El yacimiento de Cabeza Ladrero, orgullo de Sofuentes

Este enclave próximo a Castiliscar y Sos, a dos pasos de la divisoria con Navarra, encierra un auténtico mar de posibilidades para los arqueólogos gracias a una historia documentada que abarca más de un milenio.

Las campañas de excavación en Cabeza Ladrero no dejan de ofrecer sorpresas al equipo de arqueólogos que en 2016 apostó por este yacimiento, ubicado junto a la población de Sofuentes, en las altas Cinco Villas. Además de los materiales romanos, que eran el único dato conocido, los trabajos han desvelado la larga vida de una ciudad cuyo origen se sitúa en el Bronce final (en torno al 900 a. C.) y que llega hasta el Bajo Imperio Romano, en el siglo V de nuestra era.

«Aparte de la cronología, lo más importante que hemos sabido es que a principios del Hierro I hubo un nivel de destrucción absoluto en lo que sería un pequeño poblado, y eso generó una cápsula del tiempo, hasta el punto de que en uno de los sondeos pudimos dar con parte de lo que sería la cocina de una casa con la mitad del hogar, y dentro del hogar teníamos una cazuela con los restos de un conejo que estaban cocinando», explica Ángel Jordán, director del proyecto científico.

La otra gran sorpresa fue localizar la necrópolis de la ciudad en su fase romana, que es en donde se han centrado las actuaciones en los tres últimos años. «Allí nos ha sorprendido identificar cinco fases de ocupación en un periodo de unos 400 años; por tanto, se produce una renovación de las familias muy grande, no son familias que se mantengan por más de cuatro generaciones». Se han localizado cuatro inhumaciones, y a tres de estos individuos se les han practicado análisis de isótopos en los dientes para conocer la alimentación que tenían, además de análisis de carbono 14 para confirmar cronologías.

A medio y largo plazo

El objetivo del proyecto está puesto en obtener información sobre el modo de vida de lo que el equipo investigador considera que eran clases bajas de la sociedad. Es lo que definen como «alejarnos de la Roma de mármol que se conoce más, y de la que tenemos un fabuloso espejo en Los Bañales, y acercarnos a la Roma de barro, para ver cómo vivía el grueso de la población romana». Entre las primeras conclusiones de la investigación destacan la sorprendente importancia del pescado en la alimentación. «Estudiamos la zona que separa la ciudad del río Aragón, a 10 kilómetros de distancia, que era la fuente principal de pescado y encontramos muchos yacimientos».

Otra sorpresa ha sido determinar la buena salud de la que gozaban estas gentes. «Hay inhumaciones de individuos que a priori pertenecen a la clase más baja, como artesanos, libertos, pintores, agricultores o comerciantes, y nos encontramos personas con buena complexión física, con buena talla, a los que no les faltaba la alimentación». En la campaña de este pasado verano localizaron parte de la madera de un ataúd lo que no es frecuente. «Tenemos un gran volumen de incineraciones que ofrecen datos sobre el rito o el ajuar y la forma de enterramiento. Pensamos que localizaríamos un campo de urnas como es habitual, pero de 27 incineraciones, solo en cuatro había urnas; hemos averiguado que aquí empleaban cajas de madera. En una de ellas hemos encontrado el mecanismo de cierre, de bronce, que pudo pertenecer a una caja ricamente decorada».

El equipo multidisciplinar que dirige Jordán está integrado por arqueólogos, historiadores, antropólogos, restauradores, zooarqueólogos y arqueobotánicos. Durante los primeros años, hasta 2020, carecieron de financiación. «Casi por amor al arte fuimos haciendo sondeos con un interés exclusivamente científico», explica. Poco a poco, las instituciones han ido confiando en la labor del equipo y ya el año pasado dispusieron de una financiación generosa por parte de la Comarca de Cinco Villas, que junto al apoyo de los ayuntamientos de Sos y Sofuentes ha permitido trabajar a una docena de estudiantes y la contratación de tres técnicos en las últimas dos campañas.

Con pena, los investigadores apuntan que la gran eclosión del proyecto ha coincidido con la pandemia, por lo que no han podido tener tantas visitas como hubieran deseado. «Nuestro objetivo es jubilarnos allí. La ciudad tiene mucho que contarnos, y pase lo que pase trabajaremos allí porque el esfuerzo ha merecido la pena, asegura Jordán.

Hay un elemento muy llamativo en una de las viviendas del yacimiento; el altar que sigue recibiendo todavía las ofrendas a los dioses. «Es fruto de la reutilización del material desde que se fundó Sofuentes en el siglo XIII. Se han ido recogiendo del campo y de forma inconsciente se ha ido creando este museo. Paseando por las calles vas descubriendo estas piezas, y con un poco de conocimiento que se tenga del mundo antiguo puedes reconstruir una historia preciosa sobre la población de Cabeza Ladrero».

Lo que queda por descubrir

Esta aventura arrancó en 2017 con una campaña de prospección en todo el valle, y al año siguiente comenzaron los sondeos -tanto en Cabeza Ladrero como en la colina de Los Bayos- para delimitar extensión y cronología. Hasta entonces, del yacimiento solo se sabía que era romano porque en las viviendas de Sofuentes había cantidad de material reutilizado, y a lo largo de los años varias personas procedentes del Museo de Zaragoza y del Monasterio de Javier habían pasado por allí para recoger materiales. «Teníamos un conjunto epigráfico grande, que podía pertenecer a un yacimiento muy interesante».

Hoy se sabe que a la llegada de Roma, la ciudad acoge la población de muchos pequeños enclaves del Hierro II del entorno. La población estaba integrada por pequeños campesinos o arrendatarios, que luego condicionan la sociedad de esta ciudad; tuvo un cierto empaque en la época tardoantigua, por los restos que se conservan. En el Hierro I, hacia el siglo VII a.C., Cabeza Ladrero sufrió una destrucción total, que ahora se ha podido determinar.

Un espacio cultural único convertido en museo al aire libre

El yacimiento de Cabeza Ladrero está situado a solo dos kilómetros de la población de Sofuentes. Esta proximidad ha dado personalidad propia a esta población de carácter medieval hasta convertirla en un auténtico «museo al aire libre». Así la define Ángel Jordán, el mentado director de la excavación y experto epigrafista. 

Los elementos constructivos de diferentes épocas procedentes del yacimiento romano se han reutilizado en las construcciones como una torre defensiva levantada en el siglo XIV o el convento de los Escolapios, construido en el siglo XVII.»

Por suerte no se han perdido y encontramos epitafios, elementos constructivos como un capitel bajo un balcón, diferentes basas reutilizadas o directamente colocadas sobre el suelo, un miliario puesto en mitad de una plaza o fustes de columnas empleados como bancos». Sorprende comenzar la visita contemplando las dos espectaculares acróteras que custodian la entrada al patio de una vivienda. El escultor representó en ellas los zarcillos de unas vides, con seguridad, uno de los cultivos importantes para los habitantes de la ciudad. Están acompañadas de dos estelas funerarias que ofrecen información valiosa sobre las familias residentes, costumbres y su procedencia.  

¿Sabías que...?

Las piezas reutilizadas en Sofuentes. Al parecer, se fueron trasladando con mayor intensidad a partir del siglo XVI. A finales del siglo XVIII, la ciudad todavía seguía a la vista; una crónica del fraile escolapio Mateo Suman habla de ella cuando está escribiendo el ‘Diccionario Geográfico del Reino de Aragón’.

Cultivos. Se sabe que por lo menos hasta el siglo XVI se estaban cultivando las tierras más cercanas al antiguo camino que unía Sofuentes con Sos, mientras que las tierras del otro lado apenas se trabajaban. Eso hace que las ruinas perduren durante mucho tiempo. Cuando Sofuentes comienza a crecer a partir del XVI, la gente va cogiendo las viejas piedras para adecuarlas a sus casas o las usa como elementos decorativos. Hoy las vemos decorando numerosos espacios públicos. Miliario. Es un recordatorio de que por la ciudad de Sofuentes pasaba una calzada que unía Zaragoza con el sur de Francia. A través de diferentes ramales, Sofuentes estaba muy bien conectada con la ciudad de Santacara, con Santa Criz, con Los Bañales y con Campo Real.

La torre de Sofuentes. Se levanta 1473 tras la petición que Miguel de Ruesta al rey para articular la defensa en plena frontera navarra. Se puede ver con la altura original rebajada. Conserva dos relieves, uno por cada cara y de temática militar. Vemos la corona de laurel, escudos ovalados y una espada, además de una representación de Atis que luego pasaría al escudo de Sofuentes.

La Posada. Hace cuatro años que abrió y acaba de recibir el primer premio del comercio aragonés en la categoría de multiservicios rurales. Es el centro neurálgico para el casi centenar de vecinos del pueblo. Tiene tienda de alimentación, restaurante con asador, habitaciones, apartamentos turísticos y un centro de actividades. La inversión para rehabilitar dos viviendas rondó el millón de euros.  

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