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Emilio el Cordobés niega ser el autor del crimen de la maleta pero no aclara ciertas dudas

El acusado por el asesinato de Jorge M. en Zaragoza señaló a este hombre como el verdadero autor. La Policía y el juez instructor no vieron motivos para incriminarlo, pero hoy ha declarado como testigo y no ha sido capaz de responder a algunas preguntas importantes.

El acusado por el crimen de la maleta, Jonathan Berreondo, durante el juicio que se celebra en Zaragoza.
El acusado por el crimen de la maleta, Jonathan Berreondo, durante el juicio que se celebra en Zaragoza.
Oliver Duch

Emilio el Cordobés. Ese el nombre que dio Jonathan Berreondo, acusado por el crimen de la maleta, cuando se desdijo de su primera autoconfesión y pidió volver a declarar para identificar al verdadero autor del asesinato del camionero madrileño Jorge M. V., el 14 de diciembre de 2018 en Zaragoza. El joven guatemalteco reiteró el martes en el juicio que fue este hombre quien asestó los 25 martillazos en la cabeza a la víctima. Pero ha sido hoy cuando el jurado ha podido por fin poner cara y escuchar a la persona que, como dijo la acusación particular, el acusado trata de “cargar el muerto”.

Como era previsible el Cordobés, que ha declarado en calidad de testigo, ha sido tajante: “Yo no tengo nada que ver con esto. Nunca le dije (al acusado) que iba a comprar cal o a ayudarle a deshacerse del cadáver. No tengo ni idea de por qué intenta culparme”. El interrogatorio ha sido prolijo y Emilio G. C. -que esa es su identidad- ha dado respuesta a casi todas las preguntas. Sin embargo, el testigo ha sido incapaz de concretar si el día que se produjo el crimen estuvo en casa de Berreondo, en la calle Vía Verde del barrio Oliver. “Entre octubre y diciembre nos vimos unas cuatro o cinco veces, pero no recuerdo si aquel día estuve allí. Han pasado dos años”, ha dicho. Pero lo cierto es que los geoposicionamientos de su teléfono móvil y los mensajes de Whatsapp que se cruzó con el acusado confirman que, efectivamente, aquella tarde quedó con él y acudió a su casa.

“Sé que hubo un día que me estuvo mareando (por el acusado): acudí a la hora que me había dicho, pero no estaba, esperé, pero no llegaba. No recuerdo la fecha, pero sí recuerdo que al final no subí al piso”, ha explicado el testigo. Lo que tampoco ha sido capaz de aclarar el Cordobés es por qué estuvo merodeando varios días después del crimen por la casa del presunto homicida si no había quedado con él. En concreto, los días 20 y 21 de diciembre, fechas en que las antenas de telefonía también lo sitúan allí. Y esa es la baza a la que previsiblemente se aferrará la defensa en su informe final para hacer ver al jurado que el Cordobés tuvo alguna implicación en los hechos. En cualquier caso, el Grupo de Homicidios descartó su participación en el asesinato y el juez de instrucción tampoco halló pruebas para incriminarlo y sentarlo en el banquillo.

Los ‘pantallazos’ del móvil que el propio Emilio G. C. aportó en el juzgado demuestran que después del crimen y hasta que bajó a Córdoba a pasar la Navidad, el 22 de diciembre, se cruzó mensajes a diario con el encausado. En cualquier caso, el testigo asegura que en esas fechas solo estuvo una vez en la vivienda de la calle Vía Verde: el 19 de diciembre, cuando el cadáver del transportista madrileño llevaba ya cinco días metido en la maleta y oculto en un armario de la terraza. “Por supuesto, no me contó nada. Tampoco le vi nervioso ni preocupado, estaba como siempre”, ha declarado. Mantuvieron relaciones sexuales y se marchó.

Emilio G. C. ha dicho que conoció al acusado por la aplicación de contactos gays Grinder y que nunca le cobró por practicar sexo. “Solo una vez hicimos un trío”, ha señalado, para negar que fuera con la víctima, con la que “nunca” coincidió.

Su amiga: “Vi fotos en las que llevaba objetos de sado”

Durante la segunda sesión del juicio ha comparecido también como testigo la amiga transexual que encontró la maleta en casa del acusado. Lo hizo después de que este último le contara que había discutido con un chico al que tenía alquilada un habitación y se había marchado dejándole un “regalito”. “Pesaba mucho. Le pregunté por qué no la abría y se puso muy nervioso. Yo le dije que llamara a su novio o a la Policía para contarles. Y me dijo que lo haría”, ha relatado la mujer. No fue hasta varios días después cuando se enteró de que dentro había un cadáver.

Sobre las supuesta afición del acusado al sadomasoquismo, la testigo ha confirmado que vio objetos relacionados con estas prácticas en su casa y que le enseñó fotos en las que lucía algunos de ellos. También ha hablado de una página de Facebook en la que estaba registrado.

El jurado ha podido escuchar también este miércoles a los forenses que practicaron la autopsia a la víctima, así como a la pareja del acusado y otros dos testigos. Entre ellos, el dependiente que vendió el martillo al guatemalteco el día antes del crimen.

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