zaragoza

El veto al botellón limpia casi por completo los parques de la ciudad

La Policía dispersó el viernes al menos a cuatro grupos de jóvenes, aunque nada comparado con noches anteriores, y desalojó un local de ocio nocturno.

Dan las nueve de la noche en una capital aragonesa bajo la fase 2 flexibilizada. La Policía Local ya ha comenzado el operativo especial contra la práctica del botellón, puesto en marcha para frenar la transmisión del coronavirus –que preocupa especialmente entre los jóvenes porque copan la mayoría de los nuevos contagios–. Esta no es como cualquier noche y se espera que la población haya tomado conciencia de la gravedad del problema y las intervenciones sean pocas. Finalmente, hubo suerte. El viernes, las zonas de la ciudad que se suelen encontrar a rebosar, sobre todo parques y riberas, estaban prácticamente desiertas. Aún así, al menos cuatro grupos dieron la nota y un local de ocio nocturno tuvo que ser desalojado, ya que su apertura ahora mismo está prohibida.

Ante el alarmante aumento de casos de covid-19 en Zaragoza y la detección continua de nuevos brotes, el Ayuntamiento –en coordinación con la DGA y la Delegación del Gobierno en Aragón– decidió el jueves redoblar la seguridad para perseguir las prácticas más peligrosas y frenar el botellón. El objetivo principal es evitar que se produzcan estas agrupaciones, donde los chavales no suelen seguir ningún tipo de control y, en la mayoría de las veces, tampoco llevan la mascarilla –obligatoria en cualquier caso, se pueda guardar o no la distancia de seguridad–. Desde ese mismo día y hasta la madrugada del viernes, la Policía Local impuso 237 sanciones por no llevar esta protección, una veintena de ellas, a personas que estaban bebiendo en la calle.

"Solemos controlar la práctica de botellón todos los fines de semana, si bien ahora se ha intensificado para vigilar que se cumplen todas las medidas sanitarias", explica el inspector de la UAPO Javier Legazpe, junto a un furgón policial en el cuartel de Domingo Miral. "Es un foco de contagio bastante importante", señala refiriéndose a estas reuniones nocturnas.

Pocos minutos después de las 23.00, una patrulla recibe un aviso y pone rumbo hacia el parque de la Memoria, en el barrio de San José, donde al parecer se han detectado al menos dos agrupaciones. "Hace una hora hemos desalojado ahí un botellón, puede que sean los mismos", asegura uno de los agentes justo antes de subir al vehículo. Al llegar, efectivamente, varias caras ya conocidas. Son unos diez jóvenes –algunos menores–, que conversan alrededor de un banco, con varias latas de cerveza, bolsas de plástico y acompañados por la música de un altavoz de considerable tamaño. Al menos la mitad de ellos no lleva mascarilla o la tiene mal colocada.

Se alertan con la llegada de la Policía, pero parecen no tener muy claro cuál es el problema. Uno de ellos se excusa: dice que no ha consumido alcohol. No es eso lo que más preocupa ahora, sino la posibilidad de ser un foco de propagación de la pandemia. Otros se expresan en la misma línea: "¿Esto a qué viene?", "¿Me puedo marchar?", preguntan algo perplejos. Después de identificar a los chavales, los agentes proponen para sanción a cinco de ellos y les piden que recojan la basura que hay desperdigada por el suelo y se vayan. En poco más de cinco minutos, todos han desaparecido del parque. Tras esto, los policías acuden a pie a otro punto donde habían sido vistas cuatro chicas que tampoco llevaban mascarilla, pero ya no están. Probablemente habían visto lo ocurrido con el anterior grupo.

En este caso, se trataba de reuniones de pocas personas. Pero a primera hora de la noche, en las inmediaciones del pabellón Príncipe Felipe, los agentes tuvieron que intervenir en un botellón que aglutinó a alrededor de medio centenar de jóvenes, buena parte de ellos menores de edad.

Control en los veladores

La noche se saldó –en lo que respecta a este operativo– con no muchas más intervenciones. Otro pequeño botellón en el barrio Oliver y el desalojo de un local de ocio nocturno, en el centro, que estaba incumpliendo la normativa y cuyos clientes no hacían un uso adecuado de la mascarilla. Por lo demás, parece que el veto a esta práctica dio sus frutos y dejó una ciudad sin rastro de ocio nocturno.

En las escaleras del club náutico, el parque Macanaz y frente a Helios, lugares muy frecuentes para llevar a cabo estas reuniones, a media noche no había ni un alma. "Nada que ver con el anterior fin de semana", apuntaban los agentes, que se encargaron también de controlar que los clientes de terrazas y veladores llevaban puesta la mascarilla. 

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