Tercer Milenio
En colaboración con ITA
universidad de zaragoza
Escenario 4
'Lo que la curva nos cuenta', por Nacho de Blas, profesor titular de la Universidad de Zaragoza.
Finalizo esta serie de colaboraciones con un último escenario. La probabilidad de que ocurra es muy remota. No quiero ser alarmista, pero es necesario contemplar todas las posibilidades para preparar planes de contingencia adecuados que cubran todas las posibilidades.
El peligro al que nos enfrentamos es que el virus sufra una mutación o una recombinación que lo haga más agresivo. Es la situación opuesta al primer escenario donde el virus mutaba a una versión más benigna.
Estas alteraciones genéticas pueden repercutir a distintos niveles. El primero sería un cambio en la inmunogenicidad que implicaría que las defensas desarrolladas por nuestro sistema inmune no funcionen y habría que empezar de nuevo. Esto es lo que ocurre con el virus de la gripe, y afortunadamente no es muy frecuente en los coronavirus.
La segunda opción es que varíe su capacidad de transmisión aumentando la multiplicación del virus o cambiando la vía de contagio, por ejemplo, por vía digestiva. Este cambio en la forma de transmitirse también podría estar asociado a un nuevo cuadro clínico. Muchos coronavirus animales cursan con gastroenteritis.
Otro cambio indeseable es que desarrollara resistencias a los tratamientos disponibles. Conocemos bien las antibiorresistencias bacterianas por transferencia de plásmidos, o el caso de Plasmodium falciparum que tras una mutación se volvió resistente a la famosa cloroquina que dejó por esa razón de ser un tratamiento eficaz para hacer frente a la malaria.
Por último, hay que considerar un aumento de la virulencia, donde los cuadros graves fueran más frecuentes y severos. Eso ocurrió en la segunda ola epidémica de la gripe de 1918: el virus mutó y los infectados morían en un lapso de apenas 2-3 horas. Esperemos que no se repita.
