Una zaragozana allana el camino contra los abusos a falsos autónomos en Bélgica

Cristina Arnal trabajaba como guía turística para una empresa a la que decidió llevar ante las autoridades laborales belgas, que se acaban de pronunciar en su favor tras un juicio.

Varias personas pasean por la Grand Place de Bruselas.
Varias personas pasean por la Grand Place de Bruselas.
YVES HERMAN/Reuters

La exguía turística española Cristina Arnal acaba de lograr que un tribunal belga determine que su relación con la empresa Buendía Tours era de asalariada y no de autónoma, un caso que sentará jurisprudencia en la cada vez más global lucha de los trabajadores de la “nueva economía” por unas condiciones de trabajo dignas.

Buendía Tours, empresa con sede en Bruselas centrada en el turismo de habla hispana, ofrece a sus clientes visitas guiadas en Bélgica y traslados desde aeropuertos, según aparece en la Cámara Oficial de Comercio de España en Bélgica y Luxemburgo.

Y es que llueva, nieve o haga calor, la bruselense Gran Place se llena cada mañana de turistas liderados por guías con llamativos uniformes, un paraguas para hacerse ver y una sonrisa por bandera. Durante dos horas, enseñan al visitante los puntos más conocidos de la capital belga para, al final del recorrido, pedir una propina que determina el cliente.

En un modelo que parece idílico para el beneficiario, la otra cara de la moneda son los guías de estos llamados ‘free tours’: trabajadores autónomos y que en muchas ocasiones no tienen control sobre sus horarios, su forma de vestir e incluso abonan su billete de tren cuando el tour es en Gante o Brujas.

Fue el caso de Cristina, una joven zaragozana en Bruselas que, tras meses trabajando para Buendía Tours, se reconoció en el perfil de falsa autónoma tras leer un artículo en un periódico y decidió recurrir a las autoridades laborales belgas, que se acaban de pronunciar en su favor tras un juicio.

“Empecé en 2017 y es verdad que desde el principio ya había algún tipo de irregularidad con la prisa que te metían para empezar a trabajar, la falta de cualquier tipo de remuneración en las jornadas de formación que te exigían, la falta de pago de los billetes para desplazarte a tu lugar de trabajo... había cosas que empezaban a chirriarme un poco”, explica la ex guía.

Pese a ser autónoma, los horarios que le imponía la empresa no le permitían dedicar tiempo a formarse en otros campos o aprender francés y su relación con sus jefes fue deteriorándose. Tras un correo electrónico particularmente “malvado”, se decidió a llevar el dossier de pruebas que había ido acumulando ante la Seguridad Social belga, que le dio la razón.

Buendía Tours recurrió esta decisión, lo cual obligó a Cristina a encontrar abogado y presentarse en un juicio que ella “no había buscado”. “En ese momento me asusté un poco”, reconoce, “pero fui construyendo el caso y hablando con otros ex guías que, aunque no habían iniciado procesos legales, me apoyaron”, recuerda la española.

Cristina recibió a finales de septiembre la sentencia que reconoce que su relación con Buendía Tours fue de asalariada y no de autónoma, por lo que la empresa tendrá que pagar sus cotizaciones a la seguridad social y una compensación por los meses en los que no alcanzó el salario mínimo belga con las propinas.

“Es bueno para Cristina, pero también para otros porque ahora saben que es posible llevar un caso a los tribunales. También para el tribunal se está volviendo cada vez más fácil emplear la jurisprudencia”, explica Leïla Lahssaini, su abogada.

“No todas las empresas funcionan así”, aclara Cristina, “pero las que abusaban mucho del modelo de autónomo quizá tengan más cuidado. A nivel de conciencia general, muchos guías se dieron cuenta de que podían hacerse respetar más, que podían abrir sus propios tours sin depender de una empresa. Aunque te haga ganar menos dinero, igual te merece la pena a nivel de dignidad en el trabajo y de satisfacción personal”, añade.

La española asegura que no ha querido “abrir el debate” sobre el modelo de los “free tours”, que le genera "cuestiones ideológicas" por aceptar trabajar a cambio de propinas, pero reflexiona que, mientras exista este modelo y prácticas similares en la llamada economía de plataformas, se deben encontrar soluciones para garantizar los derechos de sus trabajadores.

“Es importante que aquí en Bélgica, poco a poco, los tribunales están siendo conscientes de esta situación laboral. Igual que en otros países de Europa, cada vez más casos de trabajadores de plataformas van llegando a los tribunales laborales”, relata su abogada.

Cristina, que ahora trabaja en Cruz Roja, gestiona una cuenta de Instagram que le sirve para explicar con mucho humor e ironía las circunstancias que vivió como guía, desde la “tiranía” de los comentarios que los clientes dejan en TripAdvisor hasta el enfado con los turistas que no pagan el servicio.

Su cuenta de Instagram, “poorfreetour”, reunió entre sus seguidores a guías de todo el mundo que se sentían identificados y sirvió, cuenta Cristina, como una “oficina virtual” para suplir la ausencia de una máquina de café en torno a la cual los trabajadores de una empresa física pueden compartir sus problemas; los de una situación de precariedad sobre la que la gente, confía la zaragozana, empieza a estar más concienciada.

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