Volver a pedalear con la bici de la infancia

Varios talleres aragoneses restauran bicicletas antiguas que, normalmente, estaban casi olvidadas en trasteros, garajes o graneros.

La imagen del día que se aprendió a ir en bicicleta sin ruedines está grabada en la memoria de muchas personas –y a veces también en las espinillas-. Esa tarde de verano, en la cuesta de al lado de la casa familiar y sobre con una BH, una Orbea o una Torrot. Podía ser heredada de los primos mayores, esa que estaba en el granero desde hacía décadas, la de la comunión, la que se deseaba en los escaparates de grandes almacenes o la que habían dejado los Reyes Magos el último 6 de enero.

"Una G.A.C. azul". Javier Blas no duda cuando se le pregunta sobre cuál empezó a ir en bici, que era de un primo de su tío. Recuerda que fue en San Mateo de Gállego y en compañía de su padre. En Velociclos del Ebro -su taller en la calle del Olmo de Zaragoza-, busca entre varias bicicletas con solera y encuentra el cuadro de una vieja para explicar más o menos cómo era.

Velociclos del Ebro, tienda especializada en bicicletas en Zaragoza.
Detalle de la BH Gacela, en el taller de Velociclos del Ebro.
Toni Galán

En un par de cadenas que salen del techo cuelga una BH Gacela de color rojo que no está en muy buen estado. A pesar de la mugre, de la falta de piezas o del cuadro desoldado, todavía se conserva su emblema, la silueta elegante y rápida del animal. Esa, en concreto, se la compró a un señor, pero hasta su local han llegado clientes con sus bicicletas tullidas, pero que el valor sentimental impulsaba a sacarlas de graneros, garajes o trasteros y recuperarlas.

"Esta me la trajo una señora que nació en Canadá y se la habían regalado sus padres. Se vino a Zaragoza a vivir y se la trajo con ella", cuenta Blas en referencia a una bici azulona. En la chapa que hay bajo su manilla poner CMM y "made in Canadá" -hecha en Canadá-. "Hace un tiempo, a un señor le restauré una que se la habían regalado por la comunión a su mujer y tengo otro caso que era de la comunión de la abuela", relata este zaragozano.

Varios talleres aragoneses restauran bicicletas antiguas que, normalmente, estaban casi olvidadas en trasteros, garajes o graneros.
"Te cuentan la historia y cuando estás trabajando la recreas"

Las paredes de talleres como el de Javier están acostumbradas a escuchar este tipo de historias. "Te cuentan la historia y cuando estás trabajando la recreas. Hay una parte emocional importante, no es lo mismo que cuando reparas otras bicicletas. Para el cliente tiene un valor sentimental y, por lo tanto, también para el que la restaura”, reconoce José Manuel Tomé, al frente de La Pomada, en la calle de Manifestación de la capital aragonesa, otro de los talleres especializados de bicicletas en la Comunidad.

El primer paso para la restauración es hacer un diagnóstico de la bicicleta, normalmente el cuadro y la horquilla son las partes que pueden estar más dañadas. "En el cuadro se ha podido soltar alguna de las partes y es necesario volver a soldarlas, y en el caso de la horquilla es frecuente que hayan recibido golpes", explica Tomé. "También suelen estar muy mal las cámaras, las cubiertas o las zapatas", añade Blas. Con el presupuesto sobre la mesa –que oscila entre los 600 y 1.500 euros de media- y antes de empezar a intervenir, en La Pomada también preguntan cuál va a ser el uso: si será como elemento decorativo o, por si el contrario, van a querer usarla.

Se desmonta por completo –una labor que el óxido no facilita- y se reparan aquellas partes que están dañadas. Se puede pintar la bicicleta, con las combinaciones de color que se deseen, aunque por lo general se mantienen fieles a la original. Y los componentes pasan por un cromado. En estos talleres se intenta trabajar con partes originales, que guardan o encuentran en los rastrillos. "¿Lo más curioso que nos han pedido? Una vez nos tocó trabajar con unas yantas de madera que las tuvimos que pedir a un fabricante italiano", recuerda Tomé.

José Manuel Tomé, de La Pomada, comprueba una bicicleta Peugeot.
José Manuel Tomé, de La Pomada, comprueba una bicicleta Peugeot.
HA
"Estas bicicletas antiguas tienen un doble valor, porque es darle una segunda vida"

"Estas bicicletas antiguas tienen un doble valor, porque es darle una segunda vida", apuesta José Manuel. En La Pomada no solo restauran bicicletas, sino que también dan más opciones para que las ruedas de una bicicleta antigua vuelvan a rodar. "También tenemos bicicletas de segunda mano, de gente que la ha donado… Esas tienen un previo de unos 225 euros y se pueden cambiar los componentes que haga falta. Tiene una garantía de 6 meses y son de estilo clásico o acorde", menciona.

Ahora están detrás de un proyecto que se denomina Deux Vies –dos vidas, en francés-, así instalan componentes nuevos en cuadros antiguos. "Ahora también las demandas hoteles para ofrecer el servicio a sus clientes", apunta Tomé, que realizó varias para el Innside de Zaragoza.

A raíz de la pandemia de coronavirus, ha descendido el número de bicicletas que se restauran. "Antes, al año podíamos hacer unas 10 o 12 y ahora son 2 o 3", concretan en La Pomada. No obstante, sí que reciben a clientes que buscan piezas para darle una vuelta de tuerca a su bici. "Suelen ser bicicletas compradas hace una década y que llevan de dos a tres años sin uso. Ahora las quieren utilizar para hacer deporte, como ocio, como sustituto del transporte público o del coche". En ambos talleres coinciden en que se ha incrementado la demanda de conversiones a bicicleta eléctrica.

"Las bicicletas o los coches antiguos no se valoran como en otros sitios. Aquí tenemos tanta historia que la gente no les presta atención"

"Las bicicletas o los coches antiguos no se valoran como en otros sitios. Aquí tenemos tanta historia que la gente no le presta atención", lamenta Javier Blas. No solo las bicicletas hacen pedalear hasta décadas pasadas cuando se entra en su taller, también el teléfono o el toldo, hasta el ventilador que mueve el espíritu 'retro'.

Bicicletas españolas

A pesar de sorpresas internacionales, como alguna alemana, francesa, belga o italiana –incluso de Canadá, como la del taller de Javier Blas- la mayoría son producción española. "No corre… vuela", decía el lema de Bicicletas Ráfaga, unos velocípedos con seña aragonesa. El lema "La campeona de Aragón" acaparaba carteles publicitarios y páginas de periódicos.

Gran parte de la fabricación de bicicletas procedía del norte del país. Bajo el anagrama del león de Ciclos Iberia se lee Eibar. El germen de Orbea está esa localidad vasca. Juan Manuel, Mateo, Casimiro y Petra Orbea fueron los artífices de esta empresa, que data de 1840. Tras fabricar armas, maquinaria, prensas, tornos, fresadoras o taladros, comenzaron a pedalear en el mundo deportivo, tal y como se extrae de una de sus publicaciones conmemorativas.

De esa misma villa armera eran las BH. Tras esas letras se esconde Beistegui Hermanos: Cosme, Domingo y Juan. "La empresa, inicialmente dedicada a la fabricación de armas, dio un giro de 180 grados en 1923 tras la Primera Guerra Mundial", cuentan en su portal. También explican que su producción se centraba en "dotar de un rápido, cómodo y económico medio de transporte a los vecinos de Eibar".

Estos breves apuntes de historia se esconden tras las chapas de debajo del manillar. Esa chapita, junto con el sillín, el timbre, la dínamo o los frenos pueden volver a brillar como hace décadas. También la cadena, donde el valor sentimental es un eslabón más. 

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