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La lección de vida del robo de una bici: "Queda gente de buen corazón"

Tras la publicación de la historia en las cartas al director de HERALDO, varios lectores se ofrecieron a comprarle o donarle una nueva bicicleta a Luis, un camarero de Zaragoza.

Teresa y Luis, con su nueva bicicleta, tras el robo de la anterior.
Teresa y Luis, con su nueva bicicleta, tras el robo de la anterior.
M. M.

El martes 26 de enero Teresa García Roigé fue a desayunar a su cafetería de cabecera, en el paseo de Sagasta de Zaragoza, y se enteró de una lamentable noticia: al camarero que le atiende cada mañana le habían robado la bicicleta la tarde anterior. El lunes fue una jornada lluviosa y Luis Filián Espinoza recogió la terraza como cualquier otro día, a las 20.00. Miró a la señal donde suele aparcar la bicicleta, atada con una cadena, y ahí estaba. Cerró apresuradamente para pedalear con dirección a la tienda de alimentación de un amigo, a quien ayuda en el negocio a cambio de una propina. Sin embargo, su velocípedo ya no estaba en el lugar donde la había divisado hacía unos minutos. "No me vi, pero seguro que la cara se me desencajó", afirma.

"Fue un estado de frustración, de impotencia, un golpe de rabia"

Acudió a la Policía Local de Zaragoza para denunciar la sustracción, pero ya le avisaron de que sería "muy difícil que la recuperase". "Las venden, las desmontan, se las llevan fuera...", apunta Luis. "Fue un estado de frustración, de impotencia, un golpe de rabia. Ya no es por el precio, sino porque es mi medio de transporte. Era una bicicleta de trabajo", confiesa Filián Espinoza. Era el rápido puente de Luis para ir del colegio de su hijo pequeño -lo deja a las 9.05- a su lugar de trabajo -entra a las 9.30-, el 100 Montaditos de esa céntrica arteria. También era el vehículo para ir a su otro trabajo o para volver a casa para cuidar de sus niños. "La bicicleta estaba nueva, pero no era nada del otro mundo", explica este camarero.

"Estaba abatido, triste… -lo describe Teresa, su clienta-. Hasta perdió peso en pocos días". La "indignación" que nació en la clienta de Luis le llevó a escribir y mandar un texto para la sección de cartas al director de HERALDO. "Ya le avisé: que sepas que he escrito al periódico, pero para denunciar el vandalismo, sin ningún otro propósito", rememora García Roigé, que en ese momento se convirtió en un hada madrina.

Carta al director que mandó Teresa García Roigé sobre el robo de la bicicleta.
Carta al director que mandó Teresa García Roigé sobre el robo de la bicicleta.
HA
"Las nuevas generaciones tienen que aprender de estas muestras"

Los hermanos de Luis se enteraron también del robo y en cuestión de días pusieron remedio. "Juntaron el dinero que pudieron y me compraron una nueva", relata Filián Espinoza. Al igual que sus hermanos, un lector de este diario se interesó por su historia. "Teresa me dio el teléfono de un señor, le llamé y me dijo que me regalaba una bicicleta. Le conté que ya había conseguido una, pero le agradecí el detalle", cuenta Luis, a quien le cuesta continuar su relato porque los ojos se le empañan: "Ha sido una lección de vida. Nunca me había sentido tan arropado y he comprobado que queda gente de buen corazón". "Las nuevas generaciones tienen que aprender de estas muestras". Este lector que le quería donar un velocípedo no fue el único que llamó para buscar una solución al robo, sino que también llamó otro para comprar una nueva.

Este camarero, separado y con dos hijos a su cargo, agradece el gesto de su clienta Teresa, la voluntad del lector de HERALDO que se ofreció y la labor de este diario por publicar la carta: "Esto demuestra que está involucrado en el día a día de esta ciudad. Que el periódico es un miembro activo". Por supuesto, también da las gracias a su exmujer, que le ayudó esos días con la logística familiar, y a sus hermanos que residen en España, por el regalo.

"Después de esto no cambio esta ciudad por ningún sitio"

Luis Filián Espinoza es ecuatoriano y en noviembre cumplirá 5 años en Zaragoza. "Después de esto no cambio esta ciudad por ningún sitio", confiesa. A sus padres, que viven en Ecuador, les envió la carta publicada y asegura que no dan crédito de lo sucedido, ni del robo- aunque no es el primero- ni de la buena voluntad que ha comprobado en su propia piel. 

Texto íntegro de la carta:

El robo de una bicicleta

Hechos reales: lunes de lluvia. Tan apenas se ha hecho caja en el céntrico bar del paseo de Sagasta de Zaragoza, recién abierto tras el cierre por la pandemia. En la media hora en la que se han recogido las mesas de la terraza, a las 8 de la tarde, a mi camarero preferido, ese que me sirve el desayuno con una sonrisa que ya me alegra el día, le han quitado la bicicleta que había atado a un poste. Vale unos 200 euros, pero a él le hacía buen papel para ir a trabajar desde su casa en Torrero al local, cerrado desde septiembre. En tres meses y hasta ahora, finales de enero, no ha cobrado aún el ERTE. Tiene a su cargo a dos hijos menores, estudiantes, que conviven solo con él. Hay que pagar los alquileres, la luz, el agua, la ropa y la comida de los chicos… Con la bicicleta llega pronto al domicilio donde le esperan las tareas domésticas de las que se responsabiliza. También le sirve para desplazarse a la tienda de algún amigo que le ayuda a llenar el frigorífico. Y en un momento, presuntamente con una cizalla, han cortado la cadena que la aseguraba a un poste y se han llevado el humilde vehículo. Como lucro o, lo que sería peor, como gamberrada. Sé que quien lo ha hecho no leerá esta carta, pero si alguien le conoce o sabe, dígale que la devuelva, disimuladamente, como si se la hubiera encontrado por ahí. La alegría de recuperarla hará olvidar el disgusto. Son tiempos difíciles. Vivimos crisis a todos los niveles. Pero el hombre nunca debe ser un lobo para el hombre. Y no hay delito más vergonzoso que robar a quien nada tiene y está luchando para salir adelante.

María Teresa García Roigé

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