El control policial despeja el Tubo por el día pero no evita las aglomeraciones por la noche

Los agentes imponen en tres días 251 denuncias por no llevar mascarilla, fumar en las terrazas o no respetar la distancia.

Pasan solo unos pocos minutos de las doce del mediodía. En la calle de Estébanes, una de las más emblemáticas de la zona del Tubo de Zaragoza, apenas hay una veintena de personas que ocupan las mesas del exterior. Dentro de los locales, sobra con los dedos de una mano para contar a los clientes. Esa estampa durará poco. A las 13.00, encontrar un hueco para tomar el vermú se vuelve una tarea de lo más complicada. Los agentes de la Policía Local ya llevan una hora vigilando que se cumplan las restricciones sanitarias y que, a diferencia de lo que llegó a ocurrir en anteriores fines de semana, no se formen aglomeraciones que pongan en peligro la seguridad ante el coronavirus. Este sábado, el incremento de la presencia policial, que se sumó a la apertura de provincias, sirvió para rebajar la afluencia por la mañana, pero no fue igual de eficaz a última hora.

Así fue el sábado en el Tubo de Zaragoza

Aunque en general hubo menos gente, cuando cayó el sol se vieron imágenes similares a las de jornadas anteriores, con estrechas calles abarrotadas imposibles de atravesar sin dejar de guardar la distancia interpersonal, pero algunas conductas incívicas siguieron presentes, sobre todo con el paso de las horas. Solo en los últimos tres días –el jueves se activó el dispositivo de vigilancia–, la Policía Local cursó 251 sanciones en el Tubo a personas que incumplían las normas obligadas por el coronavirus. Sobre todo, por no hacer un uso adecuado de la mascarilla, fumar en las terrazas y no mantener la separación obligatoria. En toda la ciudad, el total de las multas ascendió a 460, según informaron desde el Ayuntamiento.

18.00. EN EL TARDEO. Por la tarde afluencia era menor y el ocio dejó a un lado la gastronomía para virar hacia el consumo de alcohol.
18.00. EN EL TARDEO. Por la tarde afluencia era menor y el ocio dejó a un lado la gastronomía para virar hacia el consumo de alcohol.
Guillermo Mestre

Este sábado no fue un día libre de incumplimientos. Después de uno o varios avisos, los agentes siguieron firmando denuncias. Más de uno daba fe. Weslim Guzmán, que estaba en una mesa de la calle Libertad, acabó siendo uno de los 118 amonestados. "Tenía la mascarilla en la mano, me la acababa de quitar para beber. Si me llega la multa la voy a recurrir porque no es justo", lamentaba el joven, que aseguraba que en días anteriores la situación era peor. "No se podía casi ni pasar, hoy está mucho más vacío", reafirmaba en el taburete de al lado Celia Pérez.

Clientes más jóvenes

La estampa de la popular zona de tapas ha cambiado sobremanera a raíz de la crisis sanitaria. Y no solo por la obligatoriedad de cumplir las normas anti-covid. Ayer, la alta presencia policial y la reducida edad media de los clientes –casi todos grupos de jóvenes más o menos numerosos– daban cuenta de un fenómeno que ya lleva ocurriendo varias semanas. Los hosteleros critican que el veto al ocio nocturno ha desplazado ciertos comportamientos y actividades a sus calles, lo que ha acabado "espantando" a su clientela habitual, que "nunca" ha sido esta.

"Es un problema de desubicación de la gente joven, que no tienen otro sitio a donde ir. Aprovechan que cogen sitio en las terrazas para hacer botellón a la vez", explicaba el propietario de El Balcón de Tubo, Joaquín Paulín, que no obstante aseguraba que es algo que ocurre también en otros establecimientos de la ciudad, solo que allí es "más llamativo". "No nos hace ninguna gracia pero es entendible, espero que solo sea algo puntual", sentenciaba.

18.00. EN EL TARDEO. Por la tarde afluencia era menor y el ocio dejó a un lado la gastronomía para virar hacia el consumo de alcohol.
20.30. A LA HORA DE LA CENA. El momento de más afluencia llegó por la noche, cuando el ir y venir de personas complicó a los agentes el control de las restricciones.
Guillermo Mestre

Los hosteleros han ido observando cómo algunos clientes, que a veces comienzan a pedir copas ya desde las 12.00 y no se marchan hasta ocho horas después, cuando llega la hora obligada de cierre, acaban convirtiendo la vía pública en una suerte de discoteca al aire libre y presentando comportamientos incívicos e irrespetuosos que antes apenas se producían. Estos días, consideran que la situación ha mejorado gracias a la presencia policial, pero todavía quedan pequeños rincones en los que, en según qué momentos, la situación se vuelve más complicada.

"El ambiente ha mejorado muchísimo", decía el propietario de La Casa de Las Migas, Hermógenes Caranzo. Entonces era la hora del vermú. Pero el cambio no se observaba con tanta claridad en otros momentos del día. Con el paso de las horas, la situación fue virando. Se destapó la otra cara de un ocio que tiene más que ver con el alcohol que con la gastronomía, y algunos clientes e incluso trabajadores acabaron protagonizando, en según qué calles, varias peleas o encontronazos. Los pocos que resistían por la tarde utilizaban la picaresca para eludir algunas normas en cuanto los agentes se daban la vuelta. No obstante, el momento de más afluencia llegó por la noche, cuando se juntó la vuelta a las tapas con las ganas de muchos de continuar con la fiesta. Hoy, el reloj volverá a girar.

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