La vida en tiempos de pandemia: Soldados con nombres y sentimientos

Gervasio Sánchez describe la labor de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en esta crisis sanitaria, mientras la acompaña en la desinfección de la Asociación Tutelar Aragonesa de Discapacidad Intelectual.

Soldados de la UME, desinfectando el centro de personas con discapacidades intelectuales.
Soldados de la UME, desinfectando el centro de personas con discapacidades intelectuales.
Gervasio Sánchez

La Unidad Militar de Emergencias (UME) nació envuelta en la polémica. La oposición la describió como "capricho faraónico" del presidente José Luis Rodriguez Zapatero cuando se creó en octubre de 2005. Con el paso del tiempo el propio Partido Popular acabó admitiendo que había sido un acierto.

Sus 3.063 militares del Ejército de Tierra, 247 del Aire, 76 de la Armada y 41 de los Cuerpos Comunes de las Fuerzas Armadas Españolas han realizado hasta la fecha 300 intervenciones en incendios forestales, seísmos, inundaciones o nevadas. Dirigida por un teniente general, la UME está desplegada en siete bases por toda la geografía del estado español. Al Batallón de Intervención de Emergencia IV le corresponde la Base Aérea de Zaragoza.

El teniente madrileño Antonio Gómez Portela, de 27 años, tiene a sus órdenes a 40 soldados, un 25% de los cuales son de origen colombiano y ecuatoriano, pertenecientes a la compañía de Ingenieros y la sección de Zapadores.

Su misión es desinfectar los diferentes edificios del principal centro de la Asociación Tutelar Aragonesa de Discapacidad Intelectual cerca de la localidad de Alagón, donde viven más de dos centenares de personas con discapacidad intelectual. Un brote de coronavirus se desató hace tres semanas provocando la muerte de cinco usuarios (otros dos murieron debido a otras patologías previas). 31 internos se mantienen aislados en una zona protegida del centro y otros nueve están hospitalizados en buen estado de salud.

"Lo más duro ha sido entrar a residencias y ver a ancianos sufriendo"

El teniente ordena que supervisen las instalaciones mientras el personal del centro organiza la salida ordenada de los internos a los jardines adyacentes el tiempo necesario para realizar las labores de desinfección. "Nuestro batallón está trabajando en Aragón, La Rioja, Navarra y Cataluña desde que iniciamos el despliegue el lunes 16 de marzo, dos días después de decretarse el estado de alarma", explica el joven oficial.

La UME, con la mitad de efectivos desplegados a lo largo y ancho del país, se ha centrado en desinfectar residencias de ancianos y centros de salud. Confiesa que lo que más le gusta de la UME "es la libre designación de todos los puestos desde el general hasta el último soldado". En otras unidades de las Fuerzas Armadas. la antigüedad tiene un gran peso para ocupar las plazas vacantes, pero "aquí se tiene en cuenta la capacitación".

El soldado Fabio Quiroga junto a un compañero.
El soldado Fabio Quiroga junto a un compañero.
Gervasio Sánchez

Fabio Quiroga, de 36 años y originario de Armenia (Colombia), padre de dos hijos de 8 y 4 años, y el ecuatoriano Ángel Cañizares, nacido en Quito hace 37 años con dos hijos de 14 y 1 años, participaron en varias misiones internacionales en el Líbano desde 2008 a 2014. Cañizares llegó al Líbano en su primera misión un año después de que seis soldados españoles, tres de ellos de origen colombiano, fueran asesinados víctimas de una bomba activada a distancia, y se marchó de la última unos días antes de que otro soldado español muriese por fuego israelí.

Quiroga recuerda a los civiles "recoger las vainas vacías después de nuestros ejercicios de tiro para venderlas como metal". Lo que más le impresionó a Cañizares "fue ver a los refugiados sirios arremolinados y cubiertos con plásticos muy cerca de las alambradas de nuestra base militar".

Ambos soldados forman parte del equipo que ha entrado en uno de los edificios al mando del cabo primero almeriense Carlos Hernández, de 35 años, que lleva en el ejército desde 2003. Ordena a sus soldados que desinfecten los suelos de las habitaciones en los diferentes pisos y fumiguen con intensidad los cuartos de baños.

Ha participado en cuatro misiones en Pakistán, el Líbano y Afganistán entre 2005 y 2010. "Por la cantidad de infectados, la situación podría compararse con una guerra", explica este cabo primero con experiencia en zonas de alto conflicto, aunque reconoce que "en todas las residencias de ancianos que visitamos no encontramos ninguna situación dramática". Uno de los miembros del pelotón cuenta que "algunos compañeros de la UME desplegados en Madrid sí que se han enfrentado a escenas muy duras y han trasladado a ancianos muertos a las morgues".

Limpieza a buen ritmo

Los soldados de la UME limpian a muy buen ritmo mesas, barandillas, pomos de las puertas, interruptores de la luz. Las habitaciones femeninas están más ordenadas y hay más fotografías de familiares o de iconografía religiosa colgadas de las paredes que en las de los hombres.

El cabo Mario Navarro, de 31 años, con doce años de experiencia en esta unidad militar, no pudo ir a su primera misión internacional porque "poco antes me rompí los dos meniscos haciendo instrucción". Lo que más le ha impresionado "es entrar en las habitaciones con ancianos infectados por el virus y verlos aislados". Su pareja es médico residente en el Clínico de Zaragoza y también ha trabajado expuesta al coronavirus. "Llevamos un mes viviendo en domicilios distintos, siempre preocupados ambos por no infectarnos, y evidentemente la echo de menos", explica y recalca: "Muchísimo".

Dos soldados de la UME se preparan para desinfectar el centro de salud de La Almunia
Dos soldados de la UME se preparan para desinfectar el centro de salud de La Almunia
Gervasio Sánchez

El brigada Jorge García Bugallo, de 42 años, casado y padre de dos hijos de 9 y 3 años, lleva en la UME desde 2012. Antes estuvo en el Batallón de Cazadores de Montaña de Huesca y en el Batallón de Zapadores Pontoneros de Zaragoza y, con ambas unidades, realizó cinco misiones en Kosovo (dos veces), Macedonia, el Líbano y Afganistán entre los años 2000 y 2009.

"El lenguaje militar, quizá porque se trata de luchar contra un enemigo invisible, es más crudo y provoca una concienciación mayor del peligro real entre los ciudadanos", explica el suboficial cuando se le pregunta su opinión sobre las palabras de corte militar utilizadas por políticos y periodistas. Confiesa que los más duro ha sido entrar en las residencias y ver a ancianos sufriendo porque "son como nuestros padres y abuelos, pertenecientes a generaciones que han levantado este país".

El cabo Santiago García, que nació hace 34 años en Ciudad Real y lleva 12 años en la UME, ha participado en misiones muy duras en los últimos años. "Las inundaciones del Ebro en 2015 nos obligaron a trabajar jornadas maratonianas de 16 horas. Muchas personas vieron como sus casas se inundaban y tuvimos que ayudar a salvar los muebles o, en el caso de un anciano, subirle su cama eléctrica al segundo piso a pulso entre seis personas", recuerda. También le impresionó ver las granjas repletas de cadáveres de cerdos y vacas.

Trabajadoras del Centro de Salud de La Almunia aplauden a los miembros de la UME
Trabajadoras del Centro de Salud de La Almunia aplauden a los miembros de la UME
Gervasio Sánchez

El cabo Jorge Ojeda, zaragozano de 27 años, lleva en la UME desde 2017. "Estamos preparados para actuar en todo tipo de catástrofes. En mi primer incendio no sabía lo que me iba a encontrar. Con este virus que mata a muchas personas nos pasó lo mismo". Aunque la nevada de enero de Daroca fue más impactante: "Tuvimos que abrir caminos invisibles a ciegas para llegar a pueblos incomunicados contrarreloj y abastecer a las personas aisladas".

El cabo García reconoce que "nos aplauden en todas en todas partes menos en Pamplona, que nos recibieron con una cacerolada aunque nos aseguraron que era en contra del Ejército, no de la UME. Un poco irónica la explicación. Nosotros lo ignoramos y seguimos trabajando".

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