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Casetas frente al coronavirus: "Ahora charras más con los vecinos. Vamos a salir más humanos de esto"

Voluntarios del barrio colaboran con la desinfección de las calles, confeccionan mascarillas y batas y ayudan  a los mayores. Se aplazan las fiestas patronales de mayo y los 'quintos'.

Los vecinos de Casetas tendrían que celebrar este mes la mayoría de edad de sus jóvenes con la ya tradicional cena de los 'quintos' y el que viene las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Rosa. Pero el vuelco que ha supuesto la pandemia del coronavirus en las prioridades de medio mundo ha dejado todo eso en segundo plano. La cofradía de Semana Santa celebró la rompida en los balcones y las redes sociales se han llenado de vídeos para sobrellevar el confinamiento. El barrio rural más grande de Zaragoza, con unos 7.500 habitantes censados según la alcaldía, saca también su lado más solidario estos días y el espíritu de pueblo que lleva dentro.

El barrio cuenta con una red de voluntarios para quienes necesitan ayuda para hacer la compra, ir a la farmacia, bajar la basura e incluso simplemente, hablar. Carlos Martín, al frente del Centro de convivencia de Mayores que depende del Ayuntamiento de Zaragoza, cerrado desde el inicio de la crisis sanitaria, coincide en que "la red social de amistades y familiar es muy importante. Para eso Casetas funciona como un pueblo. Las personas mayores que están solas son muy pocas". Para ellas se ha ido formando un grupo de una veintena de voluntarios que se coordinan con el programa municipal ZGZ Ayuda. Además, quiere que estos "sean nuestros ojos y cuántos más ojos tengamos sobre el terreno para detectar cualquier necesidad, mejor".

El voluntario más joven es Roberto Reinoso, de 18 años. "Estudio FP de jardinería y tendríamos que estar de prácticas pero al no poder salir de casa nos mandan ejercicios los profesores y nos apañamos", explica antes de marcharse a comprar. Es actor en un grupo de teatro profesional de Zaragoza, Locura Permanente, que "en estas fechas tendríamos que estrenar y no podemos".

Se enteró por su abuela de que buscaban voluntarios. Su primer servicio fue comprar para una persona mayor que no podía salir de casa. "Me dio la tarjeta sanitaria en un sobre, yo iba con guantes, mascarilla y todo. No toqué el dinero, me dieron los cambios en una bolsa", explica sobre cómo se organizan. "Nos dicen que, sobre todo, no toquemos el dinero, que si podemos llevar una bolsa, mejor. Yo llevo mi desinfectante y cuando me dan dinero en mano le echo por si acaso". 

La coordinación resulta más ágil por haber creado meses antes del estallido de la pandemia la Red de Salud Casetas, de la que forman parte varias administraciones; asociaciones y profesionales sanitarios del barrio y trabajadores sociales. "Tenemos una voluntaria mayor, del colectivo de riesgo, que solo se puede ofrecer para hablar con otras personas y acompaña hablando por teléfono", explica Martín. El seguimiento telefónico es otro de sus objetivos. A través del grupo se han gestionado también algunas solicitudes de otros colectivos como las personas inmigrantes, que suponen el 24% de la población del barrio. El seguimiento de la situación de los más vulnerables lo hacen los Servicios Sociales vía telefónica.

La labor de los voluntarios es fundamental para personas con síntomas de Covid-19 que tienen que permanecer en casa, que ha habido algún caso. "Es una gente fabulosa y el equipo del Centro de Salud, chapó. El médico me llamaba todos los días", dice una pensionista que vive sola y que ha hecho uso del servicio de ayuda para que le llevaran medicamentos. "Lo peor que pasé fueron los cinco primeros días que tenía mucha fiebre, hasta 39 y medio, que no he tenido nunca", recuerda en una conversación telefónica en la que prefiere no dar su nombre. El diagnóstico fue por teléfono pero no le han llegado a hacer los test para comprobar si lo que pasó fue Covid-19. "Respiración no me ha faltado aunque me cansaba mucho y no tenía ganas de nada". No tenía ni que entregar su tarjeta sanitaria y solo saludaba de lejos a la persona que le traía los medicamientos. El confinamiento lo sigue a rajatabla. "No he salido ni a tirar la basura". Ahora ya no tiene fiebre ni tos. "Me quedaría más tranquila si me hicieran el test", confiesa, más aliviada por encontrarse mejor, pero con dudas como si estará inmunizada.

"Lo peor es no poder darles una abrazo a mis hijas y a mi nieto"

Mari Gil y Fernando Medrano, vecinos de Casetas.
Mari Gil y Fernando Medrano, vecinos de Casetas.
Laura Uranga

Muchos son los que estando sanos colaboran poniendo freno a la pandemia cumpliendo con el lema 'Quédate en casa' de la declaración del estado de alarma. Fernando Medrano, de 72 años, lo está haciendo desde el primer día. "No he salido desde el 13 de marzo", aseguraba asomado a su balcón el pasado miércoles. No habla tanto del miedo a contraer la enfermedad como grupo de riesgo que es por su edad, como del vacío que tiene por no poder estar con su familia. Para su mujer, Mari Gil, "estar en casa es un calvario". Tiene 70 años y una vida social activa y ahora sus salidas se reducen a la compra. "Yo estaba acostumbrada a ir todos los días a Utebo a ver a mi nieto" cuenta. Lo más duro para ambos son los ‘cariñicos’ que pasan por no estar con el pequeño Alonso de 4 años. "Y no poder darles un abrazo a mis dos hijas. Es lo peor. Cada vez se nos hace más cuesta arriba", confiesa.

Pero ambos mantienen sus rutinas para que el tiempo pase más rápido. "Nos levantamos de la cama no muy temprano, hacemos las cosas de casa y desayunamos. Yo me pongo a andar por el pasillo media hora. Voy a hacer un agujero de tanto ir y venir", bromea Fernando, que añade que "hay 22 pasos de ir y otros 22 de volver". Y después sigue con el ejercicio Mari.  A Fernando siempre le ha gustado leer y ahora devora libros. "Llevo ya cuatro". Preparan la comida entre los dos y ven algún documental.

"A las 20.00 salimos a aplaudir al balcón y cuando entramos, hacemos una videollamada múltiple con la familia". Es el rato de ver cómo están todos, los avances del nieto, a sus dos hijas y hasta a una sobrina que vive en Holanda. "Después, a preparar la cena y ya hemos pasado el día", repasan.

Si algo positivo están sacando del confinamiento es la mayor comunicación, sobre todo, con los inquilinos más jóvenes de su edificio con los que tenían menos relación. "Ahora charras más con los vecinos de enfrente. Nos vamos a hacer un poco más humanos todos", asegura Mari.

Desde la Asociación de Vecinos de Casetas, su presidente, José Luis Almenara, apunta que en el barrio "no hay mucha gente sola. La que está puede valerse y existe una red de vecinos y familiares. Hay poca gente en situación de soledad completa". 

Confiesa que como tantos otros "no me podía imaginar que pudiéramos llegar a una situación de este tipo. Primero hay que controlar la epidemia, con el esfuerzo de todos". Y asegura que "va a haber un antes y un después" de esta etapa. 

Mascarillas y batas para el Centro de Salud

Maribel Bernal y Pilar Asensio, de la Asociación de comercio de Casetas.
Maribel Bernal y Pilar Asensio, de la Asociación de comercio de Casetas.
Laura Uranga

Maribel Bernal, que trabaja desde casa en la correduría Salma Seguros, ha convertido su vivienda en un punto de recogida de las mascarillas y batas que confeccionan miembros de la Asociación de Comercio y Servicios de Casetas y vecinos. "Empecé a oír que se necesitaban muchas mascarillas y batas. Como no teníamos material, pedíamos a los particulares. Nos trajeron tanto que al final nos faltaban manos", reconoce sobre los primeros pasos. Después pasaron a reclutar más personas. 

"Tenemos a gente mayor con 75 años, con artrosis en los dedos, cosiendo porque tenían máquina y se ofrecieron", afirma Pilar Asensio, del estudio fotográfico Viser, que también colabora. A esta última, el parón le ha cogido "en plena campaña de comuniones y bodas", que espera poder retomar aunque no se sabe aún cuándo ni "si dejarán que se junte tanta gente en una celebración", reconoce. Y augura un "problema de calendario" para colocar los retrasados hasta final de año. Como el resto de autónomos, lo que necesitan es volver pronto a la actividad.

De la donación inicial de telas de particulares pasaron a ponerse en contacto con empresas de la zona. "En menos de una hora trajeron material", agradece Maribel. Les envían bolsas para batas Sphere, empresa situada en Utebo; el grupo Agroveco de Casetas, CMG Decora y llegan telas de la empresa Bespirit y Mercería Nelly, entre otras. Han cosido unas 2.500 o 3.000 mascarillas desde la primera semana del estado de alarma, aunque reconocen que no han llevado la cuenta.

Hay muchas vecinas que se animaron de forma espontánea. Concha Garcés, jubilada, fue una de las que empezaron primero haciendo mascarillas. Ella es de las que saben coser y cuando le dijeron que faltaban se puso a ello. "Mandé al Centro de Salud, a dos residencias, a comercios y a mi vecina le di para que las mandara a su familia a Cuba". 

Rosa Gómez, peluquera, se enteró por Facebook y al tener tiempo porque no puede abrir su negocio "como me gusta coser, vi un tutorial y empecé a hacer mascarillas". Luego pasó a las batas. Empezó comprando ella el material y ahora, desde que contactó con la asociación de comerciantes, son ellos los que se lo facilitan. Está contenta de poder colaborar, pero espera poder abrir pronto su negocio, después de casi un mes con la persiana abajo y los gastos fijos corriendo.

Las mascarillas y batas se reparten al Centro de Salud, hospitales y residencias, entre otros puntos. Desde el barrio también se ha enviado una donación muy dulce a los hospitales este sábado. La churrería del barrio ha preparado churros con 25 kilos de harina, que ha recogido y repartido Protección Civil.

Preparar la selectividad desde casa

Andrea Moreno, vecina de Casetas.
Andrea Moreno, joven de la Generación de 2002 del Barrio de Casetas, en su casa.
Laura Uranga

Los que estrenan o esperan la mayoría de edad viven un año muy diferente al que imaginaron, con incógnitas sobre su futuro ya que muchos tienen que preparar la selectividad en casa como Andrea Moreno, de 17 años, quiere estudiar Magisterio. "A ver si se puede hacer la selectividad. Hemos estado estudiando duro, esforzándonos al máximo para que luego no tengas la nota que necesitas", lamenta. Lo que más miedo le da de la emergencia sanitaria actual "es que toque a mi familia, a mis abuelos o mis padres". Lleva en casa desde que se decretó el estado de alarma y trata de seguir rutinas como vestirse como si fuera a salir. Aunque no lo haga. "Tengo miedo si bajo a comprar de tocarlo todo y también me da miedo ser portadora de algo". 

 En cuanto a la celebración de la fiesta con su generación no puede esconder su decepción. "Es algo que tienes mucha ilusión y de repente te dicen que no puedes salir de casa". El contacto con sus amigas y compañeros de instituto sigue por las redes sociales.

Los jóvenes habían formado grupos con el apoyo de la Casa de Juventud para organizar actividades para el barrio. Andrea y sus compañeras ya habían celebrado actividades para el barrio en febrero. A otros como el de Paola Román, también de 17 años, el estado de alarma no les ha dejado llevar a cabo su proyecto 'Casetas te cuida', con el que querían ayudar a los vecinos con algún problema como violencia de género o necesidades básicas a través de comercios asociados. "Lo hemos dejado aparcado para cuando podamos salir a la calle". Mientras, colabora con la asociación de comerciantes haciendo mascarillas en casa. Está también a la espera de hacer la selectividad para poder estudiar Administración y Dirección de empresas (ADE) o la doble titulación con Derecho.

"Al principio estaba un poco agobiada en casa", reconoce, pero ahora cumple una rutina diaria en la que asegura que saca tiempo tanto para estudiar como para hacer algo de ejercicio y cortar mascarillas después de cenar. Sin olvidar salir a aplaudir al balcón a las 20.00, momento que algún vecino ameniza con música.

Música y concursos para la cuarentena

La música siempre ha sido una parte importante de la vida del barrio y lo sigue siendo en cuarentena. La redes sociales sirven de altavoz para los grupos locales, en activo o ya disueltos. En el Facebook del barrio se van colgando cada día temas que repasan la historia musical local, que incluye pop, rock o jazz. Se recuperan canciones de grupos como Pedro Botero y Vinos Chueca y alguno abre su salón para ofrecer conciertos desde el sofá, como Nano Kaos. Otras formaciones como Spartans y Bandido se unen en videollamada, se adelantan temas de grupos como Isidro Melús Quinteto, con profesores de la Escuela de Música Moderna del barrio, o piezas de la Coral o la Banda 'Armonía Artística'.

Canales como Facebook también sirven de escaparate virtual para agradecer acciones solidarias o tratar de mantener a todos los colectivos activos con recomendaciones de películas para jóvenes o gimnasia para todos los públicos desde la Casa de Juventud o el instituto de Secundaria. Y se organizan concursos de disfraces y dibujo. El último, el de la asociación Métete en Harina que ha tenido que suspender las IV Jornadas de Patrimonio industrial que se iban a celebrar este mes. No faltan mensajes de ánimo de los colegios del barrio a sus alumnos. Ni vídeos para tomar la situación con humor.

La noche, para desinfectar las calles

Desinfección de las calles de Casetas.
Desinfección de las calles de Casetas.
Viser Fotógrafos

Al final del día, lo que queda es desinfectar las calles. Una tarea para la que tampoco han faltado voluntarios ni el apoyo del entorno. Los tres vehículos que participan se concentraban el miércoles a las 21.00 junto al pabellón de festejos. Todos lo hacen de forma altruista. "Es una experiencia supersatisfactoria. Hay gente que se asoma a la una de la mañana a aplaudirte cuando pasas a desinfectar", explica antes de empezar Salvador López, de Salma Seguros, marido de Maribel. Durante el día sigue trabajando ya que las aseguradoras son servicio esencial, aunque su actividad está al 20%. El menor movimiento ha reducido los accidentes de tráfico y la gente no suele llamar al seguro en el hogar salvo en caso de avería grave. Este miércoles es la cuarta vez que sale a desinfectar las calles. Es una "desolación total" reconoce, porque "normalmente no nos encontramos a casi nadie, solo a algún vecino paseando al perro". 

Con otros seis voluntarios, entre los que está el recién elegido alcalde Jorge Eseverri, se ponen monos, mascarillas y guantes en el parking del pabellón y van a llenar de agua las cisternas a la vecina explanada donde queda una manguera de la antigua plaza de Toros. Salvador pone su coche y tres agricultores de la cooperativa del barrio, Agroveco, traen sus vehículos. Enrique Faure, agricultor de 27 años; Luis Fernando Roda, de 29 años, de Garrapinillos, y José Carlos Bernal, de 56 años. Todos ellos trabajan por el día, y salen a desinfectar por la noche. "Yo todavía no he ido a casa", reconoce Ignacio Pemán, ingeniero agrónomo del fabricante de piensos situado en el barrio. El más joven es Víctor Marín, de 24 años. Colabora también Chueca Asesores.

A las 22.00 empiezan limpiando el entorno del Centro de Salud y se dividen en tres rutas para cubrir el barrio. Algunos vecinos se asoman al ruido de los tractores y el agua que inunda la calle. "La mejor hora es cuando todo el mundo está en casa. Da cosa ver el barrio tan vacío", reconoce el alcalde, del PP, que nunca pensó tras las votaciones en los barrios rurales a principios de febrero, que esta sería una de las primeras actividades de su mandato junto a cerrar servicios por una pandemia. "El coronavirus nos pilló a todos bastante por sorpresa", confiesa el edil más joven que ha tenido el barrio, al que su 25 cumpleaños le ha cogido en plena cuarentena.

 "No sabemos cuánto va a durar esto" y en cuanto al día después, cómo afectará al empleo y "cómo serán las circunstancias, el sistema de aforos que quedará tasado. Se va a modificar nuestro día a día, muchas pautas para relacionarnos, pero saldremos adelante", confía, enfundado ya en un mono blanco. Y se sube en uno de los vehículos para enfilar cuesta arriba el paseo de la Constitución que les llevará por el barrio.

En su ruta está limpiar aceras, contenedores de basura, plazas y entradas de supermercados. Pasan por el edificio de la residencia abierta como centro sociosanitario por el Gobierno de Aragón para atender a afectados por Covid-19, que con 128 plazas es la más grande de la comunidad. 

A las dos horas paran a cenar las tortillas que habían traído y sobre la una o las dos de la madrugada han cubierto todo el barrio. "La peor de las situaciones ha sacado lo mejor del barrio", asegura el alcalde sobre sus convecinos.

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