aragón es extraordinario

Rueda vigila el Jalón desde su castillo

La localidad cuenta con un conjunto fortificado, su castillo y las ‘Hermanicas’, cuyas raíces se hunden en el siglo IX; el conjunto se levanta sobre un inmenso cortado.

Rueda de Jalón es en sí un paisaje de contrastes; del verdor que reporta la fértil vega del Jalón y la llanura que desciende hasta el Ebro hasta el paisaje estepario, sobre el que se asienta su castillo y las vistas hacia el Moncayo. Todo dentro de un extenso término municipal de 107,4 kilómetros cuadrados. De entre su rico patrimonio llama la atención la fortaleza, hoy de propiedad privada, que enriscada y desafiante sobre un espolón sufre los daños inexorables causados por el paso del tiempo. Su estado de ruina llevó a incluirla en 2007 en la llamada Lista Roja del Patrimonio.

«Hablamos de uno de los principales castillos musulmanes de la Alta Edad Media en Aragón. Para dar muestra de lo que fue, y grosso modo, han pasado por él califas, reyes musulmanes, de Castilla y de Aragón, el Cid o el Conde de Aranda», desgrana Pedro López, natural de la vecina villa de Épila e historiador. «Es una fortaleza que cuenta con muchos rincones impresionantes, como diversos pasadizos; la recorríamos de pequeños», detalla Emilio Casanova, estudioso local. Para Casanova, todo el conjunto da muestra «del enclave importante que ha sido históricamente Rueda, desde donde se podía vigilar de La Muela a La Almunia y el corredor hasta el Ebro».

A pesar de su grado de deterioro, el Gobierno de Aragón lo tiene incluido en su catálogo del Sistema de Información de Patrimonio Cultural Aragonés como monumento, con el grado de Bien de Interés Cultural. En la actualidad existen rutas senderistas en las que se incluye el paso por el entorno de la fortaleza. De ella, apunta López, se sabe que data del siglo IX: «Está inspirada en la Alcazaba de Almería, y fue pasando por distintas manos musulmanas. Eran tres recintos ordenados en una planta triangular y en tres niveles; el vértice superior estaba en el risco donde hoy está lo poco que queda de la torre del homenaje», dibuja. Posteriormente se levantaron las llamadas ‘Hermanicas’, dos torres de vigilancia.

De aquellos tres recintos en los que se articulaba la fortaleza quedan algunos vestigios que dan pie a deducir en qué estancias se repartía, incluidos sus pabellones, las zonas de vivienda, atalayas que custodiaban la entrada por uno de los pocos flancos accesibles, aljibes y otras dependencias. «El deseo sería levantar un centro de interpretación, con diapositivas y textos, para conservar lo poco que queda, darle el valor que le corresponde y que se pudiera visitar», apunta López. Desde el Ayuntamiento, su alcalde, Bernardo Lario, reconoce que «con la construcción del AVE nos correspondía una ayuda de 700.000 euros para adecuar el entorno, pero no llegó a hacerse nada porque no se consiguió la cesión».

López cita un estudio de Héctor Jiménez y José Manuel Clúa, y una reflexión de Cristóbal Guitart sobre «cómo pudo haber existido una residencia, con jardines y fuentes en un terreno tan desolado». «Todo es posible, y más sabiendo que los musulmanes eran expertos en obras de ingeniería», esgrime el historiador epilense. Dentro del recinto, donde puede que estuviese el patio de armas y fruto de una intervención a inicios del siglo XX, se levantó una vivienda. «Quizá se aprovechase la base de algún torreón insertando ventanas de arco de herradura», concluye López.

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