La pandemia en el pueblo más pequeño de Aragón sin virus: "Esto es un confinamiento natural"

A Salcedillo se llega por una carretera que el pasado verano destrozó el cárter de tres coches. Con solo once vecinos censados, este es el pueblo más pequeño de Aragón. Realmente viven menos, entre dos y cinco personas dependiendo de las semanas. El alcalde, Fermín Navarro, y su mujer -Mercedes Gómez- vivían hasta hace un año entre el pueblo y Zaragoza, “tres días aquí y cuatro allá”. Pero desde que empezó la pandemia no han tenido dudas: “Aquí tenemos un confinamiento natural, estamos mucho más tranquilos”.

Tienen la mascarilla a mano, junto a la puerta de casa, pero la usan lo justo. “Si estamos nosotros solos, para qué nos la vamos a poner”, apunta Fermín. Solo se cubren la boca las pocas veces que llega alguien al pueblo: un obrero que va a arreglar una casa, alguien que llega por algún asunto del Ayuntamiento… pero poco más. También la llevan, claro, cuando van a comprar a Calamocha o a Utrillas. “Ahora vamos más a Calamocha, porque tal y como está Utrillas...”, apunta Fermín.

Salcedillo es uno de los pueblos de Aragón en los que no se ha registrado ni un caso de coronavirus desde que comenzó la pandemia. Sin apenas gente, es complicado que haya contagios. “Como no nos venga el virus volando desde algún lado...”, ironiza Mercedes. Los días en los que nadie entra ni nadie sale del pueblo, las normas sanitarias suenan ridículas aquí. ¿Mascarilla? ¿Distancia social? ¿Gel hidroalcohólico? ¿Confinamiento perimetral?

“Si no fuera por las noticias, a veces ni nos enteraríamos de que había pandemia. Un día normal nos levantamos, encendemos la leña, damos una vuelta a que nos dé el sol si hace bueno… ¿qué vas a hacer?”, pregunta Fermín, jubilado desde hace tres años. Según explican, hasta Navidades el virus era algo casi lejano para ellos: “Estaba mucho en las capitales, pero por aquí, nada. Ahora sí que ha habido algún caso en algún pueblo. Y en Utrillas y Calamocha, muchos”.

El estado de alarma, con el confinamiento domiciliario obligatorio para toda España, en Salcedillo no tuvo sentido. “Hacíamos todo normal. En abril fue como si ignoráramos el coronavirus, lo veíamos por la televisión. Ahora se ve algo más cercano”, señala Fermín.

Este pueblo, enclavado en una de las zonas más despobladas de España, nunca ha sido de recibir a mucha gente los fines de semana. Pero ahora, con los confinamientos de las ciudades y las comunidades, menos todavía. “Aquí da igual que sea lunes, que martes, que domingo. Siempre es igual de tranquilo”, dice.

Al alcalde y a su mujer solo les acompañan a diario dos pastores paquistanís instalados desde hace años en el pueblo, aunque ahora uno está de vacaciones en su país y el otro, con las ovejas en Allueva. Algunos días también están por el pueblo sus cuñados, que viven entre Zaragoza y Salcedillo, donde él aún trabaja las tierras. La mujer, Cristina Sabariego, ya jubilada tras hacer carrera 35 años en el Clínico de la capital aragonesa, dice que en este refugio “por supuesto que se está más tranquilo” que en la capital. “Cuando estamos en Zaragoza tenemos mucho cuidado, y más después de haber trabajado hasta hace poco en un hospital, pero esto es otra cosa”, admite.

Habla con mascarilla, como siempre que viene alguien de fuera, aunque en el día a día no sea tan necesaria. Salcedillo está algo más concurrido en verano, cuando pueden llegar a juntarse unas 40 personas. Este año no ha habido tantos, pero los que estaban sí tenían cuidado. “Hubo mascarilla y distancia, porque al final cada uno viene de un lado y nunca se sabe”, señala Fermín Navarro. Ahora, en familia, todo eso se relaja salvo en los momentos de las visitas, en los que se rescatan las mascarillas. “Hay que seguir manteniendo el virus lo más lejos posible, a ver si es posible”, concluyen.