barrio oliver
Nacieron llamando con telefonista pero hoy pueden parecer nativas digitales
Un grupo de señoras del barrio Oliver de Zaragoza mantiene su formación adulta gracias a Whatsapp, un recurso donde comparten los ejercicios que les proponen.
En su infancia y juventud llamaban a través de telefonista o con los teléfonos de rueda, pero ahora han encontrado en los 'smartphones' un aliado para comunicarse. No solo eso, también para continuar con su formación, aunque sean personas adultas y tengan entre 50 y 80 años. Ese es el relato de casi una veintena de vecinas del barrio Oliver de Zaragoza que utiliza un grupo Whatsapp para aprender nuevos contenidos enfocados a la lectoescritura y compartir sus progresos. Hasta ahora no habían integrado las nuevas tecnologías en sus vidas, pero con decisión se han adaptado a los tiempos actuales y participan a diario (de lunes a viernes) en este proyecto.
"A las 10.00 o 10.30 todas las participantes esperan ansiosas el 'buenos días' y el título de la clase", cuenta Adrián Castel, educador de la Fundación Adunare, dinamizadora del centro comunitario del barrio. En un principio este grupo se concibió con fines logísticos del club de lectura del centro, pero en los últimos meses ha cambiado su cometido y ahora se ha convertido en una vía de enseñanza para ellas y ellos, porque también hay dos hombres.
Con ayuda los educadores y de dos voluntarias han revisado la adjetivación, las perífrasis, las palabras derivadas con prefijos y sufijos o han repasado las figuras poéticas. También han trabajado los acrósticos y han redactado poemas. Las dos voluntarias que abanderan la iniciativa intentan darle una vuelta a las actividades e introducen novedades, como un juego de antónimos y sinónimos con fotografías o la realización de un abecedario con letras que se esconden los objetos típicos de una casa. Y al final de la mañana se corrigen los ejercicios que mandan estas veteranas alumnas. "Son contenidos relacionados con la literatura, por lo cual tienen un enfoque formativo y también de entretenimiento", considera Cristina Ballestero, coordinadora de la Fundación Adunare.
A la vez que se forman, estas vecinas han encontrado en el grupo de Whatsapp un apoyo emocional, tal y como señalan sus organizadores. A pesar de que las actividades estén enfocadas al refuerzo de competencias, las usuarias del centro comunitario también transmiten emociones, según coinciden los educadores: "Detrás de cada actividad se esconden sentimientos, su voluntad...". Con cada mensaje que envían -dicen que son unos 300 al día y todos relacionados con la actividad- se teje un poco más la red vecinal que cubre el barrio Oliver y así se cumple una de las misiones del centro.
La Fundación Adunare les impartió hace unos meses clases de manejo de los 'smartphones', un hecho que se ha visto reflejado en la actualidad."Han integrado las nuevas tecnologías totalmente. Los jóvenes, a pesar de tener todas las herramientas y de haber nacido con ellas, en estos momentos no están dando la misma respuesta", sostiene Ballestero.
Las usuarias se muestran "acompañadas" y "agradecidas". "Como profesional del centro, cada vez que veo el Whatsapp me siento contento, alegre y orgulloso por ver cómo trabajan y cómo se sienten", reconoce Castel.
Otra de las actividades que han desarrollado este curso -y ya desde hace varios- es una ruta literario por su barrio, donde muestran la cara más oculta de las biografías y obras de los personajes que dan nombre a sus calles, como Pilar Miró o Calderón de Barca, entre otros.
