patrimonio

Escudos, placas, medallones… Los secretos en piedra de las fachadas de Zaragoza

Muchos emblemas pueden pasar desapercibidos entre el mortero y el ladrillo, pero esconden símbolos y alegorías que narran parte de la historia de la ciudad.

Algunos de los escudos, símbolos y elementos decorativos de conocidos edificios zaragozanos.
Algunos de los escudos, símbolos y elementos decorativos de conocidos edificios zaragozanos.
Heraldo.es

No puede decirse que pasen desapercibidos, pero sí es cierto que no llaman la atención como lo hacen las estatuas frente a los edificios singulares o las decoraciones escultóricas en las fachadas de las iglesias. Algunos escudos y blasones en piedra de la arquitectura civil zaragozana tienen mucha más miga de la que pudiera pensarse en un principio y, desde una distancia de cientos de años, retan al paseante avezado a descubrir su historia.

Algunos se ven a simple vista y otros que parecen algo recónditos, al igual que los hay evidentes, que se sabe lo que representan, y otros que son más dados al símbolo o la metáfora. Y, aunque es cierto que la mayoría se reúnen en el Casco Histórico (por ser allí donde tradicionalmente han vivido las familias más pudientes), existen en casi todos barrios como bien lo demuestra una joya en horas bajas como es el escudo heráldico de la familia Ferrer, en pleno corazón del Arrabal. Está en la calle de Villacampa, a la altura del número 4, donde hasta hace unos años había un palacio aragonés. En 1992 se hundió casi por completo pero, afortunadamente, se pudo salvar parte de su portada y su escudo, que hoy puede verse cómo languidece entre restos de verja de un balcón y cables que cruzan por todos los lados. Se trata de la piedra armera de aquella casa del siglo XVIII y la divisa reza ‘Armas de los Ferrer’, con una figura masculina vestida a la usanza hace 400 años portando una escudo que representa a un broquelero. “Estos dos datos, la referencia a la familia Ferrer del Arrabal y el emblema, nos remiten a un importante episodio de la historia de la ciudad: el Motín del Pan, una revuelta popular iniciada en Zaragoza el 5 de abril de 1766 contra la subida de precios de los alimentos de primera necesidad a consecuencia de la política económica de Carlos III”, explican desde el área de Patrimonio.

Arriba a la derecha, el escudo de la que fuera la casa de los Ferrer, en el Arrabal.
Arriba a la derecha, el escudo de la que fuera la casa de los Ferrer, en el Arrabal.
Toni Galán

Hay muchos otros escudos heráldicos, la gran mayoría del siglo XVIII, a los que no se suele presentar gran atención porque las fachadas de sus casas se han alterado con el paso de los años y estos símbolos de piedra han quedado ahí, aislados, entre medio del nuevo ladrillo o el hormigón armado. En Casta Álvarez, a la altura del número 77, hay un escudo bien conservado en mitad de dos viviendas, que alguna reparcelación antigua dejó entre dos aguas. De hecho, en su ficha de patrimonio se dice que ha de conservarse el escudo, así como "posibles elementos ocultos originales" como una hipotética galería de arquillos o el arco de la puerta de entrada, acaso emparedado bajo la nueva construcción. También en Juslibol, en la plaza del Arzobispo, hay un emblema que indica dónde se encontraba el palacio archiepiscopal en época de Fray Juan Cebrián (1644-1662), hoy devorado por un grupo de casas nuevas. “El escudo de piedra lleva los timbres archiepiscopales característicos y va fechado en 1697, por lo que correspondería al prelado Antonio Ibáñez de la Riva (1687-1710), y en la bordura lleva seis sotueres y la leyenda en la parte inferior ‘Gratia Dei’”, explican los expertos.

La fachada curva del Gascón y Marín esconde 14 personajes ilustres.
La fachada curva del Gascón y Marín esconde 14 personajes ilustres.
Oliver Duch

De vuelta a la margen derecha y al corazón de Zaragoza, podrían hallarse decenas de piezas semejantes en palacios y edificios mucho mejor conservados. El caserón aragonés de San Voto o el histórico palacio de la plaza de Asso, el de la familia Labalsa donde llegó a vivir el Justicia de Aragón Juan Campi (sucesor de Lanuza), podrían constituir un buen ejemplo. El viandante, no obstante, tiene reclamos más llamativos en los que posar su mirada como es, sin duda, el friso de medallones del bellísimo colegio Gascón y Marín. Son 14 las efigies que asoman, todas ellas de ilustres aragoneses (y foranos) que han hecho que esa fachada curva sea, realmente, un monumento. Joaquín Costa, Jerónimo Zurita, Ramón Pignatelli o Goya son algunos de los rostros más identificables, mientras que entre los más difíciles de atribuir figuran los de Damián Forment, Domingo Olleta, Valentín Zabala o el educador J. H. Pestalozzi, esculpido también por Pascual Salaberri.

El sublime edificio de José de Yarza se ubica a muy pocos metros de la antigua Escuela de Artes que, aunque sigue durmiendo el sueño de los justos tras quince años cerrada a cal y canto, muestra en su fachada dos de las leyendas en piedra de las de mayores dimensiones de la ciudad. Se trata, en realidad, de dos lápidas en homenaje a los defensores de los Sitios: una para los militares defensores y otra, para los ciudadanos. En los últimos años se ha invertido mínimamente para evitar que el crecimiento de ailantos no ponga en jaque el mortero del ladrillo del singular edificio, que Félix Navarro diseñó para la Exposición Hispano Francesa de 1908.

Símbolos comerciales y de abundancia en lo alto del Mercado Central
Símbolos comerciales y de abundancia en lo alto del Mercado Central
TONI GALAN

De defensores de los Sitios quedan algunos escudos de recuerdo en la ciudad como el de la casa en la que nació Palafox -de fachada rosada junto al arco del Deán-, que se creó y colocó con motivo del primer centenario del asedio. De obras de Félix Navarro con profusa decoración y alegorías en piedra también hay unas cuantas, entre las que es imprescindible citar el Mercado Central. En los planos originales, que conserva el área de Urbanismo, se ven infinidad de detalles que resulta divertido buscar luego en piedra como leones rampantes entre serpientes y granadas o letras semiocultas que hacen referencia a la práctica del comercio. El arquitecto José Antonio Aranaz, responsable de la reforma, explica también que se restauraron varios cuernos de la abundancia y el caduceo, esto es, el casco alado del dios Mercurio, que es protector del comercio. Asimismo, bajo las letras ‘zoco’, como gesto de gratitud al legado de la civilización árabe, Navarro diseñó unas colmenas como símbolo de la riqueza, acompañadas de tres abejas con cabeza humana.

Esta singular macrocefalia también se da en otro edificio insigne como es el palacio de los Luna o de los Condes de Morata, esto es, la Audiencia de Zaragoza ubicada en el Coso Alto. Son conocidísimos los gigantes de sus puertas (¿Hércules y Teseo?), pero conviene también observar las figuras alojadas en el hueco del frontón: se supone que junto a un rostro gigante de Helios, el dios sol, figuraban las armas del propietario, que se perdieron en alguna reconstrucción.

Detalle decorativo de un edificio del Coso Bajo.
Detalle decorativo de un edificio del Coso Bajo.
Guillermo Mestre

¿Más escudos curiosos? Serían imposible glosarlos todos, por lo que completaremos este brevísimo inventario con el del niño y la enfermera que puede verse en la Mutua de Accidentes de la calle de Sancho Gil o los caballitos de mar junto a los escudos de ‘trabajos-cultura’ del palacio de Larrinaga. Muchos estudiantes del campus San Francisco apenas reparan en la imagen de San Pedro (semitapada por una señal de tráfico), pero sí disfrutan de las muchas representaciones de disciplinas científicas que se ven en los medallones del Paraninfo.

Capítulo aparte merecerían las cerámicas murales o los estucados de inspiración veneciana como los que hay, sin ir más lejos, en la fachada de la CAI de Don Jaime I o en alguna vivienda del Coso Bajo. En la Casa Solans, el recuerdo a los emblemas de las familias Aísa-Farasdués está hecho con azulejos, mientras que un trasunto de la Virgen del Perpetuo Socorro de apariencia dorada y casi bizantina se halla encima de lo que era Pelegrín y Tardío, en la esquina de San Jorge con Don Jaime.

También quien se quiera dedicar a rastrear dragones por las fachadas de la ciudad tendrá entretenimiento porque puede hallarlos en lugares tan diversos como la rejería del Paraninfo, la fachada de la que fuera vivienda del jurista Juan Moneva y Puyol (el 25 de la calle Sanclemente) o las piedras armeras de la antigua Diputación del Reino que hay que visitar -eso sí- en el patio del Museo de Zaragoza.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión