iglesia católica

Un rito silencioso y cronometrado al milímetro

La toma de posesión del nuevo arzobispo de Zaragoza se desarrolló entre la Seo y el Pilar con puntualidad exquisita y la emoción contenida para evitar la propagación del virus

Los organizadores de la puesta de largo del nuevo arzobispo de Zaragoza Carlos Escribano hilaron fino para impedir que la emergencia sanitaria se convirtiese en algo más que una anécdota a recordar dentro de unos años. Y vaya si lo consiguieron. Solo el llanto del sobrino-nieto de Escribano, un bebé que se portó como un campeón durante toda la mañana, rompió el protocolo ya en las postrimerías de la liturgia. El solemne acto se desarrolló entre la Seo y el Pilar y con una puntualidad exquisita en todo momento. Eran las 10.14 y la comitiva, tal y como marcaba la agenda, asomaba por el portón de doble hoja de la Casa de la Iglesia. Sesenta segundos después entraba en la catedral, donde el alcalde Jorge Azcón –que ayer cumplía años– aguardaba junto al resto de la comitiva municipal, el Cabildo Metropolitano y el Colegio de Consultores. Estos últimos han velado por la marcha de la Archidiócesis en la transición.

Las puertas de la Seo se cerraban a las 10.17, y solo diez minutos más tarde la comitiva ya encaraba la basílica del Pilar, un camino que recorrieron entre algunos fieles y los muchos curiosos que, con el pan bajo el brazo o ataviados con unas mallas deportivas, se preguntaban qué despertaba tanta atención en el corazón de la ciudad un sábado por la mañana.

Una vez en el Pilar, la toma de posesión de Escribano adquirió calor humano... en contraste con la modesta temperatura que marcaba el mercurio en el interior del templo mariano. Tres centenares de asistentes, 303 para ser exactos, tomaron asiento en los bancos del altar mayor y en las sillas dispuestas en las naves laterales. Autoridades eclesiásticas y civiles, representantes judiciales, universitarios, militares y policiales y un buen número de devotos completaron el aforo permitido, que debido a las restricciones sanitarias quedó reducido al 25%. En contraste con anteriores tomas de posesión, se guardaron las distancias entre los asistentes, que incluso fueron advertidos al inicio para que respetaran el metro y medio de separación en el momento de comulgar. Tampoco hubo abrazos, pese a lo emotivo del acto, ni se dio la mano a la hora de desear la paz. En su lugar, se pidió que los fieles asintieran con la cabeza unos frente a otros. Nadie rompió la norma.

Prohibido cantar

La puntualidad también fue la seña de identidad del acto central. A las 11.00, como apuntaron los organizadores días atrás, la procesión encaraba el altar mayor bajo la atenta mirada de los infanticos, que siguieron el evento desde la tribuna privilegiada del coro. Lo hicieron en silencio, como todos los presentes, a excepción de los tres solistas que interpretaron los cantos. Aunque esta decisión era del todo comprensible –lo más importante ahora es evitar la propagación de la covid mediante aerosoles– se oyó algún lamento al respecto: «Es un verdadero esfuerzo esto de no cantar el Himno a la Virgen...».

Tras un fuerte aplauso, ya a las 12.38, concluyó una intensa mañana en la que todo salió según lo previsto. Solo faltaba que el nuevo arzobispo saludase al grupo de fieles que aguardaba a las puertas. Tras una breve espera, salió y departió con ellos, momento que algunos aprovecharon para inmortalizarse con el prelado mediante un selfi.

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