quincuagésimo aniversario

El cazabombardero F-100 que 50 años después brilla en el Moncayo

Hace medio siglo un avión militar norteamericano se estrelló en el Moncayo. Los restos, junto a los de otros aviones también accidentados, quedaron esparcidos en la cumbre

La cumbre del Moncayo nevada desde Torrellas esta mañana
La cumbre del Moncayo nevada desde Torrellas esta mañana
N.B.

"A las 13.30 del día de hoy ha sido localizado el aparato F-100 de la base hispano-americana de Zaragoza en el lugar denominado collado de San Miguel, a 2.315 metros de altitud, en la misma cima del Moncayo, y precisamente en la línea divisoria de las provincias de Soria. La patrulla de rescate, con fuerzas de la Guardia Civil y paisanos, salió del pueblo de Lacueva (Cueva de Ágreda), de la provincia de Soria, por la cara sur del Moncayo, llevando de guía al vecino de Tarazona don Ángel Escribano, conocedor del terreno".

Así comenzaba su crónica el corresponsal de Tarazona para HERALDO DE ARAGÓN hace cincuenta años. Habían pasado dos días desde que un cazabombardero norteamericano se hubiera perdido cuando sobrevolaba la cumbre del Moncayo y no se había encontrado ni rastro del aparato. El F-100 hacía un vuelo rutinario al polígono de tiro de las Bardenas Reales, situado a 116 kilómetros al norte de Zaragoza, y se perdió su pista. El piloto, procedente de la base de Lakenheat, en Inglaterra, cumplía una misión temporal en la capital aragonesa, como entonces informó este diario.

El corresponsal explicaba que los restos del avión estaban diseminados en una extensión de dos kilómetros, lo que hacía suponer que se estrelló en la cara sur, rebotó, saltó a la cumbre y fue a parar en la cara norte "a muy poca distancia de donde está enclavado un altar de la Virgen del Pilar". El cadáver del piloto pudo ser recuperado por la patrulla de rescate.

El accidente del F-100 fue uno de los nueve siniestros aéreos que se registraron en la montaña zaragozana y soriana durante el siglo XX, tal y como recopiló Míchel Lozares en un libro publicado en 2008 con el título de ‘Los aviones del Moncayo’. El autor, como explicaba en un amplio reportaje el periodista de HERALDO Mariano García, había recopilado datos, documentos y fotografías de los accidentes de las aeronaves, desde el primero, el de un Tupoliev ‘Katiuska’ de la República Española que se estrelló tras ser derribado el 24 de agosto de 1937 en Ágreda (Soria), hasta un Hércules C-130 que cayó en La Muela Baja, en Borja, el 28 de febrero de 1984 con 18 tripulantes, los cuales fallecieron, pasando por dos Phanton que chocaron en vuelo el 13 de marzo de 1989 en el cerro de San Juan, en Ágreda, y murieron los dos pilotos.

En 2006, Ismael González Coello, agente forestal de Tarazona que colaboró activamente con Míchel Lozares, y este último encontraron varias piezas del F-100, algunas de gran tamaño, como se recoge en las imágenes superiores. El autor llegaba a la conclusión de que realmente en el Moncayo no se daba ninguna circunstancia concreta ni tenía un magnetismo especial, como pensaban muchos, para que se produjeran más accidentes que en ninguna otra parte de la provincia.

"Al parecer, en las cartas de navegación aéreas de los años 70 y 80 se da al Moncayo una altura de 2.200 metros, cuando en realidad tiene 2.315. No sé si ese hecho puede haber influido en algún accidente, pero en el del F-100 del 18 de mayo de 1970, en el que murió el piloto, el avión no chocó frontalmente con la montaña, porque en ese caso el queroseno lo hubiera hecho estallar e incendiarse. El avión rozó con su parte inferior en la cumbre del Moncayo y cayó a plomo en el barranco de Castilla. Eso explica que sus restos estén esparcidos en más de 1.700 metros", comentaba en el reportaje.

Desde 2014, en la montaña hay una placa con esta leyenda: "Dedicado a todas aquellas personas que siguen volando sobre la cumbre del Moncayo". Está en la zona del barranco de Castilla, a más de 2.000 metros de altitud, y fue colocada por familiares de los cuatro fallecidos en otro siniestro ocurrido el 10 de junio de 1972. 

Una avioneta Piper Cherokee PA-28 EC-BJO se estrelló cuando hacía el trayecto San Sebastián-Madrid. Murieron el piloto Miguel Vilches, Juan Francisco Olivares, Javier Gortázar y Ana María Sangillao. Volaban de noche y con tormenta y se llegó a formar hielo en las alas de la aeronave, que impactó contra la arista del límite entre Aragón y Castilla y León.

 La conclusión fue que el accidente se produjo por causas meteorológicas y una mala planificación de vuelo. Hoy, en la cumbre del Moncayo, todavía quedan restos de la avioneta, de un Phanton y de un ala del F-100 que brilla cuando le da el sol en verano y a veces se ve desde Tarazona.

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