¿Por qué la calima no ha llegado a Zaragoza? La explicación científica a este fenómeno

Las partículas de arena procedente del desierto del Sáhara han llegado a algunos puntos de Aragón, como el Pirineo, pero parece que ha pasado de largo por la capital aragonesa.

La calima se deja notar en el refugio de Respumoso, en Huesca.
La calima se deja notar en el refugio de Respumoso, en Huesca.
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Desde la tarde de este lunes, los cielos de numerosas localidades del sureste español comenzaron a adquirir una insólita tonalidad anaranjada y una lengua de polvo llegó a cubrir tejados, coches y calzadas. Era la esperada calima, un excepcional episodio de polvo procedente del desierto del Sahara, más habitual en las islas Canarias, pero que impulsada por los vientos de la borrasca Celia, habían llegado a la península.

Poco después, esa situación se extendió al centro y al noroeste del país, donde se pudieron ver imágenes inusuales también en Aragón, como la nieve cubierta de polvo marrón en la estación de esquí de Llanos del Hospital, en Benasque, o los refugios de Respumoso y los ibones de Bachimaña, en Huesca. 

Pero la calima parece haber pasado de largo por la capital aragonesa, a pesar de la esperanza que algunos ciudadanos de ver teñida en tonos anaranjados la ciudad. La razón es sencilla: es precisamente la borrasca Celia, que ha dejado y dejará lluvias en la comunidad, la que cubre el cielo en Aragón y, concretamente el de Zaragoza, tal y como apunta Rafael Requena, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología en Aragón (Aemet).

"La nubosidad que hay estos días apenas dejar ver más allá, pero en caso de precipitación, podría incluso llover barro", señala Rafael Requena, que avisa que tal vez el resto de la semana "podría suceder". En el caso de la capital aragonesa también repercute el viento, que estos días, además, sopla de componente este y sureste y que puede llevar las partículas de este polvo sahariano.

El delegado de Aemet en Aragón explica que este fenómeno se produce por el impulso del movimiento general de la atmósfera y que puede llegar "en ocasiones hasta Escandinavia o, incluso, cruzar el océano Atlántico y repercutir en el Caribe", concluye Requena.

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