crónica

La vida en tiempos de pandemia: Prepárate para lo peor

En las guerras los ancianos se suelen convertir en víctimas silenciosas. Mueren bajo las bombas, masacrados, de inanición o por falta de medicinas. Mueren sin patologías previas: de pena.

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A la Izquierda Esther Gázquez, auxiliar de enfermería y a la derecha la hermana Sor Marta.
Gervasio Sánchez

Un día de diciembre de 1992 en Sarajevo nuestra traductora Alma no vino a trabajar. Como no había teléfonos fuimos a buscarla a su casa. Nos cruzamos con ella en el portal. “Mi madre ha muerto. Voy a buscar un ataúd”, nos dijo con la cara desencajada.

Entramos en su casa sin salir del asombro y nos topamos con el cadáver caído en el suelo, tapado con una manta. Estaba acostumbrado a ver muertos destripados por las bombas o alcanzados por francotiradores. Pero no a enfrentarme a la muerte por causa natural.

En las pandemias los ancianos también pagan un precio muy alto. En España hay casi nueve millones de mayores de 65 años, cinco millones de mujeres y poco menos de cuatro millones de hombres. No por el hecho de superar los 65 años entras en la ancianidad. Ni mucho menos. Pero la edad siempre es un factor de riesgo en las guerras con bombas o las guerras contra lo desconocido.

Según datos de 2017, en España hay 5.378 residencias de ancianos y 366.063 plazas. Varias de estas residencias han sido atacadas por el virus. El efecto ha sido terrorífico. Hace dos días el número de muertos sumaba 79. Hoy seguro que es mucho mayor.

El Hogar Santo Ángel de Alcañiz (Teruel) está cerrado desde hace una semana. Un aviso pegado en la cancela lo explica con claridad: “Disculpen las molestias, pero por prevención, no se admiten visitas para bien de todos”. La directora Sor Marta y Esther Gázquez, auxiliar de enfermería, cubiertas con guantes azules y mascarillas, se acercan a la entrada. Al fondo, otras siete mujeres posan para la fotografía que es lo primero que hago para que puedan volver a su trabajo.

Me atienden con exquisitez y paciencia a tres metros de distancia. “Tenemos 126 residentes. La mayor tiene 102 años y el más joven 63 años. Otras dos personas ya han alcanzado los 100 años y una más lo cumplirá este año. La plantilla está formada por 42 personas y somos ocho religiosas”, explica la directora Sor Marta, de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Santa Teresa de Jornet

El domingo pasado, el día después de decretarse el estado de alarma, Sor Marta les dijo a sus trabajadoras del turno del fin de semana que el peligro de contagio era muy elevado y era necesario prohibir las visitas. Diez auxiliares de enfermería y dos cocineras se ofrecieron voluntarias para quedarse de forma permanente en el interior de la residencia.

Hubo otras personas que también querían quedarse y se les incluyó en un segundo turno por si se alargase el tiempo de confinamiento. “Había que cubrir las necesidades básicas de los residentes como son la higiene muy especialmente de los dependientes totales, el reparto de comidas, el funcionamiento de la lavandería y darles acompañamiento”, explica la auxiliar de enfermería Esther Gázquez, natural de Sabadell, y con 32 años de experiencia sanitaria.

La segunda razón fue “prevenir posibles contagios durante las entradas y salidas de los familiares y los trabajadores”. La tercera prioridad “fue proteger a nuestras familias que han entendido nuestra decisión y no se han enfadado o disgustado”.

El centro residencial ha creado un grupo de Washapp para mandar fotografías y vídeos a las familias de los residentes y las trabajadoras. “Tenemos la suerte de tener una plantilla magnifica que se desvive por los residentes”, confiesa la religiosa leonesa, directora desde hace cinco años.

Ambas mujeres nunca imaginaron que se fuera a producir una pandemia de estas características en Europa. “Somos afortunados y podemos hacer frente a ella con los medios sanitarios que tenemos. Pero si aquí está haciendo estragos, ¿qué pasará cuando golpee de pleno a África”, se pregunta la directora.

Ignacio Urquizu, alcalde de Alcañiz, tuvo mucho que ver con la decisión del “bunkerizar” la residencia de ancianos. Justo un día antes de que se dictasen las medidas del estado de alarma, fue a visitar el centro y le expuso a la directora que la situación “tenía mala pinta”. “Tengo una buena relación con el ex presidente José Luis Rodriguez Zapatero y él tiene muy buenos contactos con China. Le llamé la semana pasada para pedirle consejo sobre cómo actuar ante la pandemia y me dijo: “Prepárate para lo peor”, cuenta el alcalde.

El viernes 13 de marzo, dos días después de esta conversación, se iban a juntar en Alcañiz unos seiscientos jóvenes de institutos provenientes de Madrid, Valencia y Zaragoza para hacer cenas en diferentes restaurantes y luego una macrofiesta en una discoteca. “Llamamos a todos los locales y conseguimos disuadirlos de que no abrieran. También decretamos el cierre de todos los hoteles menos el Guadalupe, que es utilizado por el personal sanitario enviado de refuerzo”, explica el edil.

Varios alcaldes de la comarca han realizado campañas para evitar que familias enteras vinculadas con el bajo Aragón se desplacen de las grandes ciudades a pasar la cuarentena. “He recibido varias llamadas, incluida una desde Londres, preguntándome si había alguna posibilidad de escolarizar a los niños para el resto de curso”, cuenta todavía sorprendido.

Alcañiz se levantó el viernes con vehículos militares desplegados en puntos estratégicos de la localidad y con retenes formados por unos 30 soldados al mando de un capitán de la IV Brigada de Aragón patrullando desarmados por la calle principal.

“Durante la semana observé que personas muy mayores salían más de lo habitual a la calle con la excusa de comprar medicinas o productos de primera necesidad y que jóvenes de origen magrebí se reunían en grupos a escondidas. Previendo que muchas familias podrían trasladarse a los masicos cercanos para pasar el fin de semana, decidí hablar con la subdelegación del gobierno y pedirles que me mandasen una dotación militar”, explica Urquizu. "Era necesario mandar un mensaje claro a toda la población. Hay que tomarse en serio la pandemia”, dice. 

El alcalde considera que “la clave está en adelantarse a lo que pueda venir”. Por ello ordenó que todos los trabajadores del ayuntamiento se dedicasen a desinfectar la localidad desde el lunes. “Prefiero pecar por exceso y luego rectificar antes que ser superado por una situación incontrolable”, comenta.

Alcañiz tiene 16.000 habitantes y un hospital de referencia para 76.000 habitantes, el 56% de la población de Teruel, una de las provincias más extensas de España. “Hay ocho personas infectadas, dos de ellas trasladadas a hospitales de Zaragoza, y otras once en observación. Y tenemos 50 camas libres en el hospital”, me explica. Ya de vuelta a Zaragoza recibo un mensaje suyo por washapp: “Hoy no ha habido ningún nuevo caso”. Muy buena noticia. 

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