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"La chica llegó al hospital aterrorizada, quería que pusiera que se había caído de la cama"

Tras pasar media vida preso, Julián David Gracia, más conocido como el secuestrador de Montecanal, volvió este lunes al banquillo por una supuesta paliza a su novia en una pensión de Zaragoza.

El secuestrador de Montecanal, de Zaragoza.
El secuestrador de Montecanal, de Zaragoza.
Oliver Duch

Su nombre es Julián David Gracia, pero desde agosto del año 2000, cuando asaltó un chalé en Zaragoza y exigió un rescate por las dos mujeres a las que encontró dentro, se le conoce como el secuestrador de Montecanal. El delincuente tiene 39 años y casi la mitad los ha pasado en prisión. Y aunque no hace mucho que logró la libertad, la paliza que supuestamente propinó hace un mes a su novia en una pensión de Las Delicias podría costarle otros tres años y medio a la sombra. Porque esa es la condena que propuso ayer para él la Fiscalía por un delito de violencia machista con lesiones agravadas.

De la peligrosidad y el temor que infunde este hombre dan cuenta los cuatro policías nacionales que lo custodiaron en el banquillo durante el juicio celebrado ante la titular del Juzgado de lo Penal número 9, en el que estuvo en todo momento engrilletado y ni siquiera se le consintió sentarse junto a su abogado, Alfonso Bayo. Su última víctima no se atrevió a denunciarlo, pero la gravedad de los hechos ocurridos en la pensión Laborra y los incidentes que protagonizó después en comisaría –donde fue capaz de quitarse las esposas en el calabozo– llevaron al juez de guardia a decretar su ingreso en prisión provisional. Cuánto tiempo continuará en Zuera es una incógnita, puesto que el Ministerio Público no tuvo ayer demasiada suerte a la hora de acreditar las pruebas que permitirían prolongar su encierro.

«La chica llegó a urgencias aterrada, quería que pusiera en el informe que se había caído de la cama para justificar la brecha en la frente y los numerosos golpes», explicó ayer el médico que atendió a la víctima la madrugada del pasado 3 de junio en el Servet. «Por supuesto, no lo hice. No era creíble», apuntó. La defensa intentó demostrar que la mujer podía estar diciendo la verdad y haber sufrido un accidente. «¿Qué razones tenía usted para no creerla?», inquirió el abogado del acusado al facultativo. «Primero, fue ella misma quien me dijo que había sufrido violencia de género», contestó el perito. «Pero hay además una prueba definitoria que impediría hablar de una caída, me refiero a las erosiones lineales que tenía en el cuello», añadió, dejando entrever que habían intentado estrangular a la mujer.

La chica no se atrevió a declarar

Pocas pruebas más inculpatorias logró la Fiscalía, ya que la víctima compareció ayer por videoconferencia desde otra ciudad y lo único que dijo fue: «Lo siento, pero quiero acogerme a mi derecho a no declarar». Teniendo en cuenta que Julián David Gracia tampoco había querido contestar antes a ninguna pregunta, la magistrada tendrá que dictar sentencia sin escuchar la versión de ninguno de los protagonistas del suceso.

Los cuatro policías locales que respondieron a la llamada de socorro del recepcionista de la pensión estaban citados como testigos, pero no se presentaron al juicio. «Nos sorprende que, siendo cuatro, ninguno de ellos haya podido venir. Tendrán que justificar por qué no lo han hecho y estar aquí el miércoles» (cuando continuará la vista), señaló la magistrada. Menos comprensiva incluso se mostró con otro testigo que tampoco respondió a la citación. De hecho, le impuso una sanción de 600 euros que solo levantará si se presenta en la segunda sesión.

Dadas las ausencias, la acusación pública tuvo que conformarse con interrogar a dos testigos de referencia: el recepcionista de la pensión y una clienta fija del establecimiento, ubicado en la calle de la Duquesa de Villahermosa. El primero recordó que el acusado y la chica compartían una habitación desde hacía «dos o tres días». «Recuerdo que vino él solo y me preguntó si le podía dejar otra llave. Me contó que había discutido con su novia y se había llevado la que tenían», indicó el empleado. Una hora más tarde, se presentó por allí la mujer y subió también a la habitación. Pocos minutos después, hicieron saber al recepcionista que había una discusión muy fuerte entre una pareja, aconsejándole que llamara a la Policía. Que fue lo que hizo.

«No me pegues, no me pegues», fue lo único que escuchó la otra testigo desde el pasillo. «No me cabe duda de que los gritos salían de esa habitación, porque estaba muy cerca de la puerta», puntualizó la mujer. Según esta, enseguida llegó la Policía y detuvo al presunto agresor. «A ella la vi al día siguiente cuando regresó a por sus cosas, llevaba varios puntos en la frente», apostilló. 

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