Pedro García Aguado: “El talento no basta, hay que tener el descaro necesario para mostrarlo”

El exjugador de waterpolo, conocido por su papel en el programa televisivo ‘Hermano Mayor’, visitó el colegio Bajo Aragón Marianistas de Zaragoza este lunes.

Pedro García Aguado, en el colegio Bajo Aragón Marianistas de Marianistas.
Pedro García Aguado, en el colegio Bajo Aragón Marianistas de Marianistas.
Camino Ivars

 

 

A estas alturas, de sobra es conocida por todos la historia de Pedro García Aguado. El intervencionista familiar, exjugador español de waterpolo -medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996- y presentador de televisión, saltó a la fama en 2009 por su papel en el programa televisivo ‘Hermano Mayor’, en Cuatro, en el que trataba de corregir comportamiento disruptivo de algunos jóvenes en el seno del hogar. Este martes, gracias a una iniciativa del AMPA y del propio centro, visitaba el colegio Bajo Aragón Marianistas del barrio de Las Fuentes, en Zaragoza. ¿El objetivo? Concienciar a los más jóvenes, y dotar de herramientas a las familias.

Por la mañana, Aguado habló ante casi 200 jóvenes, primero de entre 11 y 13 años y después a los de 14 a 16. “Estáis en un momento de vuestra vida en el que vais a empezar a tomar decisiones que serán más importantes en un futuro de lo que creéis”, reflexionaba.

Pequeño de tres hermanos, Aguado asegura que el divorcio de sus padres le cambió la vida. Tenía 12 años cuando su madre se fue de casa. A eso se le unió el cambio de centro escolar, algo que le resultó verdaderamente hostil: “Pasé mucho miedo en esta época. Pasé de vivir en un entorno seguro a sentirme muy solo”. Afortunadamente, siendo todavía un niño encontró un salvavidas, el waterpolo. Un deporte en el que pronto destacó.

Pedro García Aguado, con alumnos del colegio Bajo Aragón Marianistas de Marianistas, este lunes.
Pedro García Aguado, con alumnos del colegio Bajo Aragón Marianistas de Marianistas, este lunes.
Camino Ivars

Con 18 años, cogió las maletas y se mudó a Barcelona para seguir con su carrera deportiva. “Me fui con muchas ganas de triunfar, de comerme la vida”, afirma. Sin embargo, la presión de formar parte del primer equipo español que participaba en unos juegos olímpicos, y el hecho de no lograr cumplir con las expectativas, también le pasó factura. “Cuando las cosas no salen como esperábamos tendemos a culpar a otros, en lugar de buscar el error en nosotros mismos. La clave es entender que nuestra obligación es tratar de hacerlo lo mejor posible”, admite, asegurando que el éxito y el fracaso son “dos grandes impostores”.

Perder ese día supuso un mazazo para el equipo, la dificultad de convivir con la presión y esos altos niveles de exigencia, una trampa. “Ahora entiendo que las derrotas siempre son un principio. Asumir una derrota y empezar de nuevo es algo que solo puede hacer una persona de vuelo superior. Hay una frase que me gusta mucho que dice “Hay derrotas triunfales a las que envidian algunas derrotas”, prosigue.

"Cuando las cosas no salen como esperábamos tendemos a culpar a otros, en lugar de buscar el error en nosotros mismos. La clave es entender que nuestra obligación es tratar de hacerlo lo mejor posible”

Y es que, para un joven de 23 años que demostró un gran talento dentro del agua, la vida pronto le enseñó que el talento no lo era todo en la vida: “Tener talento no basta, hay que tener el descaro necesario para mostrarlo. Y nosotros no supimos hacerlo ese día, pero lo logramos a los cuatro años, en una nueva cita deportiva”. Sin embargo, en este momento de su vida llegaría una nueva lección: El éxito no te convierte en diferente, ni en alguien mejor en la vida.

La trampa del éxito

Aguado reconoce que empezó a beber demasiado joven. Tenía 14 años cuando tomó su primera cerveza. “Cuando ganamos la medalla me di cuenta de que todo me salía bien, así que seguí bebiendo porque no pasaba nada, pensara que era capaz de hacer lo que quisiera siempre”, admite. Fue un 23 de abril de 2003, con tan solo 34 años, cuando le dieron la noticia: “Eres alcohólico”. “Para mí sonó a un imposible. Era un campeón olímpico, no podía pasarme eso”, reconoce. Sin embargo, tan solo cinco días después entraba en un centro para personas con trastornos adictivos.

“A veces nos venden que este tipo de sustancias, legales y no legales, nos hacen mas felices. Pero no es cierto. Algo que hoy en día está ocurriendo con las nuevas tecnologías y las redes sociales”, señalaba. Como ocurre con el primer contacto con el alcohol o las drogas, en un momento en el que la identidad digital y la reputación ‘online’ cobran más fuerza que nunca, es importante que, desde jóvenes, seamos conscientes de las consecuencias: “Lo que subís a la red se queda a la red y ninguno de vosotros sabe dónde va a estar mañana”.

La importancia de cuidar los afectos

El auge de las nuevas tecnologías, un mal uso y, en demasiados casos, el abuso, está creando una sociedad demasiado impersonal. Algo de lo que, si no es consciente, a la larga va a jugar en nuestra contra: “Lo verdaderamente importante es cuidar los afectos. Yo discutí mucho con mi madre porque no la entendía. Afortunadamente pude pedirle perdón y despedirme de ellas con palabras de afecto”.

"Hay que decir más veces ‘te quiero’ a la gente de nuestra vida"

En un periodo en el que lo más común o lo fácil es discutir con un padre, madre o ser querido por cualquier tontería, Aguado aboga por darle a cada cosa la importancia que verdaderamente tiene. “Recuerdo que por el programa pasó una joven que le dijo a su padre que los odiaba por no dejarle llegar a casa a las 5 de la mañana. Ese día se derrumbó el edificio en el que vivía. Fueron sus últimas palabras. Hay que decir más veces ‘te quiero’ a la gente de nuestra vida”, reflexionaba ante una atenta audiencia.

También hubo muchos consejos para quienes se encuentran al otro lado de esta película. Padres, madres, tutores y profesores que no siempre saben poner en práctica la teoría. “Lo que ocurre en la infancia es importante. En casa, en clase, con la familia. Todo esto puede influir mucho en la edad adulta”, destaca. Por eso, su mensaje es claro: “Es imprescindible inculcar tres valores: Obedecer, respetar y ayudar y liberar de las cargas en el hogar”.

Con el tiempo, Aguado se formó en violencia filioparental, es decir, en casos de comportamiento violento que ejercen los hijos e hijas sobre sus primogénitos. ¿De dónde surge este comportamiento disruptivo? ¿Dónde está la causa de estas faltas de respeto y agresiones? Aunque muchas veces cueste reconocerlo, está en la educación recibida. “Detrás encontramos modelos educativos que favorecen comportamientos no deseables, como la negligencia, no prestar atención suficiente o la sobreprotección”, advierte.

¿Por qué? Porque consentir o cubrir una serie de necesidades materiales en exceso, nunca es una solución eficaz. “No se trata de darles cosas, necesitan atención y tiempo de calidad”, señala. Hoy, a pesar de no haber tenido una vida sencilla, Aguado asegura sentirse agradecido del camino recorrido y, sobre todo, de haber aprendido tantas cosas. “Arrepentirse por algo que no puedes cambiar no sirve de nada. Lo importante es coger esa realidad y tratar de entender por qué actuamos como actuamos, y qué podemos hacer para mejorar”, concluye.

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