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Crimen del Arrabal: El homicida acudió a la Policía porque no podía dormir y quería pastillas

Se presentó en Jefatura para contar que no encontraba al amigo con el que convivía, pero acabó confensando que lo había matado horas antes en su piso.

El crimen se cometió en el piso 3-A del número 23 de la calle Palencia, en el Arrabal.
El crimen se cometió en el piso 3-A del número 23 de la calle Palencia, en el Arrabal.
Heraldo

Enrique S. B., el vecino del Arrabal detenido por el asesinato de su amigo, José Antonio R. R., se presentó el domingo por la mañana en la Jefatura Superior de Policía de Aragón diciendo que su compañero de piso había desaparecido, al tiempo que solicitaba a los agentes pastillas porque le dolía la cabeza y no podía dormir. Al principio, parecía que Enrique S. B. quería denunciar la desaparición de la persona con la que convivía desde hacía 15 años. Sin embargo, el hombre terminó pidiendo ayuda para dormir.

La actitud extraña y las declaraciones confusas, inconexas e incoherentes del denunciante levantaron las sospechas de los agentes, que decidieron acudir a su domicilio de la calle de Palencia número 26 para comprobar si todo estaba en orden o había pasado algo grave.

Los policías, tras llamar repetidamente al timbre y no obtener respuesta, solicitaron la ayuda de los Bomberos para poder entrar en la vivienda, ya que Enrique S. B., al parecer, no llevaba las llaves encima. El hallazgo no pudo ser más terrible y macabro: en una de las habitaciones, llena de sangre, estaba el cadáver de José Antonio R. R.

Según pudo saber este periódico, el cuerpo presentaba golpes en la cabeza y heridas de arma blanca. De hecho, le había rajado el abdomen de arriba abajo. Además, fue destripado, como si el autor del crimen hubiera buscado algo en su interior. Ahora será la autopsia la que revele las causas de la muerte e incluso si también pudo ser asfixiado.

A raíz de descubrir el crimen, la Policía detuvo a Enrique S. B., de unos 55 años, como presunto autor del mismo. Al principio no reconoció los hechos y su afán era que le dieran medicación ya que, según dijo a los agentes, llevaba varios días sin dormir. 

Este relato coincide con el que ayer hicieron sus vecinos en el sentido de hacía unos días que de la casa del detenido y de la víctimas salían ruidos y voces a horas intempestivas. No obstante, después de varias horas el hombre terminó confesando el homicidio de su compañero.

La extrema violencia desatada en la vivienda, así como las declaraciones delirantes del sospechoso hicieron que la juez del caso ordenara su ingreso en el servicio de Psiquiatría el Hospital Miguel Servet para ser examinado, tratado y evaluado. Al cierre de esta edición no había sido puesto aún a disposición judicial y el plazo máximo de 72 horas de detención se cumple a las 11 de este miércoles. 

Dependiendo de la evolución del sospechoso y de la valoración médica, la magistrada decidirá si le toma declaración en el juzgado o se desplaza la comitiva judicial al hospital para interrogarle allí. En función de lo conocido hasta ahora, puede ordenar el ingreso en prisión preventiva del detenido y dejarlo en el módulo de seguridad del centro sanitario hasta que los médicos crean que está en condiciones de salir de allí y prestar un testimonio coherente.

Al parecer, el detenido hacía años que no trabajaba por una incapacidad, aunque se desconoce si esta era de tipo físico o psíquico y si tiene algún historial de tratamiento médico, que en los últimos días ha podido dejar de tomar, lo que ha derivado en un brote psicótico.

Enrique S. B. y José Antonio R. R. llevaban unos quince años viviendo juntos en la calle de Palencia. "El primero que llegó fue Enrique, pero un tiempo después entró a vivir José Antonio porque, según me explicó, así podía afrontar mejor los gastos, ya que vivía de una pensión", relató una vecina. "La cabeza no la tenía muy bien, aunque es una persona muy amigable y solícita", añadió.

“Llevaba varios días haciendo cosas raras y le llamé la atención”

El comportamiento de Enrique S. B. durante los días previos al crimen había sido bastante extraño. Tanto que un vecino del número 26 de la calle de Palencia tuvo que asomarse al balcón en plena madrugada para llamarle la atención y pedirle que dejara de dar voces. "Se lo dije a los dos –refiriéndose al detenido y a su compañero de piso y víctima, José Antonio R. R.– porque hablaban muy alto. Además, uno de ellos se reía de una forma tan estridente que daba miedo”, apuntaba ayer uno de los inquilinos del inmueble donde ocurrieron los hechos, en la madrugada del pasado domingo, 16 de enero.

Los dos hombres no tenían mucha relación con la comunidad. "No he hablado nunca con ellos, no teníamos ningún trato”, explicaba otro joven en un descansillo. Sin embargo, ninguno de los residentes recuerda haberlos visto comportarse antes así. Lo que habrán de aclarar ahora los médicos es si la actitud del homicida fue consecuencia de algún tipo de brote psicótico.

Los forenses también tendrán que afinar sus conclusiones, porque si bien se ha confirmado que la víctima presentaba golpes y heridas de arma blanca, una de ellas grande y penetrante, parece que no se ha podido precisar todavía la secuencia temporal de las lesiones.

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