecho, la limpieza y la amabilidad estarían entre las dos cosas que más destacan los que visitan la capital aragonesa, según el termómetro experiencial del hostelero. Sin dejar de lado su ambiente. 

"Tengo como cliente a un señor de Pau que es un enamorado de Zaragoza, viene todo lo que puede y me dice: 'Es que Zaragoza habría que venderla como un todo, como un sitio donde estar a gusto, no solo a través de un par de monumentos, o por lo cultural o artístico, sino como una experiencia total, Zaragoza no es solo visitar, es estar. Él me hablaba del turismo inverso, esos lugares de los que te vas para poder volver". 

Mendívil cita otro consejo de una visitante que, a su juicio, merece la pena: "No entendía por qué un turista en Túnez no se quede solo en la capital y, no solo eso, sino que no tenga inconveniente en hacer un montón de kilómetros para ver otras cosas, y no se haga lo propio en Zaragoza. ¿Por qué no se fomenta que el paso por la capital incluya  escapadas a Veruela, por ejemplo?".

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