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De agente inmobiliaria a abrir una zapatería, cuando la pandemia es una oportunidad para cambiar de vida

Tras años dedicada al trabajo comercial en varios sectores, Vanesa Soria ha apostado por una nueva actividad laboral en Sabiñánigo, donde vive con sus dos hijos pequeños.

Vanesa Soria, en la puerta de su zapatería.
Vanesa Soria, en la puerta de su zapatería.
Heraldo

Después de toda la vida trabajando como comercial en hasta en cuatro sectores diferentes, sin horarios, con poco tiempo libre y con dificultades para conciliar la vida familiar y laboral, Vanesa Soria decidió dar un giro a su vida. En su caso, la pandemia le ha dado la oportunidad de tomar un nuevo camino, abriendo su propia zapatería en Sabiñánigo.

Cuando estalló la covid, Vanesa trabajaba como agente inmobiliaria en Jaca y viajaba cada día, sin importar la hora que fuera, incluidos los fines de semana. La situación económica la sometió a un ERTE y, en ese periodo, un amigo le habló de que quería traspasar la zapatería de toda la vida de sus padres. En un principio, Vanesa se prestó a ayudarle para buscar a alguien de confianza que quisiera hacerse con el negocio, pero la idea de ser ella esa persona iba ganando cada vez más peso en su cabeza.

No tenía experiencia en el sector de la zapatería y jamás hasta la fecha se había planteado abrir una tienda de este tipo. Pero, finalmente, en la balanza ganaron otros argumentos, como tener un horario más o menos fijo, organizar su tiempo como a ella le interesara y trabajar en Sabiñánigo, donde vive con sus hijos.

Motivada, sobre todo, por la calidad de vida que iba a ganar, Vanesa se pone al frente de la Zapatería Pasos en septiembre del año pasado. Una fecha en la que, por muchas ganas y optimismo que uno le ponga, no acompañó en absoluto. “El verano fue bueno pero yo abrí justo después y, tras el puente del Pilar, todo se torció”, recuerda de sus comienzos. “Aunque era consciente de que estaba abriendo en una situación complicada, en junio, cuando tomé la decisión, no pensé que vendría la ola de noviembre”, reconoce.

Fue el primer muro contra el que chocó en su nueva andadura laboral, pero no el único. Cuando Vanesa cogió el traspaso, el negocio llevaba un año en liquidación por lo que no había apenas stock de nada. “Tuve que comprar todo el producto de invierno, unos 50.000 euros de inversión”, asegura. Al menos, en aquella primera selección, contó con la ayuda de la dueña anterior quien, tras 32 años al frente de la zapatería, contaba con una amplia experiencia. Le presentó a los comerciales y la acompañó en la realización de los primeros pedidos, orientándola en qué tipo de zapato se suele comprar más y cuál es la tendencia de su clientela.

Ahora, después de estos primeros meses de rodaje, Vanesa ya ha aprendido de alguno de sus errores y, en el segundo gran pedido que ha tenido que hacer, el del calzado de verano, ha aplicado sus propios métodos. “Me lo he tomado con calma y me he probado cada zapato y sandalia para estar segura de lo que compraba”, reconoce.

Y es que solo con esta seguridad en que el producto que vende es bueno puede transmitir confianza a quienes entran por la puerta de su establecimiento. “En mi trabajo, sea en el sector que sea, sigo una pauta clara: no mentir nunca al cliente para que pueda confiar en mí”, explica. Esta filosofía lleva implícito un trato personalizado, algo fundamental en una zapatería donde la media de edad del cliente es elevada. “La mayoría son personas de cierta edad, algunas de ellas con problemas en los pies, y buscan, ante todo, comodidad”, asegura.

En su zapatería se pueden encontrar más de 300 referencias diferentes de marcas de gama media-alta como Geox, Pikolinos, Fluchos o Chiruca. La colección más barata es la de la línea joven Xti, con sandalias por unos 40 euros. El resto de productos, todos de piel, pueden ir desde los 70 hasta los 120 euros.

“Solo me queda cruzar los dedos y rezar”

Con la tienda repleta de producto nuevo de cara al verano y con una clientela más o menos fiel que apuesta por la Zapatería Pasos, a Vanesa ya solo le queda, dice, “cruzar los dedos y rezar”. “Abrí con mucho entusiasmo y me considero una persona optimista y práctica. Pero tras haber sufrido dos olas de covid sin apenas ingresos ya no sé qué pensar”, reconoce. Y es que tras el repunte de casos de octubre, la actividad se recuperó algo en navidades pero después, cayó en picado. “Desde enero hasta marzo he tenido la venta paralizada. En cuanto se habla de una nueva ola de contagios, la gente se asusta, no sale a la calle y no compra nada”, asegura.

Tras este complicado arranque, Vanesa mira hacia adelante, con la vista puesta en el verano, una campaña de la que depende gran parte de la viabilidad de su nuevo negocio. “Aunque tenía dinero ahorrado, la inversión inicial ha sido tan fuerte que he tenido que pedir un ICO y abrir una línea de crédito”, explica. Junto con el aprovisionamiento de stock, Vanesa tuvo que pagar el traspaso de la zapatería y, mes a mes, hace frente al alquiler del local y las facturas.

En su andadura, ha intentado beneficiarse de alguna subvención pero no cumple los requisitos de ninguna. “Para casi todas las ayudas se comparan los ingresos del primer semestre de 2019 con el de 2020 pero como yo no era la propietaria entonces, no puedo acceder a nada”, lamenta. Tampoco se ha podido agarrar a los planes para autónomos de nueva incorporación, ya que era necesario llevar dos meses en el paro previamente y ella solo estuvo uno. “Es muy triste que no reciba nada de apoyo abriendo un negocio en plena pandemia”, denuncia.

Con ayudas o sin ellas, Vanesa se aferra a que, al menos, ahora tiene mejor calidad de vida. “A pesar de la situación económica, en ese aspecto ya he ganado”, reconoce. No es que ahora trabaje menos, de hecho, probablemente invierta incluso más horas que antes, pero se organiza como quiere. “Esto, teniendo dos hijos pequeños es todo un privilegio”, añade. “En la inmobiliaria me iba bastante bien y vendía mucho. Ahora, seguramente voy a ganar menos dinero pero, en mi caso, me compensa en el día a día”, asegura. Por eso, aunque de momento las cuentas de la caja no le salgan, las de su vida están más saneadas que nunca.

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