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El crimen de Reyes aguarda ya veredicto tras descartar los forenses una muerte fortuita

El Jurado podría decidir hoy el futuro del acusado, que cerró el juicio pidiendo perdón a la familia del joven fallecido. La autopsia y la ubicación de los tiros desecharían la tesis del presunto forcejeo.

Wilson de la Cruz Méndez, procesado por el crimen de Reyes.
Wilson de la Cruz Méndez, procesado por el crimen de Reyes.
Guillermo Mestre

La tercera y última sesión del juicio del conocido como crimen de Reyes tampoco resultó propicia para el único acusado, Wilson de la Cruz Méndez, al que se le imputa el asesinato de Ariel Alberto Carrasco Viola el 5 de enero de 2015. El homicidio se habría producido tras un vuelco de droga que no llegó a buen puerto en un piso de la calle Navas de Tolosa de la capital aragonesa donde los dos implicados participaban en una compraventa de 200 gramos de cocaína.

Los médicos forenses que examinaron el cadáver refutaron ayer en la Audiencia Provincial la tesis de la defensa, que sostiene que los cuatro disparos mortales fueron involuntarios, fruto de un forcejeo. Los facultativos llegaron a definir como «violenta, con carácter homicida» la muerte de la víctima. Una declaración contraria a los intereses del procesado y que sigue la línea de lo expresado por el Grupo de Homicidios de la Policía, que durante el martes tildó de «auténtica ejecución» la escena con la que se encontró.

Tras la comparecencia de los forenses y de los especialistas en Balística, las partes emitieron sus informes y el juicio quedó a la espera del veredicto del Jurado Popular, que podría conocerse hoy. La Fiscalía modificó su calificación inicial y retiró una de las agravantes, por lo que ahora propone una pena de cárcel por debajo de los 30 años. La defensa, a cargo de Daniel de Andrés, mantuvo la petición de tres años de cárcel por homicidio imprudente, robo y uso de arma de fuego. De forma alternativa, el letrado solicitó que se condene a su representado por un homicidio con dolo eventual y tentativa de tráfico de drogas.

A la hora de pronunciarse, el tribunal popular tendrá en cuenta las precisas explicaciones de los forenses, que ayer explicaron que hallaron el cuerpo «con siete orificios de bala, cuatro de entrada y tres de salida, en las regiones torácica y abdominal». Según estos, la muerte de la víctima se produjo como resultado de «lesiones en órganos vitales incompatibles con la vida y que derivaron en un shock hemorrágico». Los disparos afectaron a los pulmones –de forma directa– y al corazón. Las balas, dijeron, impactaron a cañón tocante o bien a una distancia mínima.

Durante el presunto asesinato se produjeron disparos frente a la víctima y detrás de ella, por la espalda. Y todos los orificios resultantes fueron circulares, «lo que supone que los planos de los disparos eran perpendiculares». Esto descartaría un excesivo movimiento de las dos partes y, por tanto, una gran disputa. No en vano, a preguntas de la fiscal, los galenos concluyeron que «no parece que hubiese mucho forcejeo».

Sin quemaduras en las manos

Asimismo, achacaron los restos de pólvora en las manos del fallecido –uno de los asideros de la versión de la defensa– a su posición cercana a la pistola, frente a la posibilidad de que llegase a agarrar el arma durante los disparos. «De ser así, se hubiesen quemado, pero no tenía ni lesiones derivadas de una deflagración o una pelea», reconocieron los forenses. Haciendo uso de la última palabra, el acusado, entre llantos, insistió en la involuntariedad de los disparos, por los que se disculpó.

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