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El rincón favorito de Pilar Alegría: "Me gusta contemplar los atardeceres desde el puente de Piedra"

Para la ministra aragonesa, la Expo 2008, con sus infraestructuras, "nos permitió a los zaragozanos incorporar el río en nuestro día a día, en nuestras vidas; el Ebro dejo de ser una cicatriz".

El Ebro, la basílica del Pilar y el puente de Piedra de Zaragoza
El Ebro, la basílica del Pilar y el puente de Piedra de Zaragoza
Guillermo Mestre | guill

El antiguo e histórico puente de Piedra de Zaragoza es ese rincón querido del alma desde el que la ministra de Educación, Pilar Alegría, suele contemplar y disfrutar de los atardeceres en la ciudad; y el lugar perfecto, idílico, para dejarse llevar, para "sentir el discurrir del río, su amplitud, su inmensidad, toda su grandeza".

"La Expo 2008 –explica–, con sus infraestructuras, nos permitió a los zaragozanos incorporar el río en nuestro día a día, en nuestras vidas; el Ebro dejo de ser una cicatriz, una fractura en nuestra ciudad para pasar a convertirse en ese elemento clave, que tanto valoro". Un valor que para Pilar Alegría, se complementa y acrecienta con el significado, con el simbolismo universal, que entraña el puente, cualquier puente, como alegoría del tránsito, conexión y nexo de unión entre dos orillas, entre dos mundos, entre dos partes; como la mano tendida "que acerca e invita a pasar al otro lado". "Y este simbolismo, para mí, que siempre me he definido y considerado como una persona que intenta apostar por el diálogo, por el consenso, por los encuentros, es algo muy importante", concluye.

Por Antón Castro

Todas las ciudades tienen espacios que las definen, que les otorgan carácter o que trabajan, desde el silencio, a favor de su iconografía. Y uno de ellos es el puente de Piedra: une Zaragoza, partida por el río, enlaza dos mundos distintos, el puramente urbano y otro de procedencia campesina que nunca quiso quedarse al margen. Ese puente, de 225 metros de largo y siete arcadas (una de ellas cubierta), también compendia nuestra historia. Dicen los estudiosos que antes hubo ahí un puente romano; luego otro, desdibujado en la niebla de las centurias, que restauró Abderramán II en el año 839; en el siglo XII se quiso construir uno nuevo que facilitase el paso constante del Ebro, pero las riadas abortaron la tentativa.

Al final sería el arquitecto Gil de Menestral quien iniciase el actual Puente de Piedra en 1401, que se inauguró en 1440. Desde entonces ha vivido varias intervenciones de arquitectos como Agustín Sanz, contemporáneo de Goya, que le creó el pretil hacia San Lázaro; Ricardo Magdalena levantó en 1908 la cruz que recuerda la muerte de Basilio Boggiero, Santiago Sas y el barón de Warsage; José Manuel Pérez Latorre lo rehabilitó en 1991, se hizo peatonal y se colocaron los cuatro leones de bronce del escultor Francisco Rallo y las luminarias. En 2013, el escultor Jesús Gazol, el pintor Rafael Navarro, el diseñador Pablo Polo y los levantaron un peirón que evoca a los héroes de los Sitios; en 1813, los franceses habían bombardeado la arcada norte es su huida.

Como se ve el puente de Piedra, con su extraordinario pretil, es un baluarte de la memoria. Pero también es un lugar romántico para dialogar con la ciudad, para contemplarla en varias direcciones, hacia los puentes de las Fuentes o hacia Helios y el Moncayo. Desde el puente de Piedra miramos abajo y arriba. Abajo, corre el río lodoso que elogió José Martí con sus arboledas donde cantan las aves, desde los vencejos o las golondrinas al cormorán; vemos las riberas recuperadas, esa fronda envolvente que sirve para meditar, para pasear y hasta para guarecerse con un amor secreto o con los fantasmas de la soledad. Si se mira arriba, desde una de sus terrazas, se pueden hacer fotos a la Lonja, a los torreones del Pilar, a San Juan de los Panetes o pescar ilusiones en las nubes surcadas de pájaros. En las noches del Pilar puede ser más ideal aún: allí las palabras sencillas se acomodan tan bien a la oscuridad como los besos. A veces, de los tajamares sale un remero espectral que persigue la estela de la luna en el agua.

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