obituario

Fallece Luis Antonio Gracia Lagarda, el popular capellán de los bomberos

El sacerdote fue también deán del cabildo, coordinó las cofradías y la AGM lo nombró cadete honorífico.

Luis Antonio Gracia Lagarda, en una imagen de 2016
Luis Antonio Gracia Lagarda, en una imagen de 2016
Guillermo Mestre

Luis Antonio Gracia Lagarda falleció este viernes en Zaragoza a los 79 años. Nació el 8 de abril de 1942 en la capital aragonesa y aquí transcurrió prácticamente su largo y fecundo itinerario docente y pastoral. Fue ordenado sacerdote en San Sebastián el 20 de junio de 1969 y en esa diócesis norteña inició su ministerio.

Consiliario de aquella inolvidable aventura apostólica nacida en los años 50 del pasado siglo, conocida con el nombre de Cursillos de Cristiandad, fue su mentor y apoyo en nuestro país desde los inicios de ese movimiento. Se mantuvo activo y emprendedor hasta que le fallaron las fuerzas y se vio obligado a dejar toda actividad en los variados campos pastorales en los que trabajó, unas veces por encomienda arzobispal y otras por iniciativa propia, impulsado por su celo sacerdotal.

Una breve enumeración de encargos recibidos y misiones jerárquicas encomendadas puede dar una idea de su preparación intelectual y de su capacidad para adaptarse a las variadas circunstancias y ambientes que hubo de vivir. Entre los reconocimientos que recibió, no ocultaba su especial aprecio por el nombramiento de cadete honorífico de la Academia General Militar de Zaragoza por "su afecto, comprensión y apoyo a la AGM en su tarea formativa y divulgativa".

Licenciado en Catequética y Espiritualidad por la Pontificia Universidad de Salamanca, coordinó todas las cofradías de Semana Santa de Zaragoza, fue consiliario de la Cofradía de la Piedad, deán del Cabildo Metropolitano, consultor de la Comisión Episcopal de Catequesis, director de su secretariado nacional en la Conferencia Episcopal Española y responsable del Movimiento Familiar Cristiano. Su presencia era habitual en foros eclesiásticos dedicados al estudio de los nuevos métodos de evangelización en el mundo, así como en reducidos grupos laicos de debate sobre problemas relevantes de la actualidad.

"El cura bombero"

Cuando sus convecinos se referían a él, no lo llamaban "el cura de los bomberos" sino "el cura bombero". No le molestaba que le adjudicaran este singular carnet de identidad y no solamente porque de hecho intervino personalmente en varios incendios, sino porque era consciente de que buena parte de su actividad sacerdotal la había dedicado a estos hombres que se juegan la vida propia por salvar la de los demás.

Sus feligreses bomberos se vieron acompañados por su querido páter en numerosas y graves ocasiones, de las que no olvido tres: el incendio en un almacén de disolventes en la calle de Tarragona; la tragedia de Tapicerías Bonafuente en la calle de Rodrigo Rebolledo del barrio de Las Fuentes y la del butano de Utebo. "En la tres hube de intervenir, de cura y de bombero", me confió. "

Ser bombero es algo que llevo en lo más profundo del alma", confesó en una larga entrevista en HERALDO el 23 de julio de 1971. Había efectivamente en su interior un retazo vocacional insatisfecho, llamado amor al riesgo. El título del magnífico libro que escribió sobre la historia de este Cuerpo Municipal lo dice todo: ‘Los bomberos de Zaragoza. Un servicio a la ciudad’. Todo en la vida de este sacerdote ejemplar fue servir al prójimo. Nadie en Zaragoza entendió que en enero de 2018, después de 35 años de labor humana, religiosa y sociocultural con el Cuerpo Municipal de Bomberos, el Ayuntamiento de turno rescindiera su vinculación con el capellán.

Creo que el mejor resumen y elogio que pueden hacerse de Luis Antonio es afirmar que fue un sacerdote "de su tiempo". Su versatilidad, cimentada en el estudio, la oración y la obediencia, configuraron un clérigo que supo adaptarse a cada período histórico de la sociedad y de la Iglesia, siempre a la zaga del Evangelio.

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