movilidad

"Tuve una gran satisfacción por ser el primer usuario del nuevo tranvía"

Arturo Tutor recuerda junto al revisor Fernando Banzo cómo fue el estreno, hace una década, de la primera fase de la línea del tranvía entre Gran Vía y Valdespartera.

Arturo Tutor y Fernando Banzo, hace unos días, en la parada de la plaza de San Francisco.
Arturo Tutor y Fernando Banzo, hace unos días, en la parada de la plaza de San Francisco.
José Miguel Marco

Eran las 4.52 de la madrugada cuando Arturo Tutor se subió al tranvía aquel martes 19 de abril de 2011. Contaba por entonces con 67 años de edad y, tras validar el billete, se sentó en uno de los asientos. Tenía todos para elegir, porque fue el primer viajero del nuevo medio de transporte de la capital aragonesa. Una década después, todavía recuerda el número del convoy, «el 3.070», anuncia sin dudar, y el motivo que le llevó a vencer la pereza para saltar de la cama en medio de la noche. «Quería ser el primero y tuve una gran satisfacción interior por haber hecho historia», comenta.

El veterano usuario acude diez años después de aquel estreno a la parada de la plaza de San Francisco, donde se reúne a petición de HERALDO con Fernando Banzo, trabajador del tranvía –primero conductor y ahora inspector– desde el inicio. Y pronto se arrancan a compartir experiencias. «Ahora estamos habituados, pero por entonces casi nadie había visto un tren cruzando el centro de la ciudad; te hacían fotos o se subían solo por curiosidad», apunta el revisor.

De hecho, el Ayuntamiento hizo circular los convoyes unas semanas antes de forma gratuita y controlada para poner a punto el complejo sistema de catenarias, frecuencias y prioridades semafóricas, pero también para acostumbrar a los usuarios. «Yo era voluntario y daba información a la gente en las paradas, primero en Gran Vía y después en Mago de Oz», recuerda Tutor.

«Mucha gente entraba y no sabía dónde había que pagar, porque no había nadie que te cobrara», señala, a lo que añade Banzo: «Al principio no multamos, se entregaba una hoja de apercibimiento para acostumbrar a la gente. Hay que recordar que si no validas, viajas sin seguro».

Como voluntario municipal, a Arturo Tutor no hubo que explicarle nada aquel 19 de abril de hace diez años. «Fui el primero, solo iba el conductor y un inspector, y a la vuelta se montó una mujer», rememora este apasionado del tranvía, del que conserva todo tipo de objetos de colección.

De hecho, su afición por hacer historia viene de lejos. «También quise ser el último en utilizar la pasarela que cruzaba el Ebro desde Macanaz. Aún guardo aquel billete», revela. Y por supuesto, fue usuario del anterior tranvía, el que desapareció en 1975, que utilizaba a menudo para ir con su padre «a comer las famosas anchoas de Casa Agustín». Eso sí, huye de la nostalgia. «No se pueden comparar, lo de ahora es un talgo y el de antes lo podías parar soltando el trole», recuerda entre risas.

Aprendizaje y mejora

Entre el ir y venir de convoyes, Fernando escucha con atención las anécdotas de Arturo. Tras diez años de servicio en la línea del tranvía, él también cuenta algunas experiencias a sus espaldas. «Montaron una maqueta del tranvía en plaza de España, y mi hermano me avisó de que recogían currículos, así que me presenté. Hubo miles de candidatos», relata. Tras superar las correspondientes pruebas, comenzó como conductor. «Estábamos muy ilusionados por empezar, nos formaron bien y aunque al principio hubo algunas incidencias se fueron solucionado con el tiempo», detalla.

Tras tantos años, comenta que ha visto crecer a muchos de los usuarios habituales de la línea. «Niños de cuatro o cinco años que te pedían con ilusión que les revisaran el billete ahora te saludan de camino al instituto», asegura.

Y también tiene claro cuáles son los momentos más complicados de su oficio: «Las noches de ocio y, sobre todo, las fiestas del Pilar». Alguna de esas jornadas, recuerda, le ha tocado despertar a más de un viajero trasnochado. «Hubo un día que al comprobar el billete de un chaval que se había dormido vimos que llevaba más de dos horas dando vueltas a la ciudad», cuenta.

En cualquier caso, ambos protagonistas coinciden en que las dudas, e incluso cierto rechazo por parte de algunos zaragozanos, han ido cambiando con el tiempo. «La gente ha visto que es bueno para la ciudad», opina Banzo. Por su parte, a sus 77 años, Tutor sigue siendo usuario del tranvía, como el primer día, pero reconoce que le encanta andar por la ciudad con su mujer, María Pilar, con quien recorre la ciudad sin descanso.

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