empleo público

Marcas, pinganillos, filtraciones... así se amañan oposiciones en otras ciudades

Los métodos para manipular un examen son muy variados, pese al grave castigo al que se enfrentan los implicados.

Las primeras respuestas correctas no llevan punto al final de la opción
Las primeras respuestas correctas no llevan punto al final de la opción
Heraldo.es

La pulcritud de los procesos de selección en administraciones locales como los ayuntamientos es el pilar fundamental que sustenta la función pública. La seña de identidad de quien se ha ganado a pulso una plaza de funcionario. Por ello, los protocolos de las oposiciones son estrictos y vigilados con lupa, en aras de garantizar los principios de igualdad, mérito y capacidad. Sin embargo, y pese al grave castigo que puede conllevar para los implicados –desde la inhabilitación hasta la cárcel–, no son pocos los intentos de amaño investigados cada año en España.

Se podría pensar que los métodos son limitados, dados los férreos controles a los que están sometidos estos procesos, pero existe un variado catálogo de trampas que en los últimos años han salpicado los titulares de prensa.

El más habitual es la filtración de las preguntas. No hay que irse lejos para encontrar investigaciones al respecto en Aragón. Una de las más recientes y sonadas puso en duda la legalidad de las oposiciones de bomberos de la Diputación de Zaragoza, después de que varios aspirantes denunciaran que ciertos opositores podían haber tenido acceso al cuestionario previamente. Finalmente, los tribunales absolvieron a los acusados.

Menos habitual es el uso de pinganillos, que permiten al aspirante comunicarse con el exterior para contar con ayuda para realizar la prueba. En 2017, un opositor fue pillado ‘in fraganti’ usando este dispositivo en una oposición de la Policía Foral de Navarra.

Finalmente, se puede optar por dejar ‘pistas’ en el cuestionario, de tal forma que los opositores avisados puedan saber cuáles son las respuestas correctas. En este caso, el riesgo es que la prueba del delito queda negro sobre blanco. El actual caso de Zaragoza, con el uso de los puntos finales, es buen ejemplo, pero en otras ciudades también se han detectado diferentes tamaños de letra o incluso un color de tinta más intenso.

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