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La Navidad en la fila del hambre de Zaragoza: "Solo pido tener un día bueno"

La necesidad no se mitiga por las fiestas, y en la parroquia del Carmen lo saben bien: estos días no hay descanso y siguen preparando más de 220 comidas al día. Algunas de ellas, muy especiales.

En Navidad el hambre aprieta igual que el resto del año. Estos días, en las casas sin calefacción continúa haciendo frío, y en la calle la noche sigue siendo larga. Por eso, en las filas del hambre de Zaragoza no hay descanso, con cientos de personas que hacen turno para recoger su comida y docenas de voluntarios preparados para dársela. Da igual que sea Nochebuena, que Nochevieja, que cualquier otro día del año.

Pese a ello, en la parroquia del Carmen procuran que estas jornadas sean un poco especiales. El comedor se decora y el menú se ennoblece. También en Navidad, la fila a mediodía sigue ocupando toda la calle de Santa Ana y dobla por Albareda. “Damos unas 220 comidas al día, con picos de hasta 265. Antes de la pandemia como mucho hacíamos 180”, cuenta Gabriel Sánchez, voluntario de la parroquia.

La necesidad no se mitiga por las fiestas, y en la parroquia del Carmen lo saben bien: estos días no hay descanso y siguen preparando más de 220 comidas al día. Algunas de ellas, muy especiales.

Sara Sarka es una de las habituales desde hace varios meses. Natural de la República Checa, tiene 37 años y vive con dos personas más (y con sus dos perros) en un local abandonado de Cesáreo Alierta. “Estos días son como todos para mí. Por la mañana salgo a pedir dinero para tener algo que dar de comer a los perros, luego cojo mi comida aquí y por la tarde estoy tranquila en casa, aunque estos días hace mucho frío allí...”, relata. Sin luz, ni agua, ni calefacción, y pocos meses después de la muerte de su marido, “la vida es ahora un poco complicada”, admite.

Pese a ello, no quiere volver a su país, y eso que allí tiene a sus padres, a su abuela y a sus hermanos. “Quiero otra vida y creo que aquí puedo tener oportunidades”, señala esperanzada. Le gustaría trabajar en hostelería, pero aún no tiene los papeles en regla. “Soy pastelera, pero he trabajado en cocinas, en bares, casinos… Tengo experiencia, y claro que quiero tener un empleo”, asegura. Su deseo para Navidad sería “poder cocinar algo especial” y, en general, “tener un día bueno”.

La parroquia del Carmen no descansa por Navidad, y este año ha recibido un incremento de donaciones.
Gabriel Sánchez y Manolo Álvarez, voluntarios de la parroquia, en la despensa repleta de productos.
Toni Galán

En el interior de la parroquia, la actividad es frenética estos días. “En Navidad esto se desborda, pero este año mucho más”, comenta Gabriel. El año de la pandemia ha provocado un aumento de la solidaridad, por lo que las donaciones se han disparado. “Aún no tenemos cifras cerradas, pero el incremento ha sido muy sustancial con respecto a otros años”, señala este voluntario mientras organiza la despensa.

Los almacenes se llenan con donaciones procedentes de supermercados como Mercadona o El Corte Inglés, así como de un programa de la Unión Europea y del Banco de Alimentos, a través del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). También, claro, de esas donaciones particulares que estos días se multiplican. Estos días también piden productos de higiene como pañales, gel, champú, pasta y cepillos de dientes… “Son cosas que vienen muy bien”, dice Gabriel Sánchez.

La llegada de semejante volumen de productos garantiza el abastecimiento, pero también supone un incremento del trabajo para almacenar y organizar la ‘gasolina’ que necesitan las cocinas a diario. En el comedor físicamente comen a diario una veintena de personas, generalmente las que no tienen un techo bajo el que sentarse a comer. El resto, hasta las más de 220 raciones, se reparte en bolsas que van con cuatro fiambreras, una fruta, un dulce, dos raciones de pan y un lácteo.

Al comedor entran unas 20 personas, las que no tienen un techo bajo el que sentarse a comer. El resto, hasta 220, se llevan su ración en una bolsa

Para los días grandes de Navidad, el menú se engalana. El día de Nochebuena el restaurante Aura llevó canelones de marisco, pollo con ciruelas y pasas y tarta cuatro quesos, con una bolsa navideña de turrones y polvorones… más dos mascarillas. Para el día de Navidad, la Liga de Fútbol Profesional ha subvencionado el menú aragonés que han elaborado los cocineros de la parroquia: entremeses variados, cardo con almendras, ternasco con patatas y dulce.

“Nos hace ilusión que tengan algo especial, como pasa estos días en cualquier casa. Que la gente llegue y diga ‘¡sorpresa!, ¿qué hay para comer?’. Lo agradecen mucho, claro”, señala Gloria Pardos, una de las dos personas encargadas de la cocina. Ellos son los únicos profesionales de la parroquia, el resto son voluntarios que se turnan para atender la logística y repartir la comida. Cada día acuden unos ocho, aunque en Navidad se requieren más manos.

En cuanto a los usuarios, siguen siendo mayoritariamente hombres (en torno a un 80%) de mediana edad (unos 45-50 años). “Son sobre todo españoles sin recursos, pero que no necesariamente duermen en la calle. Desde que empezó la pandemia, cada vez hay más gente que tenía un trabajo, pero cuya empresa ha cerrado y se ha quedado en la calle”, explica Manolo Álvarez, otro de los voluntarios.

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